lunes, 31 de marzo de 2008

Al pie del Támesis


1. Trop fatigué.
2. Lo diré desde ya, para ahorrarnos problemas: la obra no me gustó. Si este blog tiene algún visitante salvo uno que otro despistado, sugiero que no siga leyendo, pues se me puede escapar algún spoiler. Aunque trataré de no hacerlo.
3. Un ritmo lento al principio, que ansía retrasar la revelación del primer secreto que esconde la trama, el primer giro argumental. El problema es que el secreto es bastante predecible. Aunque en este caso es bastante curioso, pues aunque todo apunte a que eso que uno sospecha va a realizarse, uno no puede evitar dudar al tomar en cuenta quién es el autor de la obra. ¿Cómo decirlo sin estropear la sorpresa? Es algo así como si uno tuviera un amigo nos invitase cada domingo, digamos, a cenar. Sin falta, los platos que nos sirve son siempre tallarines: al pesto, al pomodoro, al alfredo, pero siempre, sin excepción, tallarines. Entonces un domingo uno llega a su casa y percibe un olor a carne. Uno piensa: "no, es recontra improbable, pero ese olor..." Y cuando el amigo nos sirve el plato con carne, nos emocionamos pensando: "¡Pero vaya!" Y la probamos y sabe horrible.
4. El resultado es que a lo largo de la obra uno se siente incómodo. El relato termina banalizándose a causa de que el autor no sabe bien de lo que está hablando. Y uno no necesita conocer mucho la obra de MVLL para percatarse de ello. Cuando descubrimos la verdadera identidad del personaje de Bertha Pancorvo, confirmando así nuestras sospechas, nos emocionamos puesto que la historia pinta para bien: hay allí mucho jugo para exprimir. Sin embargo, el desarrollo termina defraudándonos. El personaje de Bertha Pancorvo se vuelve una especie de caricatura de lo que representa; el fuerte cambio emocional que obligadamente debería expresar su personaje queda resuelto con un par de sonrisas, un cuento marroquí narrado como si fuese una anécdota sin mucha importancia y unas fantasías que reducen su condición a lo puramente sexual. En comparación, "Chispas", el personaje de Ísola, está mucho mejor desarrollado, y el relato que comenzó como la historia de dos amigos se convierte en la historia de Chispas, el único personaje que posee algo de verdadero en su desarrollo. En consecuencia, hallamos una obra desequilibrada.
5. ¿Y MVLL, tras pasarse cinco años urdiendo esta obra, y con su larga trayectoria como autor y lector apasionado, no se ha dado cuenta de ello?


6. Acaso la obra se hubiera salvado si Bertha Pancorvo no hubiese sido elegida para su papel. Ha sido una de las actuaciones más frustrantes, falsas, descuidadas y robóticas que he visto en mi vida. Si de por sí su personaje no tenía gran profundidad, su actuación le ha quitado cualquier chance que éste tuviera para causarnos alguna conmoción. Carece por completo de cualquier clase de realidad. Pancorvo, verdaderamente, parecía un robot en escena.
7. Alberto Ísola, por su parte, es un gran actor, y ha logrado sacar lo mejor que ha podido de su personaje. Sin embargo, las situaciones en que el autor coloca a sus personajes les quita la oportunidad de tener peso, de que en la historia resalten las cosas que verdaderamente cuentan: el problema de identidad, la amistad quebrantada, la soledad, la frustración, la presencia de la muerte. Lo repito: banalización, levedad, poco desarrollo emocional. Se comprende pues que Ísola, que por lo común tiene esa habilidad de conmocionarnos y hacernos vivir la realidad de sus personajes, no haya tenido la ocasión de brillar en este montaje.
8. La dirección de Luis Peirano, sencilla y discreta, ha sido atinada.
9. All in all, uno no se aburre, hay que conceder al menos eso. El público aplaudió con entusiasmo. Al final, se ha carcajeado bastante con la caricatura y las lisuras que de cuando en cuando soltaban los personajes, además del hecho de que se trata de una obra del gran MVLL, cuyo nombre tiene el suficiente peso intelectual/literario como para convencer a priori a los espectadores de que han visto un buen montaje. En fin, si yo no fuese tan cobarde, y si Ísola, a quien respeto mucho, no hubiera sido convocado, no hubiese dudado en abuchear al final. Pero bueno, tampoco es la gran cosa.

