domingo, 4 de abril de 2021

Es difícil pensar cuánto cambian las personas que dejamos atrás y que se nos han aparecido en la mente, azarosamente o no. Cuánto cambian las personas, la barbaridad de cosas que les pasan.

Si esta persona regresara a mi vida, desde aquel cuadro fijo en el 201x en el que vive en mi memoria, ¿cuánto de nuevo podría ver? Es difícil, también, percibirse a uno en el cambio a través del tiempo. 

Luego pienso: algunos eventos (cartones, viajes, personas) pueden ser hitos de una relación más bien anecdótica, que no hay quien en verdad cambie mucho. ¿Pero puede considerarse en verdad que la memoria es fiel? ¿No sometemos nuestras experiencias a un estricto tamiz que filtra lo peor de ellas?

Pienso en todo lo malo que pasé con esa persona. Me veo a mí mismo fumando (cuando aún fumaba) en una calle desasida, suplicando. Dolor negro derramándose en el pecho. Tengo que pronunciar en silencio las palabras para caer en la cuenta. Las más de las veces, es un ejercicio voluntario recordar lo peor de las personas.

Entonces, esa memoria es un jirón fantasmático de un recuerdo mal conjurado. Una frase a medias convenientemente interpretada. También la interpretación de los recuerdos cambia con el tiempo. Ciertamente, algunos de ellos se vuelven más inofensivos conforme se nos pasa la vida, justamente por ese olvido involuntario que es al mismo tiempo una forma de supervivencia.


(4/4/21)

sábado, 3 de abril de 2021

No tengo especial valor, ni vocación de mártir. No me gusta el dolor. He escapado varias veces de confrontaciones. Las más, no me compro el pleito.

Sí es cierto que tengo proclividad al autosabotaje. Cuando me castigo, el dolor es por lo general una idea en el futuro. No creo que tener valor para mutilarme. Pero no puedo decir que duerma bien nunca.

Mi vida es muy pequeña y está repleta de culpa.

Lo que tengo (siempre he tenido) es rabia. Rabia por mí. Rabia por los demás. Rabia rabia rabia, inagotable, inservible, pletórica y alucinante rabia. Una rabia que es una falsa promesa de redención de la que no me puedo espantar.