miércoles, 29 de octubre de 2008

Soy un perfecto maricón.

El ideal destruido. ¡Qué insoportable es esa chica! Por un momento pensé que jamás se callaría. Ha sido un grave error, repito, repito, repito. Si el sexo fuera suficiente para mí, si encontrara en ello la satisfacción que busco, la empresa hubiera sido exitosa. Si no me costara tanto desprenderme, si mis necesidades no se entrometieran. Esto no me hace más noble, sólo complica las cosas.

Pero se ha acabado, gracias a Dios. Queda el vacío, la desesperanza, pero eso es mejor que estar prendido de una slut.

Claro, no es tan fácil. Duele. Qué maricón que soy, por la granputa.

Ni una palabra más de ello.

No todo ha sido malo, sin embargo. ¿Cómo iba esa canción de Spinetta? "Cuando te das cuenta es tu amigo quien te da la mano. Y para vos ya no existe el miedo, ni el dolor, ni el frío. (...) Y no hacés más nada porque creés que ahora ya no estás tan solo. ¡Si te dieras al menos un porqué!" Sí, me doy el porqué, me doy cuenta: no es una credulidad ("Las uvas viejas de un amor..." jajaja). La amistad es un prodigio -la suya es lo mejor que me ha pasado desde que llegué a esta ciudad. ¡Salve la amistad, laputamadre!

Ahora hay que dormir, hay que arrojar la resaca de 12 horas de nuestro sistema, hay que prepararse para trabajar. Hay que ser optimistas sin renunciar al cinismo ni a la crítica (parece un oxímoron; hopefully podrá llevarse + o - a la práctica). Hay que planear, racionalizar, poner en marcha la maquinaria. Pero no hay que olvidarse de las personas amadas, las que me quieren y me cuidan, las que son mis confidentes y permiten que yo lo sea para ellas, que me entregan su tiempo y sus sonrisas. Las que me dan esperanzas. Sí, hay que aplicarse a una reciprocidad justa. No hay que perder de vista la experiencia intrínsecamente humana, la única que importa de verdad. Hay que aprender, pero sin olvidarse de vivir.

Sí, la amistad la pone con concha. Verdaderamente.


lunes, 27 de octubre de 2008

Post operístico

Diego me habla una y otra vez de la estructura repetitiva de Mozart, que encorseta en demasía la música -puede que tenga razón. Mozart es muy limpio, muy pulcro, y eso puede quitarle expresividad, dependiendo de la interpretación, eso sí. Y éste es el punto de este post, ya que por fin tengo un lector al que le gusta la ópera: cómo la interpretación puede afectar una pieza hasta el punto en que una y otra parezcan piezas distintas.

El ejemplo es, en mi experiencia, paradigmático. De hecho ya lo he colgado antes; a ver si el buen Diego capta lo que quiero decir (porque el post es para ti, che.) Se trata de la arietta "Voi che sapete", que corresponde al rol de Cherubino. Hay que mencionar un par de cosas de este personaje antes de entrar en detalles. Cherubino es un púber (pre-adolescente le dicen ahora, bah) que apenas está conociendo lo que es el amor y el deseo sexual. Por otro lado, es un niño extremadamente bello y talentoso, como un Adonis en miniatura, y las mujeres del palacio ya comienzan a prestarle atención. Sin embargo, Cherubino, como todo niño puberto, está confundido, deslumbrado por este nuevo mundo -el del erotismo- que se abre de par en par frente a sus ojos -más aún, porque ha tenido la mala suerte de fijarse en (have a crush on) nada más y nada menos que la Condesa, esposa de Almaviva. En la escena de la arietta, Cherubino, nerviosísimo, acepta la invitación de Sussana (la doncella de la Condesa y prometida de Fígaro) de cantarle la canzonetta que le escribió a la Condesa. Es una escena particularmente hermosa, sobretodo porque sintetiza bien aquello que recorre toda la música de Mozart, que parece agazaparse en casi todas sus composiciones, como algo de lo Wolfgang jamás pudo desprenderse por completo -esa ingenuidad sublime, dulce, perfectamente inocente y pura. La vitalidad propia del ser nuevo, no contaminado aún por el mundo, bellísimo y ávido de salir a vivir.




Esta primera versión corresponde a la película que dirigió Jean-Pierre Ponelle de la ópera. Conduce Karl Böhm (uno de los intérpretes más importantes de Mozart en la historia), e interpreta la filarmónica de Viena. La intérprete es Maria Ewing.
Especial atención a la palabra deseo ("Siento un cariño donde habita el deseo"), al "se me inflama la sangre", eludidas por completo en esta interpretación. Inocencia, nerviosismo, ansia, fragilidad, temor, confusión: todas estas cosas están presentes en la interpretación de Böhm, que podría entrar en esa categoría "clásica" de ejecuciones mozartianas que se concentran en sacarle lustre a la música (hacer resplandecer su orden perfecto y su belleza inocente) sin prestar demasiada atención a lo que libretista y compositor están tratando de expresar. Dejé entrever en lo anterior que faltaba algo en particular en la ejecución de Böhm. ¿Qué es? Lo vamos a descubrir en la siguiente interpretación.