* * *

Actualización del 1/4: Dejo el enlace al largo comentario (una página entera) de Alonso Alegría publicado en el Perú21 de hoy. A él tampoco le satisfizo. Su comentario tiene el defecto de develar todo el argumento de la obra, de principio a fin (y no advertirnos de que lo va a hacer), por lo que si algún lector de este blog (¡oh lector inexistente!) desea ver la obra, es recomendable que no lo lea. Algunos highlights:

Dotada de un perfecto lenguaje oral -no podía ser de otra forma en un prosista de su nivel- el verdadero tema de Al pie del Támesis se le va [al autor] de las manos.

Al pie del Támesis me deja el ácido sabor de algo importantísimo que pudo haber sido [y no fue].

La inminente publicación de la pieza en forma de libro me obliga a pensar que el novelista, probablemente, no mueva una letra. Lástima grande si así fuera, porque la idea [fundamental del argumento] es magnífica y tanto ella como el arte del teatro merecen, y hasta diría yo que exigen, un arduo y riguroso proceso de prueba y error, que no tiene lugar en la página escrita... sino con público y actores y sobre las tablas (...)

Esto último (que el arte EXIGE la depuración de la obra de MVLL) está un poco exagerado. En fin. Suficiente.

domingo, 30 de marzo de 2008

Rimbaud: Conte

CUENTO

Un Príncipe estaba molesto por haberse dedicado exclusivamente a la perfección de las generosidades vulgares. Preveía sorprendentes revoluciones del amor, e intuía en sus mujeres algo mejor que esa complacencia adornada de cielo y de lujo. Quería ver la verdad, la hora del deseo y de la satisfacción esenciales. Fuese o no una piedad aberrante, así lo quiso. Poseía, al menos, bastante poder humano para conseguirlo.

Todas las mujeres que le habían conocido fueron asesinadas. ¡Qué saqueo del jardín de la Belleza! Bajo el sable, ellas le bendijeron. Ya no encargó más: las mujeres reaparecieron.

Mató a cuantos le seguían, después de la caza o de las libaciones: de nuevo todos le seguían.

Se recreó degollando a los animales de lujo. Ordenó flamear los palacios. Arremetía contra la gente y la descuartizaba: la multitud, los techos de oro, los bellos animales seguían existiendo.

¡Cómo puede uno extasiarse en la destrucción, rejuvenecer mediante la crueldad! El pueblo no murmuró. Nadie dio su opinión al respecto.

Una tarde, mientras el Príncipe galopaba altivamente, se le apareció un Genio de belleza inefable, incluso inconfesable. ¡Su fisonomía y su porte prometían un amor múltiple y complejo! ¡Una felicidad indecible, incluso insoportable!. El Príncipe y el Genio se aniquilaron probablemente en la salud esencial. ¿Cómo no iba a costarles la vida? Así pues, murieron juntos.

Pero este Príncipe falleció, en su palacio, a una edad corriente. El Príncipe era el Genio. El Genio era el Príncipe.

Le falta música sabia a nuestro deseo.


Arthur Rimbaud. Illuminations.
Traducción de Juan Abeleira. Madrid: Hiperión, 1995.

Y la obsesión continúa. Este poema me ha dado tanto qué pensar que la tentación de comentarlo es, de lejos, algo que no puedo controlar.
Antes que nada, citaré a Patti Smith (la primera mujer que me ha incitado al headbanging en mi puta vida, y de la que también ando prendado); es una cita recogida por Graham Robb en su biografía titulada Rimbaud (Barcelona: Tusquets, 2001; la que ando leyendo, precisamente), que hallamos hacia la página 13:

El primer poeta punki [sic]. El primer individuo en hacer una proclama importante en favor de la liberación de la mujer al decir que, cuando las mujeres se liberen de la larga servidumbre de los hombres, van a hacerse oír de verdad (...)

Hace algunos meses, Smith reafirmó su teoría con ocasión de la publicación de un nuevo libro (otro más al montón) de Rimbe, Vida y hechos de Arthur Rimbaud (1854-1891): Rimbaud fue el "primer niño punk" de la historia, y, además,

(...) sin saberlo, Rimbaud escribió el manual de cómo ser una estrella del rock mítica.

