martes, 13 de julio de 2010

Cuando la ciudad es nuestra
y el tiempo imperecedero
cada esquina una posibilidad
de muerte iluminada
de besos que detiene el aire
alegría que estampa
sus arrugas en el corazón lozano
la calle recién asfaltada que
proclama su pudor de piel
todo ruido
todo música en sordina
(uno no se da cuenta)
pasan los zapatos
una mirada perdida
la frugalidad de una ciudad dormida
el cadáver de una bestia acechante
la solemnidad del sueño del vigilante
y el semáforo que late como un corazón
caricias que uno lanza al olvido
ruido
las tetas de un bar que se salen del escote
presencia
la cañita encima del vaso
rouge
golpes en el antebrazo mirada
el viento parece un milagro
cuando sólo resta la lucha
de unas palabras que se olvidan como las sombrillas
cuando se mira cantar a la persona que se ama
palabras
ruido
viento que juguetea en los oídos
sin nada más que decir que el ruido
sin nadie cerca
guiñó el auto que se aleja ya
tradujo sus pantorillas la caricia que fue deseo
improntas inútiles de ardor y fantasía
la noche se traga todos los deseos
la noche se traga todos los gritos
cada gota de sudor
pulverizada en su alquimia de asfalto
perdido cada latido
que se hunde en lo más profundo de un aullido lejano
¡cuando sólo se necesita memoria
¡cuando resulta imposible
ser ya solamente un niño
postergado en la pena de una noche eterna