Ésta bastante reciente, de hace apenas dos años. Interpreta también la filarmónica de Viena, conducida esta vez por otro gran especialista de Mozart, Nikolaus Harnoncourt. La solista es en esta ocasión Christine Schäfer.
Atención al tempo, en primer lugar (lo que tanto se le ha criticado a esta versión), mucho más lento, y el especial énfasis en los vientos graves en detrimento de los violines "juguetones" (0:37 -2do "Donne..."). Atención también a la voz de Schäfer, a la que la solista desnuda de esos vibratos que tanto les gusta a la mayoría de Cherubinos, intensificando su fragilidad (0:48-0:49, ¡qué belleza!). 1:24 - Gelo e poi sento: el hincapié que hace Harnoncourt en los vientos, insuflando a la música de una gravedad ajena a toda interpretación "clásica", dándole tintes más oscuros. 1:43: Ricerco un bene fuori di me (Busco un bien ajeno a mí)- acaso el momento más negro, decididamente drámatico, insistiendo en el vacío que Cherubino busca colmar con el amor. 1:59 - La tristeza de "no saber quién lo tiene [ese "bien"], ni qué cosa es". 2:47 hasta el final: nuevamente el tempo haciéndose lento, lento, las flautas tristísimas sin dejar nunca de ser puras.

Es una cosa totalmente distinta. Éste ya no es el Cherubino escuincle de la versión anterior, un niño aterrado y con un amor liviano e insignificante. No, en este Cherubino la confusión es causa de conflicto, de una tristeza reprimida que no sé cómo carajos Harnoncourt ha hallado escondida en la partitura llena de regocijo de Mozart. Este Cherubino sufre. Sufre por ese sentimiento que lleva como un desgarramiento en el pecho y que no entiende, por ese vacío que ha surgido en él como consecuencia de ese nuevo sentimiento, y que tampoco logra entender. Éste es, en fin, un Cherubino que sufre por su súbita condición sexual: sufre porque se ha descubierto ser sexual, porque de buenas a primeras ha surgido en él un deseo, un pálpito, un "inflamarse la sangre" que lo abruma de placer a la vez que lo espanta ("Ma pur mi piace languir così" - "¡Pero cómo disfruto languideciendo así!"), puesto que es una cosa que no entiende. Aquí Harnoncourt ha logrado convertir con éxito una ópera buffa en un verdadero drama.

La diferencia es abismal. Una se concentra en la cuadrícula y en las expectativas que todo oyente de Mozart espera de una interpretación mozartiana; la otra se sumerge en el texto, busca los significados (en lugar de quedarse en los significantes) de la escena y los expresa a través de la música, descubriendo así nuevos matices, dándole nuevas dimensiones a una partitura tan conocida. En la primera Cherubino es un personaje esquemático, predecible y por ello olvidable; en la segunda, Cherubino es complejo, lleno de emociones contradictorias y, por ello, más apasionante.

En fin, ya está. Mi punto es que hay que ser extremadamente selectivo en las interpretaciones de Mozart, porque por ser éste un compositor clásico y manoseado sobremanera, van a haber muchos directores que tiendan al facilismo y se plieguen al paradigma de Böhm, que de las interpretaciones clásicas es casi el modelo a seguir. Ambas versiones tienen lo suyo, y si tuviera que elegir una (hablando ya de toda la ópera y no de esta arietta en particular), posiblemente me iría por la de Böhm. Lo cierto es que la de Harnoncourt tiene pocos aciertos, en general porque la partitura no ofrece tantos momentos como éste, y al final el dramatismo resulta inevitablemente forzado. Pero bueno, eso es todo. Me voy a dormir.


domingo, 26 de octubre de 2008

La Plaza Isil: cinco años

Me entero desde mi ratonera en Buenos Aires que el teatro La Plaza Isil, proyecto dirigido y acuñado por Chela de Ferrari, cumple 5 años. Y es una mierda no poder estar allí disfrutando de la maravilla de sus producciones. Como dice el buen Alonso Alegría, no todas han sido victorias, han habido montajes francamente malos. Pero los buenos, que no han sido pocos, han resultado extraordinarios. Aún recuerdo el montaje de los Juicios Indecentes a Oscar Wilde, dirigido por Roberto Ángeles y con Paul Vega como Wilde, que se montó hace ya algún tiempo: desde ese momento me enamoré tanto de La Plaza como del teatro. Y otros muchos tan geniales, de los que recuerdo haber escrito algo en algún momento: Traición, El Perú Ja ja 1, El teniente de Inishmore, y, en especial, La Celebración. Desde aquí, este sitio que sólo visitan mis amigos y uno que otro pasajero eventual, gracias, gracias de todo corazón, Chela y todo el equipo de La Plaza Isil. Gracias y que sigan los éxitos.