Algo de eso había en mi post anterior, y seguramente he recordado esa noticia de Smith por escribirlo (aquí el enlace para leer la noticia completa, del 25 de octubre del año pasado, reportada por Ivan Thays. Releyendo la entrada me entero por fin de la razón de que siempre que leía cierto pasaje de "Mala sangre" recordara una canción conocidísima, cuyo autor jamás podría haber descubierto por mí mismo. Era La liga del sueño.) Y ya que hablamos de "Mala sangre", ¿por qué no citar también ese fragmento que tanto le gustó a Pelo Madueño como para usarlo de coro, y que resume bien la actitud por la que Rimbe ha pasado a la historia?

¿A quién me alquilaré? ¿Qué bestia hay que adorar? ¿Qué santa imagen atacar? ¿Qué corazones romperé? ¿Qué mentira tendré que sostener? ¿Qué sangre pisaré?

(Une saison en enfer, traducción de Julia Escobar. Madrid: Alianza, 2001)

Rimbaud es el rebelde por antonomasia; es, más puntualmente, un rebelde con un método. Uno se queda boquiabierto al descubrir hasta qué punto Rimbe llevó a cabo su metodología: desde el abuso sistemático de alcohol y de estupefacientes hasta una homosexualidad que, si bien no puede tacharse de puro método, algo tiene, sí, de subversión y martirio voluntarios. Fue una suerte de Jesús enloquecido que se sacrificó por un ideal quimérico. Y cuando se dio cuenta de que su plan había fallado, abandonó la escritura para siempre. Tenía 19 años; no necesitó escribir una sola palabra más.

En fin, todo esto es conocido y forma parte de la leyenda. En realidad, holgaba y huelga escribir todo el párrafo anterior, pero como es la primera vez que hablo aquí de la obra y la "filosofía" (por llamarlo de algún modo) rimbaldianas, supongo que está justificado. Aún falta explicar cuál es ese método, y cómo su obra cumple también con el rigor de esa ascesis, y un huevo de cosas más. Sin embargo, puesto que estas cosas escapan a los propósitos de este comentario, escribiré lo poco que sé de ellas en otra oportunidad. Y ahora sí termino con las digresiones.

Dos cosas sobre las citas de Smith. 1) Si aceptamos como válido un razonamiento a posteriori, bien podríamos llamar a Rimbe "el primer niño punk". Basta revisar versos como:

A la sombra de los pasillos de enmohecidas colgaduras
sacaba la lengua al pasar, con los puños apoyados
en la ingle...

("Les poèts de sept ans". Poesías y otros textos. Traducción de J. Abeleira. Madrid: Hiperión, 1988)

Estos versos, ¿no proporcionan la perfecta descripción -el niño rebelde caminando por los pasillos de la escuela- de un video que bien podría pertenecer a los Ramones? Más aún: ¿no nos brindan el fundamento para definir el paradigma del rock-star? Patti Smith ha dicho algo que, en realidad, era más que obvio (¡duh!). No obstante, no perdamos de vista que esta clase de comentarios a posteriori suenan muy bonito pero que, en última instancia, no pasan de ser ficticios: el verdadero Rimbaud está muy lejos de esos pankekes (rock-stars, en general) con canciones de dos acordes y cabezas sin ninguna idea whatsoever.

2) Si por un lado Rimbe es misógino, por el otro es, como dice Patti, "el primer individuo en hacer una proclama importante en favor de la liberación de la mujer". Aunque parezca, ambas cosas no se contradicen. Además, hay que ver las cosas en orden: lo primero es consecuencia de lo segundo, y no al revés. Una buena ejemplificación de la misoginia de Rimbe la hallamos en el poema "Mes petites amoureuses" (que Abeleira traduce por "Mis novietas"), con sus versos rebosantes de cólera violenta:

¡Oh mis antiguas novietas,
cuánto os odio!
¡Sujetad con dolorosos trapos
vuestras horribles tetas!

(...) ¡Quisiera partiros las caderas
por haberos amado!

En "Mes petites amoureuses", el poeta, enfurecido por descubrir algo repugnante con respecto a las que alguna vez fueron sus novias, decide vengarse. El hecho de que este algo no se determine hace que el poema pueda interpretarse de distintas formas. ¿Ha sido algo que las mismas noviecitas han hecho, o el cambio más bien se ha dado en el sistema de valores del poeta? Si nos inclinamos hacia la segunda opción, obtendremos al menos dos lecturas interesantes. Una, en la que las noviecitas representen una persuasión estética: el poema sería entonces una suerte de furibundo mea culpa, más o menos como Une saison en enfer.

