jueves, 26 de junio de 2008

1. Necesidad de explicar las cosas. Necesidad de recordar todos los puntos de la explicación, cada palabra, cada forma de cada guijarro que forma el camino. Necesidad de repetir; horror del olvido. Luego, necesidad de una explicación para la explicación.
2. Necesidad de comprender. Necesidad de saber que se está comprendiendo.
3. Conciencia de que para comprender hay que arriesgar el pellejo. Miedo de salir herido. Espanto a la inmovilidad. Esperanza en el sufrimiento.
4. Sensación de vacío.
5. Sensación de hartazgo.

5 (/1.) Harto de los límites del cuerpo. Harto de querer sentir y, a la vez, temer la sensación verdadera. Harto de la gente, que parece nunca llegar a comprenderme. Harto de esta ciudad, de que al mediodía salga el sol y en la noche, cuando a uno se le ocurra caminar y pensar un poco, comience una puta lluvia infinita. Harto de aparentar cortesía, de ser incapaz de decir: "no me importa un carajo lo que me estás diciendo, si te sonrío es porque tengo miedo, porque se supone que debo ser buena gente, porque no me quiero quedar solo, cuando en realidad me importa un carajo lo que me dices, es más, no entiendo nada, y te escucho porque soy incapaz de concentrarme en cualquier otra cosa cuando alguien me habla, pero ya ves, me cago de miedo, ¿puedes verlo?, ¿puedes siquiera sospechar que me cago de miedo y que me aburres?, ¿y que, a la vez, temo aburrirte?, ¿puedes ver más allá de la superficie de mi silencio?, no, porque sigues hablando, porque jamás te callarás, y a mí me llega al pincho lo que me estás diciendo." Harto de no escribir, de no pensar. Harto de la embriaguez absurda de la farsa a la que me someto. Harto de mi falta de disciplina. Harto de que mi propio cuerpo me niegue el rigor que le exigo. Harto de los clichés, de la degradación consciente del lenguaje, de retroceder un paso para establecer una comunicación ficticia. Harto de los nombres y de las fechas, de la ciencia y de la literatura. Harto de aparentar lo que no soy. Harto de....
4. Vacío. Vacío. Vacío. Vacío. Vacío. Vacío. Vacío. Vacío. Vacío. Vacío. Vacío. Vacío. Vacío. Vacío. Vacío. Vacío. Vacío. Vacío. Vacío. Vacío. Vacío. Vacío. Vacío. Vacío. Vacío. Vacío. Vacío. Vacío. Vacío. Vacío.
3. "Ciencia y paciencia / el suplicio es seguro." ¿Seré capaz de sobrevivir la cuota de Violencia necesaria para la fiebre? ¿Podré sobrevivirme a mí mismo?
"Lo único verdaderamente insoportable es que nada en este mundo es insoportable."
Soy un cobarde.
2. NULIDAD DE LA MENTE.
1. Sentado en medio de un desierto, Funes observa el movimiento inmóvil de la noria. Piensa en las modalidades griegas del infierno; se masturba pensando en la expresión de Sísifo al ver rodar la piedra, al verlo comprender por primera vez. Recuerda unos versos y sonríe, deseando con furor rabioso pronunciar, cada vez con más fuerza

How happy is the blameless vestal's lot!
The world forgetting, by the world forgot.
Eternal sunshine of the spotless mind!
Each pray'r accepted, and each wish resign'd.

Aunque al final no dice nada.