"L'obliar l'onte e gli oltraggi è bassezza e ognor viltà"

Verla así, verla como es. La veo sonriendo, coqueteando, qué se yo. Mínimo de celos, claro, mas un pequeño presentimiento. Intuición de incongruencia: algo no está empalmando bien con la imagen mental construida. En fin: idealización. Construcción mental de una figura que tiende hacia cierto ideal de características usualmente invariables, y que se erige a partir de una realidad por lo general fragmentada. De sopetón, deformación de la realidad. Pasa el tiempo, no la veo. Los vestigios de las impresiones sensoriales se van borrando; la imaginación, por otro lado, va adueñándose de esos terrenos abandonados por la memoria, va transformando detalles, gestos, etc., y los hace tender hacia un ideal subjetivo. ¿Ideal? a) Atención hacia mí, b) cierta belleza física; lo demás son pavadas. Surge una nueva imagen y el corazón se entusiasma. El ideal se complejiza; sin caer en cuenta de ello, uno se comienza a enamorar de la imagen mental. Ansias por verla; cuando llega el momento, cierta desilusión, cierta frustración, en fin. Sin embargo la tensión sigue; responde a una carencia y a un miedo. ¿La carencia? Interacción amorosa. ¿El miedo? La soledad. Hay un vacío que necesita ser colmado: las idealizaciones surgen como método de autoprotección de la mente para evitar el dolor. Hay una carencia, y como la realidad no logra satisfacer los requisitos, la mente urde una fantasmagoría a partir de los detalles que puede aprovechar de las impresiones sensoriales. La urde porque es mejor una fantasía a la desesperación de no hallar a nadie que cumpla verdaderamente con sus exigencias, y porque el engaño le proporciona esperanzas. Hay un mal menor, un dolor menos intenso que es preferible al dolor profundo de la desesperanza. Como quien dice: quien tiende a ser enamoradizo, es porque está realmente necesitado. Lo que sucede es que el proceso no se detiene, y uno termina enamorándose de esa irrealidad. Entonces llegan las luchas, las decepciones, en fin, todas esas huevadas. Todo por no caer en esa soledad ajena a la propia voluntad, la no buscada e impuesta por las circunstancias. La mente tiende al autoengaño, es natural. Nadie quiere ser herido. Entretanto ella no me mira, no me presta atención, y yo desespero. El cuerpo no me da para buscar sus sonrisas. He pasado dos malas noches, una sin dormir por completo; me he emborrachado la noche anterior de puro aburrimiento, arrastro una resaca de mierda, los párpados se me caen de cansancio. Hay un gringo que no deja de tocarme. Ella habla con otros, me da un cochino vaso de alcohol casi sin mirarme y luego se va. Regresa, sigue con otro. Yo, sin querer, doy la apariencia de estar herido por su comportamiento; la verdad es que lo que me duele es no poder hacer nada por superar mi cansancio. Me doy cuenta de que no vale la pena, de que nunca ha valido la pena, y de que, por huevón, estoy en esa situación. Ideal destruido: dolor verdadero frente al panorama de desesperanza. Ni siquiera me he afeitado, por Dios. Salgo, no tengo para el puto taxi, camino. Nuevamente Corrientes se vuelve el escenario de mi podredumbre. Pienso que me voy a desmayar, pero logro llegar a casa. Qué joda haberme ido sin despedirme, ahora pensará que estoy molesto y que soy excesivamente pueril. Toca arreglarlo mañana, y me da tanta, pero tanta fiaca, que me entristece. Qué vida tan perra. Todos los estímulos están apagados. Aún ahora sigo cansado, como si me hubieran dado una paliza de ésas que ni te cuento. Ya ni siquiera quiero acostarme con ella. Ni siquiera quiero verla, ni besarla, ni nada; queda, sin embargo, la posibilidad incierta, la duda desmoralizadora, la culpabilidad que proviene del "puede ser, pero como no hiciste nada, no lo sabrás nunca." Eso es ahora mi impulso: el miedo a un sentimiento futuro de culpabilidad. Mi único interés en juego. Y eso me deprime como no tienes idea. Me he prometido que no más. Mañana y se acabó. Total, sé que no me buscará por su propia voluntad. Y ya la mía no me da para buscarla más. Qué fiaca, Dios mío, obligarme a todas las pavadas del que sí quiere. No tengo que hacerlo, me dirán, pero sí, tengo que hacerlo. Me las he buscado solito, y más vale cerrar con broche de oro, hacer algo de lo que verdaderamente me vaya a arrepentir por años de años. Jajaja, pensar en este tipo de autodegradación -que devendrá en alguna anécdota chistosa que compartir en las chupetas- me arranca una sonrisa. Si ya la cagaste y se te presenta otra oportunidad, ¿por qué no cagarla con todo, con énfasis y a propósito, cagarla con sentimiento? Sí, hacer el ridículo, aventarme hacia el fango con los pantalones por el piso, atreverme a faltarle el respeto, pero irrespetuosamente. Sí, sí, eso me devuelve el ánimo (sin sarcamos). Arrojemos nuestros miedos y pudores, seamos verdaderamente cínicos y pendejos. ¡Arriad las velas, pues, que zarpo hacia la Vergüenza!
A ver si me dan las pelotas, compare'.