La otra lectura vendría a relacionarse tanto con la cita de Patti Smith como con "Cuento", el poema de Illuminations.

Leamos antes "Cuento".

Un Príncipe estaba molesto por haberse dedicado exclusivamente a la perfección de las generosidades vulgares. Preveía sorprendentes revoluciones del amor, e intuía en sus mujeres algo mejor que esa complacencia adornada de cielo y de lujo [entiéndase aquí "lujo" como "lujuria"]. Quería ver la verdad, la hora del deseo y de la satisfacción esenciales.

¡Qué soberbias, qué perfectas son esas dos primeras frases! Como el protagonista de "Mes petites amoureuses", el Príncipe se da cuenta de algo que lo cambia profundamente. En esta oportunidad Rimbaud nos deja saber la razón: la falsedad de las relaciones sociales. Tras una vida dedicada a "perfeccionar" una cortesía hipócrita y vulgar con la nobleza (que Rimbe haya elegido a un príncipe es sintomático: la "etiqueta social" alcanza grados ridículos de rigurosidad en la vida cortesana), el Príncipe ha tenido suficiente. En cuanto a las "revoluciones del amor", recordemos ese pasaje clásico (y aparentemente válido para todas las épocas) del Delirio I, "Vierge folle" ("Virgen loca" o "Virgen necia", según el gusto del traductor), de Une saison en enfer,...

"No me gustan las mujeres. Hay que reinventar el amor, ya se sabe. Lo único que les interesa es asegurarse una posición. Una vez obtenida, dejan corazón y belleza de lado: sólo queda un frío desdén, el alimento del matrimonio, hoy en día. O bien encuentro mujeres, con los signos de la felicidad, con las que podría haber entablado una excelente camaradería pero que fueron devoradas antes por bestias tan sensibles como leños..." (El subrayado es mío)

...pasaje que quizás resulte ser uno de los mejores ejemplos de la misoginia de Rimbaud. En el pensamiento rimbaldiano, el hombre es preso de sus persuasiones morales. El primer Rimbaud, el de los poemas en verso (cf., en primer lugar, "Les premières communions"), pero también el último, el "infernal", es insistente en denunciar la religión como método de coerción del pensamiento. Los iconos religiosos ("¿Qué imagen santa atacar?", en "Mala sangre"), el dogma, los sacramentos, Dios, etc., son todos obstáculos para el hombre en su búsqueda de la libertad. Porque -y esto es otro tópico, desde luego- toda la obra de Rimbe está fundamentada en eso: la búsqueda de la libertad.

Pero no es sólo la religión: son todas las tradiciones y convenciones sociales las que obstaculizan esta búsqueda. La propiedad privada, los sistemas políticos, la institución de la familia, el matrimonio, la monogamia... todas son formas de esclavitud. Es por ello que Rimbe elogia tanto a los obreros y a los marineros, pues se trata de gente que no ha tenido la oportunidad de ser contaminada con la moral falsa que otorga la educación. Hay, pues, cierto tinte rousseano en el pensamiento Rimbaud: el hombre nace puro y la sociedad, por medio de la educación, lo degenera.

La mujer la tiene mucho más difícil. Si el varón es esclavo de sus convicciones morales, la mujer es doblemente esclava, puesto que se encuentra sometida, asimismo, al yugo masculino. Desde el principio, la mujer tiene en claro cómo debe comportarse y qué roles deberá jugar en la sociedad para ser considerada mujer; al tomar las decisiones respectivas, es su propia identidad la que está en juego. En tanto objeto de belleza y seducción, deberá vestirse y adornarse de cierta forma (sujetar "con dolorosos trapos / [sus]... horribles tetas", en "Mes petites amoureuses"; pensemos en la vestimenta femenina del s. XIX) para encontrar marido; en tanto esposa, deberá entregarse al cuidado de su esposo; en tanto madre, deberá dedicarse a enseñar a sus hijos cuáles son las reglas del juego para los varones y las mujeres en la sociedad, y quién de los dos es el que dispone socialmente del upper hand. ¿Y cuál es el hilo conductor que enlaza todos los roles de una mujer en la sociedad?

...intuía en sus mujeres algo mejor que esa complacencia adornada de cielo y lujo.

