miércoles, 29 de octubre de 2008

Soy un perfecto maricón.

El ideal destruido. ¡Qué insoportable es esa chica! Por un momento pensé que jamás se callaría. Ha sido un grave error, repito, repito, repito. Si el sexo fuera suficiente para mí, si encontrara en ello la satisfacción que busco, la empresa hubiera sido exitosa. Si no me costara tanto desprenderme, si mis necesidades no se entrometieran. Esto no me hace más noble, sólo complica las cosas.

Pero se ha acabado, gracias a Dios. Queda el vacío, la desesperanza, pero eso es mejor que estar prendido de una slut.

Claro, no es tan fácil. Duele. Qué maricón que soy, por la granputa.

Ni una palabra más de ello.

No todo ha sido malo, sin embargo. ¿Cómo iba esa canción de Spinetta? "Cuando te das cuenta es tu amigo quien te da la mano. Y para vos ya no existe el miedo, ni el dolor, ni el frío. (...) Y no hacés más nada porque creés que ahora ya no estás tan solo. ¡Si te dieras al menos un porqué!" Sí, me doy el porqué, me doy cuenta: no es una credulidad ("Las uvas viejas de un amor..." jajaja). La amistad es un prodigio -la suya es lo mejor que me ha pasado desde que llegué a esta ciudad. ¡Salve la amistad, laputamadre!

Ahora hay que dormir, hay que arrojar la resaca de 12 horas de nuestro sistema, hay que prepararse para trabajar. Hay que ser optimistas sin renunciar al cinismo ni a la crítica (parece un oxímoron; hopefully podrá llevarse + o - a la práctica). Hay que planear, racionalizar, poner en marcha la maquinaria. Pero no hay que olvidarse de las personas amadas, las que me quieren y me cuidan, las que son mis confidentes y permiten que yo lo sea para ellas, que me entregan su tiempo y sus sonrisas. Las que me dan esperanzas. Sí, hay que aplicarse a una reciprocidad justa. No hay que perder de vista la experiencia intrínsecamente humana, la única que importa de verdad. Hay que aprender, pero sin olvidarse de vivir.

Sí, la amistad la pone con concha. Verdaderamente.