viernes, 24 de octubre de 2008

Definitely pas de orietur

Supongo que sí, que ella tenía razón y que soy un idiota. Hoy y en este momento, sábado hacia las 0:58 hs, reafirmo la promesa que me hice hace un rato: buscar sonidos nuevos. Hoy que mis amigos han salido, hoy que no los he acompañado por trasnocharme con las curvas y el mercado, hoy que estoy solo, aquí, junto a mi Trapiche, y apenas la nube comienza a cristalizar, apenas ya, esa levedad que tiene tanto de nostalgia, y que tengo ganas de fumarme un cigarrillo pero pereza de levantarme y dejar de escribir, hoy y aquí que me aguanto las ganas de bajar por un pedazo de pizza de puro frívolo, que me atiborra un cansancio sin sueño, hoy, hoy. Basta ya.
Dios, soy tan estúpido.
Pero me he prometido no pensar más. Abandonar mis pensamientos, dejar que se pudra la imaginación. Simplemente seguir bebiendo simplemente. Simplemente. Sencillamente.
Ya mañana reanudaré la marcha, la maquinaria se encenderá otra vez y arrojaré luz sobre nuevas materias. Pronto cristalizarán; pronto podré escribir.
Sí: eso. Escribir, y dejar que el mundo arda en llamas.
Claro que tengo una cuenta pendiente. No lo he olvidado. Deseo saldarla. Me muero por saldarla, o por morir en el intento. Deseo acabar con toda esta farsa de una vez. Ser un maldito hombre por una vez en mi vida.
Pero no regresemos. No.

* * *

Hay una caravana de animales de lujo desfilando on a daily basis. Su vida es caminar y no ven más allá de sus pies. Tampoco lo necesitan: otros ya lo harán por ellas.
(Qué belleza más aburrida. Y pensar que hay chicas que las envidian.)
Hay también fantasmas fanáticos del béisbol que merodean con una Bud en la mano. Merodeo sin fin: te levantas temprano, tarde, y siguen allí.
Hay talismanes cuyo brillo es como un golpe al narcisismo del género humano.
Hay boludos y pelotudos, con los testículos del tamaño de un globo terráqueo.
Hay viejos arruinados por el alcohol, cuya risa es como un visión del espanto.
Hay gazmoños cuya inglesidad es mayor aún que la de los propios ingleses.
Hay putos del Norte, hay putas del Oeste.
Y atalayas oceánicas con tendencias caninas.
Y estoy yo.

Qué cagada. Supongo que el spleen es inevitable.

* * *

Sí, sí, ha sido un error. Es obvio: me doy este espacio para reflexionar por última vez. Supongo que hay errores que no se pueden enmendar. Yo tengo que cumplir con mi cuota, sin embargo. Lo pactado no habrá de ser eludido. ¡Desde luego que esto se ha vuelto un asunto mío, sólo mío y de nadie más! Pero mírate, huevón, ¡mírate! No apelaremos a nuestra latinoamericanidad; el servilismo es materia universal de análisis. ¡Mírate, te digo! Ha sido un error, todo, un gran error desde el principio. Ahora que hundo los pies sobre el fango, ahora que mi corazón es como una metáfora freudiana, ahora que en algún lugar de Buenos Aires, de esta ciudad de mierda, un torrente de sensualidad desborda los anaqueles y empaña las botellas ajadas de Fernet. Ahora que.
Pero ya. Pongamos punto final a esto. Y luego, move on.

* * *

Sonetinno nel giardino

Trapiche, del espanto en guardavela
de furtiva ceniza y pálido oro,
sueño núbil que hechiza, ¡yo os imploro!:
¡guardadme, vid, que la piel los encela!

¡Fustigad vuestras vanas entelequias!
Del placer siniestro el alma se jacta,
pues la paradoja ha trazado el acta
con sangre vírgen de setenta acequias

siete, ardiendo su goce profano:
"Padeceréis vuestro éxtasis en llanto"
¡Esto, señores, es placer humano!

Y ésta su gracia, su inmutable encanto.
No me privéis, pues, alcohol lontano,
de esas miserias, ¡licor sacrosanto!