sábado, 21 de junio de 2008

La puerta está ahora abierta. Tanto miedo... pero de mí mismo, de mi propia inclinación hacia la miseria. ¡Pero cuán cierto es que no existe conocimiento sin pérdida, fascinación y empuje sin la debida cuota de violencia! Science et patience... Dios mío. O en palabras de Calígula: "No hay como el odio para que las personas se vuelvan inteligentes."
Qué mejor ejemplo que el yo de estos días. Casi no leo, y cuando leo no entiendo un carajo. Es decir, entiendo, pero no entiendo. Me sucede que todo ahora me resbala. ¡Mis preciosas lecturas! Ayer leí Calígula, de Camus, y estaba todo ahí, todo visible. Y lo veía, pero a la vez... Pero a la vez. ¿Por qué sólo puedo pensar en términos teóricos, en problemáticas fantasmales? La víspera de anteayer me la pasé escribiendo un pseudoensayo sobre El malentendido, que no voy a postear porque es demasiado absurdo, y lo mismo: comprendo el aspecto teórico, pero en algún punto mis ojos se cierran ante el drama. ¡El drama! Puedo reflexionar por horas, por ejemplo, sobre el elemento existencialista en el drama de Camus, la modernidad de sus personajes (Friedrich y el ideal vacuo)... digamos, en Calígula, la radicalización de la lógica, que es a su vez la negación de ella, o la esclavitud del hombre frente a su propia muerte, o cómo para matar a la muerte se necesitaría negar la vida misma... pero los mismos hechos no conmueven. Vamos, estas mismas reflexiones me dejan insatisfecho, árido. Árido.
Quizás sólo baste prender el equipo y escuchar a Wagner.
¿Por qué me cuesta tanto hablar de mí mismo?
Quizás sólo haga falta trabajar. Sufrir y después trabajar duro, pasarse las noches en vela, fumando o emborrachándose o lo que sea; demencia, demencia y un desprecio orgulloso, una sana envidia, la negación de todas las cosas, movimientos circulares. Un amor maravilloso e indiferente. Una moral que se anule en sí misma. Un cuerpo en espléndida decadencia. Y millones, millones de páginas llenas de circunlonquios, de accesos de fiebre, de miseria mal entendida, de oraciones entrecortadas y mierda, mierda, mierda, mierda.
A la mierda con el francés. Lo que único que quiero es dejar de querer, y aún así obtener lo que quiero.

viernes, 20 de junio de 2008



Pelléas et Mélisande
Acto I: "Prélude" & "Je ne pourrai plus sortir de cette forêt"
Claude Debussy. Libreto de Maurice Maeterlinck.
Orchestra and Chorus of Welsh National Opera.
Conduccióm: Pierre Boulez.
Montaje y dirección: Peter Stein.

Golaud........ Donald Maxwell
Mélisande..... Allison Hagley

La historia de Pelléas y Mélisande, bueno, parece un poco tonta pero su tratamiento es hermoso, sutilísimo, muy congruente con la música de Debussy. ¿Qué puedo decir? Más de dos horas de sutilezas melódicas, sentimientos a medio expresar y situaciones que nunca se resuelven del todo, incluso para un amante de las óperas (no que yo me considere uno, al menos aún), es bien difícil de soportar. Como quien dice, "bellamente aburrido". Parece que aún nosotros, habitantes del siglo XXI, no estamos listos para captar en toda su maravilla una música como la de Debussy. Y en cuanto a la obra en sí (porque la pieza de Maeterlinck estuvo originalmente escrita para el teatro), siempre me pareció que demasiado compleja y sutil -la palabra clave para comprender a Maeterlinck y a Debussy es esa, "sutil"- como para montarse con éxito. Una de esas obras que, como el Fausto de Goethe, son más para leer que para ver representadas. (La última vez que se representó Fausto completo, en Alemania, para un aniversario no sé si de la obra o del autor, el montaje duró 5 días a razón de 5 horas por día, o algo así... como 2,666, de 5 horas de duración... mierda, cómo me hubiera gustado ir a ver esa pieza.) ¿Qué más? Ah sí, el montaje de este Pelléas... es maravilloso, aunque el vestuario en algunas escenas es francamente horroroso. Y Allison Hagley está buenaza. Y José Van Dam le gana a Maxwell como Goloud. Nada más.

sábado, 7 de junio de 2008

Los número seis



De la obra.