Rimbe lo define con, como diría Flaubert, le mot juste: complacencia. El objetivo de la mujer es complacer al hombre. Una mujer se define como tal en la medida en que los hombres queden complacidos con ella. Irremediablemente, la mujer más envidiable, la más mujer, será la más bella, la más seductora, la que eventualmente se case y procree. En otras palabras, la mujer más mujer será la que logre plegarse con mayor éxito a las exigencias de los hombres, a sus ideas de belleza y sus nociones de cómo es que debería comportarse una mujer. Su identidad está basada en cómo es que los hombres quieren que ellas sean. Y las que no satisfagan las demandas de sus hombres serán repudiadas como feas, putas, solteronas, etc. No habrán logrado realizarse como mujeres.

Ahora podemos comprender la misoginia de Rimbaud. Cuando las mujeres hacen del perfeccionamiento de su belleza, del matrimonio y de la procreación su meta vital y su -por decirlo de algún modo- fundamento ontológico, no están haciendo otra cosa que aceptar de buena gana su esclavitud. Bajo este contexto, la lectura que hacíamos de "Mes petites amoureuses" cobra sentido: el poeta está tan furioso porque ha caído en la cuenta de que ha estado enamorado de esclavas, y de esclavas, encima, contentas con su condición.

Se hace imprescindible, entonces, una revolución del amor. Hay que reinventar el amor, tumbarlo y construirlo de nuevo, cimentándolo con el máximo valor del ser humano:la libertad.

Los hombres deberán desprenderse de sus escrúpulos morales, y las mujeres deberán abandonar toda complacencia al sexo opuesto. Cuando ese nuevo Adán, desnudo de cualquier clase de falsedad, libre de toda estipulación social y dueño por completo de su propia voluntad, halle a esa nueva Eva, tan libre como su compañero, comenzará la revolución. Y la humanidad habrá hallado por fin la plena libertad.

Para las mujeres, esto implica un via crucis muchísimo más tortuoso que el del hombre. La mujer debe desprenderse de la identidad que la ha acompañado a lo largo de la historia. Para la mujer, esto no sólo significa abandonar todo lo que sabe, sino todo lo que ella ha sido generación tras generación. La de Rimbaud es una búsqueda casi quimérica, un deseo de una renovación social tan profunda que parece inimaginable. Herméticamente en el contexto en que se hallaba, Rimbe ya lo había expresado con cierta frase en la primera Lettre du voyant, dirigida a su profesor de escuela, Georges Izambard:

Me debo a la sociedad, es cierto; y tengo razón.
(Iluminaciones (Illuminations), seguidas de las Cartas del vidente. Traducción de J. Abeleira. Madrid: Hiperión, 1995)

¡Cuán perfectamente captó Patti Smith el mensaje del joven Rimbe! La veo vestida de terno, con una apariencia adrede andrógina, e imagino cuán maravillado se hubiese quedado Rimbe si hubiera tenido la ocasión de escucharla decir esas palabras que casi escupe al final del video:

Freedom is inside of me. It means that I'm not hanged up with anybody's ideas of how I should be. I'm outside of society. I'm an artist. Rock and roll is my art. I'm a "nigger" of the universe. And I'm free because I can lift up and scream, I can put this [levantando un brazo] up in the air, I don't give a shit. I'm not afraid of death. I'm not afraid of anything except fear itself.

* * *

El Príncipe desea desprenderse de una vez por todas de la moral humana. Hay algo en él que tiende hacia lo verdadero, "la hora del deseo y de la satisfacción esenciales" y, por consecuencia, repudia la falsedad de las relaciones entre los hombres. Entonces inicia el cumplimiento de su plan: asesina, en primer lugar, a todas las mujeres que lo han "conocido". Según una nota de Abeleira, el uso del verbo "conocer" aquí se refiere al "conocer sexualmente" a alguien. Es natural, pues todas estas mujeres están manchadas de la propia esclavitud del Príncipe, además del hecho de que el asesinato esté en las antípodas de la cortesía. Sin embargo, la masa de mujeres contentas con su esclavitud -hasta tal punto que bendicen a su asesino antes de morir- no mengua: éstas siguen apareciendo. Lo mismo sucede cuando el Príncipe comienza a asesinar varones. La sociedad se niega al cambio que el Príncipe quiere imponer a la fuerza.

Se recreó degollando a los animales de lujo. Ordenó flamear los palacios. Arremetía contra la gente y la descuartizaba: la multitud, los techos de oro, los bellos animales seguían existiendo.