* * *

Sí. Eso. Todo eso.

martes, 21 de octubre de 2008

"¡Y tantos años y siempre, mucho siempre, siempre, siempre!"

Quería subir "Archiduque" pero no recuerdo el nombre del host y con esta conexión... mejor no digo nada. Instead, cuelgo un par de videínos del primer movimiento de la primera sinfonía de Mahler (que espero poder ver en vivo el día de mi cumpleaños), interpretada por la Orquesta Sinfónica de París y dirigida por Christoph Eschenbach. Obsérvese la cara de loco pederasta del director -pero no en detrimento de la apreciación de esta maravillosa versión de Mahler, tampoco.





¿Que cómo van las cosas? Hoy quemé cerebro con economía y me di cuenta de que voy a tener que hacer verdaderas acrobacias intelectuales para poder aprobar. Claro, tampoco es como si la divertida sorpresa de la gente que me pregunta por qué diablos estudio economía si mi licenciatura es de Letras -digo, tampoco es como si esto ayudara mucho al asunto. En fin, habrá que "ponerle punche, nomá".
De un rato me voy a ver el show en vivo de Dolina por segunda vez, así que estoy contento. A ver si Pablo me acompaña. ¡Que extraordinario es Mahler! No escribiré muy bien escuchando música (según cierto libro, las mujeres podrían hacerlo con éxito), pero ciertamente soy feliz haciendo ambas cosas. Hoy he recibido un mensaje alentador, aunque me toca sumergirme en el ignoto sistema anglosajón del ligue, por llamarlo de alguna forma. Tengo que escribir un poco sobre esto, que es bastante curioso. A ver si no me olvido.
¿Qué más? Un verso de Vallejo, quizás: "Hoy me gusta la vida mucho menos / pero siempre me gusta vivir: ya lo decía." Recuerdo que hace mucho tiempo le di a leer ese poema, y después de haber leído algunos versos me dijo algo así como "qué bajón que es este tipo". Aunque cuando acabó, concedió que "bueno, tienes razón, no lo es tanto."

¡Qué días tan lejanos!



lunes, 20 de octubre de 2008

∞ emocional

Se presenta entonces un pequeño dilema: la necesidad de expresión frente a su imposibilidad. Están X, Y, claro. El problema es que sé qué es lo que me dirían: X, que insista, y Y seguramente lo mismo y, es posible, que he cometido un grave error. Estas cosas ya las sé, pero aún así, aún. Me reconfortaría decirlas aquí, pero ya se sabe, es peligroso. Entonces me entristezco.

Sé lo que debo hacer. Conozco también las maneras en que podría hacerlo, y no es tan difícil dar con la mejor. Sé cuáles son mis objetivos, sé lo que quiero. Sé, además, que las probabilidades están a mi favor. Sin embargo, me conozco demasiado a mí mismo, y sé que esas probabilidades optimistas se verán de seguro contrarrestadas por las probabilidades, altísimas, de que mi propio yo me traicione, con lo que al final el optimismo decrece notablemente. Sé todo esto, pero a la vez no sé. No sé, y la incertidumbre de no saber si caerás pesado o si serán bienvenidas tus insistencias, de si acaso puede apelarse a cierta reciprocidad o si serás tratado con condescendencia, de si las situaciones serán propicias para que, o no- esa incertidumbre, digo, me entristece. Dios, cómo me entristece.

"Compórtate como un hombre", me diría X, pero yo siempre he sido un escuincle enamorado.

"Insista, hermanito", me diría Y, pero ha de pasar algo de tiempo.

No tengo ideas, y mis entrañas están expuestas.

Eso es bueno hasta cierto punto, pero yo me he excedido.

"Tienes que aprender más sobre..." Y sí, yo soy un lego en esas materias. Pero si no doliera...

Puedo teorizar todo lo que quiera, las entrañas siguen allí. Se expanden. Comienzan a aparecer las moscas.

Qué espectáculo tan grosero.

Las visiones me atormentan. Mi mente no deja de urdir fantasías, cada vez más refinadas, más sublimes, más tristes.

Mierda.