El año pasado el Británico organizó un concurso de dramaturgia, el primero de esta asociación, cuyo premio era el montaje de la obra ganadora. De modo que el estreno Los número seis, de Gino Luque Bedregal, era uno de los más esperados de este año. El argumento, bastante difuso, es más o menos el siguiente: una mujer ha sido raptada y torturada por un "esquadrón de la muerte" (o algo así) hace dos décadas, y ahora busca al responsable. De los seis sospechosos enmascarados, la mujer señala, con algunas "contradicciones" (dice el programa, yo diría más bien que con argumentos absurdos, como el de "le gustaba cantar una canción de Edith Piaf, inventándose las partes que no conocía"), al número seis. Y ya, eso es.
El tratamiento es el del teatro del absurdo. Los personajes y las situaciones son estrambóticos adrede. ¿Pero cuál es el motivo? Aquí, en mi opinión, yace el primer error, acaso el fundamental. Pensemos en Esperando a Godot: "absurdización" del destino humano, metáfora del círculo, etc. Pensemos, con más cercanía, en El teniente de Inishmore: "absurdización" de la violencia. La intención de Los número seis parece haber sido la misma que la de McDonagh: "absurdización" de la violencia, es decir, hacer absurdo el hecho dramático para demostrar, en última instancia, lo absurdo de la violencia humana. El problema es que la pieza no lo logra. El elemento más importante parece siempre quedar en segundo plano, subordinado a la misma naturaleza de la obra. A lo largo de la pieza, la violencia de la que nos habla la mujer queda relegada -con excepción de una pequeñísima y muy decorosa escena- a lo que ésta y el resto de personajes nos dice de ella, diálogos exteriorizados de forma acelerada y con una dicción, sobretodo en el personaje de Leonardo Torres, que se concentra más en lo extravagante que en hacernos sentir su presencia y su horror. Banalización, pues; superficialidad. McDonagh nos salpicaba de sangre para luego, con el elemento del absurdo, golpear al espectador con la estupidez de esa violencia. El absurdo en Los número seis parece ser, en última instancia, totalmente arbitrario.
También se nos dice en el programa que la obra trata de la insuficiencia del lenguaje para expresar las necesidades, los miedos, los deseos, etc. del ser humano. Esto, en realidad, se reduce a una que otra dificultad en la mujer para hablar (como si de un tartamudo se tratara), a frases que pretenden ser "profundas" sin serlo realmente y descripciones cuasi-científicas de distintas formas de asesinar o torturar a una persona que, a pesar de su intención, quedan en eso, simples descripciones. No encontramos lo que sospechábamos que íbamos a encontrar, esto es, la insuficiencia del lenguaje para abarcar una situación tan horrenda y psicológicamente compleja como es la violencia, sino, de nuevo, sólo personajes que hablan de manera graciosa y con ritmo aceleradísimo de cosas que, por uno y otro motivo, parecen serles tan lejanas como al mismo espectador.
A final de cuentas, una pieza que no cumple sus propias expectativas, que peca de superficial y presuntuosa. Y ni hablar de las expectativas del espectador.


Del montaje.

Bello en su desmesura, como una ópera. (De hecho, la primera escena me pareció un cruce entre Eyes wide shut y el primer acto de La Traviata de Willy Decker, aunque éstas son cosas mías.) Ricardo Morán, nuestro bienamado árbitro en los matchs de impro del Patacultural, ha logrado con este montaje un objeto artístico de notable belleza, desde el principio hasta el final (aunque, quizás, con excepción de la música en algunas partes), subsanando, hasta cierto punto, los baches del texto. Podría decirse que la dicción acelerada que ya mencioné hizo que la pieza trastabillara, aunque yo diría más bien que la obra en sí misma tenía patas cortas. A lo que Morán y otras personas llamaron "una obra difícil de montar", yo lo llamaría una obra defectuosa de por sí. Un montaje que aprovecha con ingenio el espacio del proscenio, muy al estilo de una ópera cómica, así de exagerada y extravagante, con pasajes musicales (los que iban bien) en contraste cómico con la situación, como, si mal no recuerdo, lo hacía Kubrick.

De las actuaciones.

Nada malo se puede decir de ellas. Leonardo Torres: maravilloso como siempre, se ha metido en una obra que desmerece su talento. Carmen Aída Febres: ¡gran bailarina!, una actuación efectiva, aunque sin mucho espacio para lucirse (exceptuando, claro, el tango de la primera escena). Los demás, sin que nadie resalte, también lo han hecho muy bien.

Creo que eso es todo. Una decepción, ojalá que este año los jueces sepan escoger mejor.

Y aquí un videíto que me choreo de El Comercio:



Unos apuntes más. Un error ver ese video después de haber escrito el comentario. En fin. Primero, lo de que el espacio debe ser el evocador principal de la violencia, es sólo una buena idea en teoría: al ver el montaje, la sensación no es lo suficientemente fuerte. Segundo, lo de que el sospechoso número seis no era realmente el culpable... bueno, sólo me entero de eso por la palabras de Morán, en realidad esto no es evidente en el montaje. La idea acaso sea explícita, pero la verdad es que se pierde en el desarrollo. Algo parecido sucede con lo de "todos podemos ser culpables", una idea buena pero que carece de desarrollo y termina perdiéndose, si acaso alguna vez apareció. Lo último, esto de que "la violencia se reproduce como los conejos", expresado con diversos dibujos de conejos a lo largo de la obra, una gran idea, pero que sólo puede llegar a descifrarse si uno ha leído el programa. Y como los programas no los regalan... Bueno, eso era.