Si recordamos "las casas de oro" de "L'orgie parisienne, ou Paris se repeuple", y tenemos en cuenta que casi siempre que Rimbaud habla de "lujo" se está refiriendo a la "lujuria", podemos interpretar respectivamente a los "animales de lujo" como prostitutas y a los "palacios" como burdeles. Tiene sentido el que el Príncipe arremeta contra las putas, pues el oficio de éstas es complacer al usuario y dejarlo satisfecho; ellas, incluso en su amoralidad, son también esclavas. Ésta nueva acción arroja el mismo resultado: las putas y los putañeros reaparecen.

El siguiente párrafo ("¡Cómo puede uno extasiarse...!"), y en general todo el texto, le recuerda a Abeleira el personaje de Calígula recreado por Camus. A mí me recuerda un cuento bellísimo de Flaubert, "La leyenda de San Julián el Hospitalario", cuyo protagonista es también, de alguna manera, una recreación de Calígula. No creo que este pasaje necesite mayor explicación.

El antepenúltimo párrafo remata el cuento con un palimpsesto (¡qué palabra tan pretenciosa!) del mito de Narciso. Es de cierta forma la derrota del Príncipe: éste ya se ha dado cuenta de lo inútil de su rebelión, y puesto que él es el único hombre capaz de llevar a cabo la revolución del amor, termina enamorándose de sí mismo.

El final recuerda al típico final de un cuento de Borges.

Pero este Príncipe falleció, en su palacio, a una edad corriente. El Príncipe era el Genio. El Genio era el Príncipe.

Y el golpe rimbaldiano que nos deja absolutamente desconcertados...

Le falta música sabia a nuestro deseo.

...como si nuestro Cuento fuera una suerte de borrador sin rimar, a falta de una música sabia, una estética poética acorde a lo desarrollado por la prosa.

¡Pero qué largo me ha salido todo esto! Llevo cerca de seis horas escribiendo este comentario. Estoy cansado pero satisfecho. Pienso que el "Cuento" de Rimbe puede ser leído hasta cierto punto como una autobiografía: allí está la búsqueda de renovación social y el fracaso del proyecto, muy al estilo de Une saison en enfer. Se comprende por qué los críticos son incapaces de proporcionarnos una cronología exacta de las Illuminations, aunque, como dijo Octavio Paz, es algo que carece de importancia: lo único que interesa es la cronología inherente a la obra en sí misma, y en ese sentido está claro que Une saison en enfer es posterior a las Illuminations, aunque algunos poemas de este último título hayan sido escritos antes que ciertas prosas del primero. ¡Qué soberbio nuestro pequeño Rimbe! Hay tantas cosas qué anotar de su obra, que podría pasarme años enteros escribiendo sin parar... y aún así los temas nunca se agotarían. Sea. Quizás (vamos, es lo más probable) siga escribiendo sobre la vida y obra de Rimbe otro día. Ahora me voy a descansar.

viernes, 28 de marzo de 2008

Agnóstico practicante


Yo también me confieso agnóstico practicante.
(De Liniers)