domingo, 19 de octubre de 2008

Post náutico

Acostado, sin mucho que hacer, escuchando programas viejos de "La venganza". Atiendo, me río, claro -Dolina habla ahora del arte, de la relación biografía-artista o vida del artista-objeto artístico-, pero la mente huye de la emisión, vuela hacia lugares, bueno, no diré "insospechados" como mandaría el lugar común, hacia lugares que ya conoce, o que no conoce pero anhela conocer, como una patria imaginada a falta de patria verdadera, como ese Moscú de la Irina de Chejov, en fin. Es curioso cómo la imaginación genera lugares que resultan mucho más interesantes y con los que nos relacionamos más íntimamente que los diversos lugares a los que hemos ido o que hemos visitado. Esa es una de las razones por las que no me gusta sacar fotografías. Pero yo no pensaba en lugares: pensaba en el tacto de los labios. Anteayer o no sé cuándo tuve la esperanza de que su recuerdo fuese sustituido por otra mujer, con la que -me parecía- no sería descabellado pensar que sucedería algo, pero en fin, me pongo a analizar la situación y bueno, no es lo mismo. Es decir... en fin, ya está. Sucede que me descubro pensando en besar a B y caigo en la cuenta de que ese deseo es más difícil de controlar de lo que yo imaginaba. Intento trocar la clásica autoflagelación del "pude pero no lo hice porque soy un cabrón" por algo más optimista, del estilo de "bueno, si se dio una oportunidad, bien puede emerger otra", pero en general es difícil, difícil digo porque si soy sincero la culpa es un sentimiento que tiene -¡ay de mis antepasados románticos!- algo de "croce e delizia al cor", y porque en general estoy tan acostumbrado a sentirme culpable que lo hago automáticamente. Luego pienso en el tiempo, pienso en que debe prevalecer mi voluntad -pequeña epifanía en Recoleta, escuchando jazz con los amigos- pero que, a la vez, debo jugar bien mis cartas, vamos, al menos una vez en la vida. Debo insistir y demás cosas que no me gusta hacer. Hay que respirar profundamente, hay que evitar la fácil resignación, hay que calcular... ¡Calcular! La racionalización del hombre ha completado su ciclo: tengo que pensar hasta en el amor en términos matemáticos. ¡Muchas gracias, Galileo! En fin, aplicarme al grave ejercicio de la disciplina emocional. Domeñar: esperar. Dios, qué mal encuentro tuve con ella. Y qué fiaca pensar que voy a tener que ser gracioso e interesante por más de dos minutos al día. Mierda. La cosa es preguntarse qué es lo que quiero: la prioridad es saber con exactitud lo que se quiere, repetirlo una y otra vez y aplicarse, zambullirse en el vacío con la mano alargada. Siempre he sido como el protagonista de una de las cioncas de Calamardo: "No sé lo que quiero, pero sé lo que no quiero. Sé lo que no quiero y no lo puedo evitar. Puedo seguir escapando, pero sigo esperando. Sigo esperando, pero estoy cansado de esperar." Exactamente como eso. Cierto que es un defecto grave, y que tengo que decidirme a cambiar. Todo se reduce a dejar de esperar; pero luego me toca aguardar dos o tres días para llamarla y todo se va a la mierda. Debo insistir, sí, pero no debo ser pushy. Esperar. Respirar, fumarme un pitillo, esperar. Mierda. Y si no acepta mis pequeñas invitaciones, insistir, reschedulear y eso. Insistir, qué vaina. En fin, es la "medicina", jajajaja. Lo único que va a romper el hechizo es la experimentación en carne propia. Lo deseo tanto, pero ya ves, el pequeño hombre frente a sus pequeños problemas y la imposibilidad que significa el tiempo en su pequeña vida. Pero bueno. Ya se verá. Por ahora debo cambiar mi celular y estudiar economía. Lo demás se verá en su momento. Habrá que cruzar los dedos de los pies.