jueves, 5 de junio de 2008

Estrella salvaje


Ayer acabé por fin a Wilde (en algún momento escribiré algo de la experiencia, o no) y me he puesto a leer la novelita cuya traducción causó furor hace unos meses -con muchos bloggers preguntándose, muy escépticos, hasta cuándo durará la fiesta- allá por Gringolandia, Estrella salvaje, de R. Bolaño. A Bolaño le tengo un cariño especial. En el 2005 un profesor que tuve en la universidad nos mandó a leer Los detectives salvajes, y la experiencia fue demoledora. Cuando la leí, sin embargo, tenía un panorama estrechísimo de la literatura en general -aún lo tengo, aunque algo menos estrecho-; después de algunos meses, o años, tras leer casi todo lo que había por leer de Bolaño en seis meses o algo así (eso sí, un poco distraídamente), y habiendo leído ya algo más, me pregunté si el asombro había tenido algo de pueril e ignorante. Un poco la pregunta que se hacen muchos lectores que, desesperados, comienzan a preguntarse si están equivocados al admirar a un autor que, de súbito, todos comienzan a admirar -aunque por razones muy distintas. Y un poco lo que pensaba ayer o anteayer sobre una frase del Retrato que decía algo así como "lo vulgar es más real que cualquier otra cosa". Lo sé, no tiene mucho sentido si lo digo así. Hay una concatenación de ideas allí sobre la que me gustaría escribir, pero que no tiene relevancia aquí. Vaya, todo lo que acabo de escribir no tiene relevancia alguna con el tema que quiero tocar. Mierda.

Lo que realmente quería o debía (¡debía!) escribir era más o menos esto. En Estrella hay ya muchos elementos que irán a repetirse en las siguientes novelas de Bolaño. En realidad, uno tiene la sensación de que Bolaño no ha hecho más que escribir la misma novela una y otra vez, al menos desde La pista de hielo. Acercándose paso a paso a su obra monumental, al libro soñado durante años y años. Estrella se anuncia desde el principio como una ampliación del último capítulo de La literatura nazi en América, y su trama desarrolla la vida y obra del soldado, poeta y asesino llamado aquí Carlos Wieder (en La literatura nazi, Ramírez Hoffman) narrada en primera persona desde la perspectiva de un tercero (en La literatura nazi es el mismo Bolaño, aquí aún no estoy seguro).

La literatura, la fascinación detectivesca, la violencia como experiencia de profunda transformación, el exilio de latinoamericanos a los lugares más inverosímiles, los amores tristísimos, la juventud súbitamente terminada, y hasta incluso una escabrosa similitud entre los crímenes de Wieder y la matanza, real, de mujeres en Ciudad Juárez, que serviría de base para uno de los capítulos más horrorosos escritos jamás, todos ellos temas que se repiten una y otra vez en la prosa de Bolaño, todos, están allí. Y, desde luego, también esos personajes tan tristes, tan inconsolables. A su manera, los personajes de Bolaño son muy hemingwayianos. Rezuman fracaso y miseria. Acaso la diferencia más importante se halle en que los de Hemingway no son totalmente conscientes de su miseria, como si se limitaran a vivir lo que les tocó sin hacer demasiadas preguntas, sin autocuestionarse ni arrepentirse. Sin atormentarse por lo que pudo suceder y no sucedió, o lo que sucedió y no debió suceder jamás. Su memoria, en este sentido, es escasa, quién sabe si accidental o voluntariamente. Los personajes de Bolaño, en cambio, tienen una memoria abrumadora. Dedican su vida desesperadamente a recolectar datos, a reconstruir y desentrañar cada pieza del puzzle. A comprender, en una palabra, y muy al estilo del Zavalita de Vargas Llosa, cuándo es que sus vidas se jodieron. Lo detectivesco en ellos es una forma de autoflagelación.
Pero no, esto no es exacto. En realidad, ellos conocen el momento exacto en que sus vidas se jodieron. Es el mismo en Estrella y en los Detectives: el golpe del 73 de Allende. El cambio súbito, violento, el momento en que, en palabras de Bolaño, "comprendieron que no comprendían", el momento en que la juventud se desvaneció para dar paso a una vida horrorosamente informe y evanescente. La violencia -en un sentido amplio: violencia como precipitación de los hechos, como destrucción de la realidad, como certeza repentina de haber caído en el absurdo- tiene en Bolaño una consecuencia particular: la de transformar a los que la padecen en fantasmas desde ese punto hasta el final de sus días. Hay algo inasible que se pierde para siempre, o, visto de otro modo, hay algo que para ellos la realidad pierde y ya no vuelve a recuperar. Y esta pérdida, sea lo que sea que se haya perdido, se transforma en Bolaño en la experiencia de todo un continente. Como si Bolaño hubiese hallado en esa-cosa-perdida nuestra más fundamental "latinoamericanidad".
Leer a Bolaño es francamente escalofriante. Leyéndolo, uno llega a convencerse de que los personajes que murieron han tenido mejor suerte que los sobrevivientes: éstos, en última instancia, tienen que cargar con las muertes de los primeros. El evento es tan devastador que los muertos terminan teniendo más realidad, más materialidad que los vivos, que devienen fantasmas. Un poco la respuesta a la pregunta que lanzaba Radiohead al aire en uno de sus videos más geniales. Un poco la más perniciosa de las pesadillas.