Post matin/après-midi

En el gran naufragio del hábito de lectura la poesía es, sin duda, la que se extinguirá más rápido. El mecanismo ya está en marcha. ¡Qué románticamente anacrónico resulta leer esas páginas de Los Detectives Salvajes en que uno de los personajes comenta (parafraseo de memoria): "levantas una piedra y encuentras a una chavita escribiendo de sus cosas"! Acaso la novela de Bolaño pueda leerse también como la crónica de los últimos días de la poesía: su fracaso por lograr esa doble renovación de sí misma y del mundo. Sería muy gracioso que el último pulso de la poesía tuviese un sesgo tan rimbaldiano.
Yo mismo no puedo leer un poema sin sentir al principio esa suerte de efluvio anacrónico, como el olor que desprenden esos libros que han estado cerrados demasiado tiempo. No es mi culpa. La masa de muchachos de mi edad que en el siglo XIX soñaba con la publicación de sus versitos en una revista o diario intelectual hoy sueña con la adoración masiva del rock-star. Si los héroes de Rimbe eran Baudelaire y ciertos poetas parnasianos, y el de Guillén Antonio Machado, los héroes de la juventud (Dios, hablo como si fuera un anciano) son Jim Morrison, Bob Dylan, Roger Waters, Kurt Cobain. Carajo, también son mis héroes. Es gracioso que de los cuatro nombres que he anotado, tres pertenezcan a generaciones pasadas y no a la mía. Incluso Cobain correspondería más a los gustos de mis hermanos mayores, si los tuviera. (Escribiendo esto último me he acordado de un capítulo de Six Feet Under en que, por medio de un flashback, aparece un Nathan joven, chaqueta de cuero incluida, escuchando un casette Nirvana y llorando por la recientísima muerte de Kurt. Y, cuándo no, fumando hierba.) En fin. Hoy en día, el vehículo lírico por excelencia es la canción; la rima ya no se sostiene por sí misma, necesita de una música que la acompañe. Lo que equivale a decir que la canción ha desplazado a la poesía. Sólo en algunas maravillosas excepciones podemos decir que la canción no ha dejado de lado la poesía, sino que se ha mezclado con ella generando un objeto de arte de belleza inconmensurable:
¡Ah! ¿Qué razón de ser
me habrá puesto piel
en la inmensidad?
Esos versos metafísicos de Spinetta ("¡Ah, basta de pensar!", Kamikaze, 1982) son dignos estar al lado de poemas tan geniales como Escrito a ciegas o Muerte sin fin. Otro ejemplo podemos hallarlo en una canción de Sabina, a quien tantos tienen como un verdadero poeta:
Y morirme contigo si me matas.
Y matarme contigo si te mueres.
Porque el amor, cuando no muere, mata.
Porque amores que matan nunca mueren.
Me arriesgo a decir que el impacto de esos versos escritos en un poema (incluso para el lector más devoto de poesía) no hubiese sido el mismo que el que poseen cuando son cantados por Sabina, cuya musicalización halla unos énfasis en las palabras que una lectura llana jamás hallaría. Gran parte de la belleza oral de la poesía se ha esfumado con la proliferación del verso blanco. Pienso que (y esta es otra de mis opiniones radicales), al enfrascarse en la búsqueda de una mayor libertad en el lenguaje, la poesía ha dado un paso más en el camino de su extinción. Pero no nos desviemos. Un tercer y último ejemplo del matrimonio perfecto entre poesía y canción: las imágenes "surrealistas" (más valdría decir, como los personajes de Bolaño, "infrarrealista") de "Ballad of a Thin Man", de Dylan, otro férvido lector -¡y cómo se nota!- de la obra de Rimbe.
You see this one-eyed midget
shouting the word "NOW".
And you say: "for what reason?"
And he says: "HOW?"
And you say: "what does this mean?"
And he screams back: "YOU'RE A COW!
Gimme some milk or else go home!"
Acaso Dylan fuese, sin querer queriendo, algo semejante a lo que buscó Neruda cuando disminuyó el número de sílabas de sus versos y "des-complicó" su lenguaje: un artista comprometido cuya obra fuese capaz de entenderse a nivel "popular". Acaso el primer Dylan, del que dijeron tanto que tocaba música folk, el Dylan de "Blowin' in the wind" y "The times they are a-changin'", encarnó ese ideal. Acaso a lo largo de su vida Bob Dylan haya sido el mejor paradigma del poeta-cantante desde que la poesía comenzó a ceder (posiblemente, desde mitades de los cincuenta del siglo pasado), el más completo, el que reunió las líricas sencillas y a la vez profundamente humanas y una música desprolija, así como la rebeldía, la moderna convicción de la inutilidad del arte, la mutación constante de estética y personalidad, el compromiso político, la conversión religiosa, el carácter tímido y huraño, todo en un solo hombre. Sólo por la existencia de Dylan puedo convenir con quien -¿quién fue, por cierto?- dijo que si Rimbe hubiese nacido en nuestra época, hubiera sido sin duda un rockero (y sólo si lo ubicamos entre mediados de los sesenta y comienzos de los setenta). ¿Se imaginan qué clase de música hubiese producido esa mente desviada y perversa? Sería interesantísimo ligar las distintas etapas de su vida y obra con los diferentes tipos de rock hasta ahora existentes, a pesar de que el resultado, sea cual sea, nunca estaría completo. Podríamos imaginarlo como un proto-Marilyn Manson, como un Cobain mil veces más inteligente, como un Jimi Hendrix mil veces más drogado...