sábado, 18 de octubre de 2008

Bipolaridad: ¿cómo puede ser que ahora me sienta feliz? Felicidad fugaz, claro. Soy feliz porque escucho uno de los tríos de Beethoven, "Archiduque", y Rubinstein, Heifetz y Feuermann me embelesan, me hacen sentir orgulloso de pertenecer a la patria de la humanidad. Pero ya ha acabado. Dios, qué belleza.
Ah, el arte. Hablemos un poco de arte. Terminé hace unos días el libro de Michel Houellebecq, Las partículas elementales. Incluso escribí un post de este mismo libro, que todavía debe estar por allí colgado. Bueno. El libro fue escrito hace 10 años, y el Sr. Houellebecq, (Sr. H desde ahora, para abreviar) como muchos por aquellos días, se pone medio paranoico por eso del fin del milenio. Eso creo haberlo mencionado antes, y apunta al "baudelairismo" del Sr. H, que yo llamé post-moderno por ponerle un nombre idiota, y que es esa onda de creer que hemos tocado fondo y que se acerca el fin de los tiempos. Hay, sin embargo, un cambio que se está fraguando: alguien, dentro de un laboratorio en París, y sin realmente desearlo, conspira contra la humanidad, urde un conocimiento revolucionario que marcará el fin de la historia de los hombres. Lo interesante es que éste fin no es propiamente un fin, sino una ruptura -una liberación. ¿Que los seres humanos han de extinguirse para ser liberados? Maravillosa paradoja, la del Sr. H: sólo destruyendo al hombre se le puede dar vida nueva. El género humano tiene que autosacrificarse para dar paso a una nueva especie. Y este cambio debe darse a través de la ciencia.
La idea es bastante buena. Quiere desarrollar lo que Houellebecq ldenomina tercer "mutación metafísica" (que alude a lo que Kuhn llamaba "paradigma" y "revolución"): la primera ocurrió con la emergencia del cristianismo y la segunda con la revolución científica y el Iluminismo. O sea, dicho en una frase, una verdadera revolución en la historia de los hombres. Un proyecto magnífico, de proporciones inmensas, que, desafortunadamente, pierde su esencia en el desarrollo de la trama, encorsetada en una estructura obsoleta (esto también ya lo dije) y con dos historias que caen una y otra vez en lugares comunes -y por lo tanto en la predictibilidad-, que resultan demasiado exhaustivas en detalles sexuales, dos vidas, en general, que reflejan un sector demasiado pequeño del paradigma (porque eso son, en especial Bruno: consecuencias del paradigma) que, se supone, la novela ha tenido que desarrollar exhaustivamente (y que desarrolla, pero como nota al margen del argumento, que el sr. H ha intentado justificar apenas con una biografía endeble de los antepasados de los protagonistas, por cuyas vidas pasa el hilo conductor del desarrollo del paradigma actual) para luego, hacia el final, derrumbar. Una novela, pues, fallida, pero -curioso- no por ello necesariamente mala. En realidad, como dije en el otro post, el seguimiento que hace Houellebecq a la sociedad a través del siglo pasado es verdaderamente magnífico, en especial el del movimiento de liberación sexual cuya cumbre llegó en la década de los 60. Eso por una parte; por la otra, la idea fundamental en sí -todo eso del fin de la humanidad-, que sólo se desarrolla en la página prefacio que abre la novela y en el epílogo. Allí nos percatamos que el pesismismo del Sr. H es tan profundo, que le lleva a postular que sólo con el fin de la raza humana surgirá la paz, la liberación y la armonía. La idea es más o menos la siguiente: nuestro protagonista, Michel Djerzinski, biólogo francés, descubre que la reproducción de orden sexual está condenada a la degradación de las estructuras genéticas, y que si desea una estabilidad de estas estructuras, la reproducción debe dejar de ser sexual. Se desprende naturalmente de sus teorías que el hombre, para ser inmortal, ha de asexualizar su cuerpo a través de la técnica científica, y sustituir su método de reproducción por el de la clonación. Uno de los entusiastas de Michel, del que no recuerdo su nombre, comienza a clamar para que las teorías de Djerzinski se lleven a la práctica; la polémica mundial no termina hasta treinta años después, por el 2030. Entre algunos de los reclamos que los opositores le hacen a este entusiasta, están el de la sexualidad y el placer: ¿cómo en una sociedad asexual subsistirían la sexualidad y el erotismo? El entusiasta responde: transposición de los corpúsculos de Krause (los puntos nerviosos en los órganos sexuales que producen la sensación de placer) hacia todo el cuerpo. El segundo reclamo: ¿cómo subsistiría el individuo en una sociedad en que todos son producto de la clonación? Respuesta: el ejemplo de los gemelos idénticos, cuyas apariencias son iguales mas, por sus distintas experiencias de vida, poseen cada uno su propia personalidad. Se toma la decisión, y la humanidad se va extinguiendo poco a poco. El resultado es una nueva sociedad solidaria (puta, todos se ven igual, ¿cómo no vas a ser buena gente con alguien que se parece a ti?), libre de enfermedades, de prejuicios, del egoísmo producido por el individualismo radical del paradigma anterior, libre del dinero y de los mercados, libre del arte y de la ciencia, una sociedad en la que el único principio es el amor. Una sociedad muy aburrida, pero bueh, feliz al fin y al cabo. Y eso de los corpúsculos están muy pero muy chévere.
Bueno, ¿qué iba diciendo? Houellebecq estuvo muy bien. Mi opinión es que de ese libro hubieran podido salir al menos cuatro obras maravillosas: por un lado, la historia de Michel, por el otro la de Bruno, un ensayo con todo esto de la liberación sexual (o desarrollado en ficción), y otro con la idea del fin de la humanidad. Pero eso es lo que yo pienso, y nada más.
Bueno, estoy cansado y de un rato me voy al teatro. Hasta la próxima.

viernes, 17 de octubre de 2008

Tristeza.
La verdad es que tengo muchas cosas que decir. Muchas. El problema es que cuando esto pasa, que es bastante raro, o se me da por escribir entrecortadamente frases ininteligibles (una suerte de aforismos tela), o me agarra la necesidad del arranque confesional y termino diciendo cosas que no me gustaría decir normalmente, en especial en un lugar como éste. Como quien dice, una ebriedad sobria y triste. En fin, parece que me voy a un boliche con gente que no conozco, y contra mi voluntad (como siempre), así que la corto. Ya mañana continúo.