martes, 3 de junio de 2008



Tristan und Isolde
Final del Acto I: "-Tristan! -Isolde! -Treuloser Holde!"
Richard Wagner. Libreto de R. Wagner.
Chor und Orchester der Bayreuther Festspiele.
Conducción: Daniel Barenboim.
Montaje y dirección: Jean-Pierre Ponelle.
Grabación: Festival de Bayreuth, octubre de 1983.

Tristan.............René Kollo
Rey Marke.....Matti Salminen
Isolde...............Johanna Meier
Kurwenal........Hermann Becht
Brangäne.........Hanna Schwarz

Hace unos días acabé de subtitular el primer acto de Tristan, y quería poner algún extracto del resultado. La verdad, el sonido no ha quedado muy bien, pero vaya, al menos lo intenté. Esas huevadas son REALMENTE difíciles, por Dios. En fin, éste es el final del primer acto. Tristan e Isolde acaban de beber el trago expiatorio. Brangäne ha trocado la poción de la muerte por la del amor, por lo que ambos han caído enamorados. Esto coincide exactamente con el final del viaje a Cornualles. El rey, enterado de su llegada, sale a recibirlos. Los marineros saludan con loas a su rey. Kurwenal, el escudero de Tristan, se apresura a avisarle a éste que el rey se acerca en un bote para escoltar personalmente a Isolde, su prometida, a tierra firme. Tristan, sumido por completo en su amor por Isolde, ni siquiera es capaz de recordar a qué rey se refiere Kurwenal. La escena acaba con la aparición del rey Marke, y los saludos respectivos del resto de personajes.

lunes, 2 de junio de 2008



La fille du régiment
Acto I: "À mes amis, quel jour de fête" & "Pour mon âme"
Gaetano Donizetti. Libreto de G. H. Vernoy de Saint-Georges y J. F. Bayard.
Solista: ¿...hace falta decir quién es ¬¬?

Bueno, ésta es EL aria del pata. Según dicen, nadie, desde Pavarotti en el inicio de su carrera, ejecuta el bel canto como él. Su destreza es evidente, más aún en "Pour mon âme", cuyos 9 dos son legendarios en el mundillo operístico por su extrema dificultad, que el pata éste parece sortear como si las huevas. Qué se puede decir, la rompe. En el Royal Opera House londinense le dieron una ovación que duró más que la propia aria. El vídeo también está en YouTube.

Y algo más, a propósito del pata. Minuto 04:28, hasta el 05:14.




domingo, 1 de junio de 2008

La prueba



Ayer fui a ver La Prueba, de David Auburn, dirigida por F. Lombardi. Esta vez no voy a estropearme la experiencia intentando describirla. La obra fue maravillosa. Bellísima. Y punto.



Die Walküre
Final del Acto I: "Siegmund heiss ich"
Richard Wagner. Libreto de R. Wagner.
Conducción: Ricardo Mutti.
Solistas:
Siegmund........ Plácido Domingo
Sieglinde.......... Waltraud Meier

NOOOOOOTUNG!!! Y ese último minuto... PUTA MADRE.

Esta parte corresponde a la consagración del amor entre Siegmund y Sieglinde. Un extraño ha llegado al hogar de Sieglinde buscando refugio; en su lugar, se ha ganado un duelo con Hunding, el esposo de Sieglinde, que tendrá lugar al día siguiente. Sieglinde le habla al extraño de una espada que un viejo vagabundo dejó incrustada en un árbol y que nadie ha sido capaz de liberar. El extraño reconoce en él a Wälse, su padre, y libera la espada con facilidad; en la mujer, sorprendido, reconoce a su hermana gemela, perdida desde su infancia. Ambos se proclaman su amor, sin que importe el que sean hermanos. El extraño bautiza a su espada como "Notung" ("Necesidad" o "Lo necesario") y, a su vez, es rebautizado por Sieglinde con el nombre de Siegmund ("Protector de la victoria"). Tras ello, los hermanos amantes huyen de la casa a esperar el duelo.