Pero estaba hablando del final de la poesía, y de la desaparición de la lectura. Por un lado, la canción ha desplazado al poema -esto no es tan malo mientras existan las excepciones y no se pierda el hábito de consumir poesía. Por el otro, los novelistas sueñan con filmar sus historias (tenía un profesor que renegaba de esto), lo que resulta sintómatico si bien no es ni malo ni bueno en sí mismo. Y en medio, un grueso de teleaudiencia hipnotizada 24/7. Philip Roth lo puso de esta forma: "Hemos perdido la batalla contra las pantallas. Pronto la lectura será una cosa de culto". Roth llega por medio de la especulación a la misma conclusión a la que Caleb Crain arriba por medio de datos estadísticos en el artículo que publicó el año pasado en The New Yorker, "Twilight of books" (autobombo: el hipervínculo lleva a una traducción mía del ensayo). Crain nos advierte desde los primeros párrafos que el panorama es desesperanzador:

No existen razones para pensar que la lectura y la escritura están a punto de extinguirse; algunos sociólogos, sin embargo, especulan que la lectura por mero placer acabará por reducirse al ámbito de una "élite lectora" (...) Nos advierten que es probable que carezca del prestigio de exclusividad propio de esa época; puede que sencillamente se convierta en un "pasatiempo cada vez más arcaico."

¿Qué sucederá cuando los libros se vuelvan cosa de anticuarios, excéntricos, esnobs y freakies? Como dice Crain, nadie sabe qué alcance tendrá este cambio. La aventura literaria -al menos como fenómeno de difusión masiva- habrá durado lo que dura un parpadeo: poco más de tres siglos. ¡Temed, intelectuales, temed la inminencia de la segunda oralidad!

Pero yo hablaba de la poesía. Cuando ya nadie salvo los sub-normales lea poesía y ya nadie sienta esa magia que surge de una frase como chispazo de un fósforo, desde los versos más sencillos ("¡Qué descansada vida...!", "Toda ciencia trascendiendo", "Verde que te quiero verde"...) hasta los más complicados ("Estas que me dictó rimas sonoras", "Hay que ser absolutamente moderno"), cuando estas cosas formen parte del pasado ingenuo y vergonzoso del hombre, ¿dónde hallaremos una patria tan propicia como ella para soñar despiertos?


jueves, 27 de marzo de 2008

Post après déjeuner

Llama la atención lo tremendamente voluble de la naturaleza de cualquier situación o conducta. Ayer, esperaba prendido en llamas; hoy, la compañía humana me es profundamente indiferente. El verdadero problema es que uno se hace expectativas con los demás que éstos rara vez pueden colmar. Todo es tan grosero que parece hecho adrede. El aburrimiento conduce a la misantropía y la misantropía es otra manera de aburrirse.
Y, bien sûr, al otro lado está la misoginia. De golpe he comprendido el significado de una frase de las Illuminations de Rimbaud, "animales de lujo", al recordar una escena de mi vida que, si no fuera por Rimbe, hubiera olvidado sin remedio, de lo insignificante que era. Por contraste, ahora odio a casi todas las mujeres. ¡Qué razón tenía (tiene) el pequeño Rimbe cuando escribió: Hay que reinventar el amor!
Contradictoriamente, me he quedado prendado de Patti Smith. Una excepción a mi machismo musical.
En fin, ando leyendo una biografía de Rimbe, lo que explica mi testarudez por citarlo y hablar de su vida. Hace poco vi una película reciente inspirada en Bob Dylan que me prestó Fernando, y, aunque no me gustó (too arty, aunque Cate Blanchett estuvo demasiado chévere), no pude evitar sonreír como un idiota (¡la sonrisa del idiota!) cuando uno de los personajes se presenta como ARTHUR RIMBAUD. Algún día dejaremos rosas blancas empapadas en ajenjo al pie de su tumba en Francia; guardaremos las rojas, cómo no, para Jim Morrison.

En fin. Me voy, a pararme en alguna esquina a silbar ese estribillo de Carmen que dice

Sur la place, chacune place,
chacun vient, chacun va.
Drôles les gens que ce gens-là!




miércoles, 19 de marzo de 2008



La Traviata
Acto I: "È strano", "Ah! Fors'è lui..." & "Sempre libera"
Giuseppe Verdi.
Solista: Anna Netrebko.


Tristan und Isolde
Preludio.
Richard Wagner.
Bayerische Staatsoper Bayerisches Staatsorchester (Teatro Nacional de Munich).
Dirige
Zubin Mehta.