miércoles, 15 de octubre de 2008

¡Muerte a Heiner Müller! (aunque ya esté muerto)

Pero claro, claro, claro. Le cuento mis desventuras de unexperienced teenager a X, primero en español, luego en inglés. "You shouldn't give up that easily": en efecto. Hay que analizar la situación para comprenderlo; hay que ser cuidadoso, sin embargo, hay que cuidar que la fantasía no contamine el recuerdo en demasía. "Carry on, mijo". ¿Qué más se puede hacer? Pero claro, claro, claro que no podía haberse acabado, ¡desde luego que no! Qué fiaca. Debo racionalizar el ataque, informarme, aprovecharme de nuestras frustraciones sexuales. Yo me pregunto: ¿para qué mierda el ser humano se ha pasado miles de años creando y perfeccionando un lenguaje si en los momentos clave éste no sirve para nada? Que las mujeres no te escuchan, que sólo leen tu body language y las pelotas. Seguimos siendo primates, al fin y al cabo. ¡Apelar a nuestra animalidad, bróder! He confiado sobremanera en las palabras: he sido víctima de mi propio... ¿oficio? Hobbie, "che", hobbie. Apelar a nuestra animalidad. Como cuando me miraba en medio de la calle, me miraba indecisa, como esperando a que. Y luego los no de medias tintas, el discurso ensombrecedor como un "you lost your chance". ¡Mierda! Sabes que debiste, "mijo". Debiste, pero no pudiste. ¡Ni siquiera te salían las palabras! Dios santo. Pero ya, como decía la cita de Fernando, no hay que "revolcarse en el fango". Perserverar. Desconfiar de la lengua hablada, bien, lesson learned. Aprender a leer las señales: ok, a informarse, a "fatigar anaqueles" y esa mierda. Conducirla a donde me sienta seguro: ya, eso se puede hacer, if such places exist. He tenido la suerte que me proporcionó el raincheck: Chejov ha de ser mi talismán. Pero también, sí, ir con calma, hasta el límite de nuestras posibilidades. Ya me lo reclamaba B; me lo reclamo ahora yo: spend more time together con ella. ¡Fiaca! En un mundo como el que creaba Müller, ese pornógrafo retorcido, en la colina del buen Richard, hace ya más de una década, mi plan tendría que haber resultado. Pero somos demasiado animales, Heiner, preferimos los gestos de nuestros antepasados más lejanos por sobre las invenciones de nuestros padres y abuelos. "El milagro del abecedario", cantaba Sabina. Pero no, Sr. Sabina: ¡el lenguaje está sobreestimado! Me has cagado esta chance por tus ideas, y por eso Tot para ti. Muerte a Heiner Müller, por cagón. He dicho.

Y ya que estamos en esas



Carreteras infinitas y demás entelequias.
Mendoza, finales de septiembre.
(De izquierda a derecha: Francisco, Joe, Katherine, un servidor, James.)

¡Qué sentimentalismo! Y hoy por la noche: Stone Temple Pilots. Nada mal.

Dije que no lo iba a hacer pero, francamente, me importa un carajo



"Voi che sapete" (Cherubino)
Le nozze di Figaro
W. A. Mozart
Conductor: N. Harnoncourt
Wiener Philharmoniker
Salzburgo, 2006.

Con ustedes: Ms. Schäfer.

domingo, 12 de octubre de 2008

Lonely-lonely-oh-so-fucking-lonely post (reprise)

Supongo que todos necesitamos microdepresiones de vez en cuando.
Basta una mirada a mi habitación. Si los roommates llegaran mañana me lanzarían por la ventana.
El conocimiento un poco triste, mas muy predecible, de no estar a la altura de las circunstancias.
Un poco de consuelo en algunos detalles mínimos, en el marco contextual que me ha dado, vamos, muchas prerrogativas sin las cuales ésto se hubiera vuelto una tragedia. O no, pero you know what i mean fucker.
Un poco de alivio. Esperanza de poder llevar, al menos por un tiempo, una vida equilibrada de nuevo.
El sosiego necesario para aprender, para maravillarse, para crear.
El optimismo ingenuo que cargo desde que tengo memoria (Podría citar ejemplos concretos de cuando tenía 10, 12, 14 años.) Como un estigma a lo largo de las bolas.
Por ahora, aburrirse con entretenimiento barato. Escuchar las risas de los otros como quien oye llover y le da fiaca mojarse.
Si alguien me ofreciera la clave para entender las relaciones humanas a cambio de mis pobres aptitudes intelectuales, probablemente aceptaría.
Pienso que aún reconstruyendo y modificando la historia, las consecuencias hubieran sido las mismas, con variaciones leves en la intensidad de los desmanes.
Pero ha sido exacto, propicio, justo y necesario.
Y no ha sido tan malo, si lo piensas. Pudo haber sido mucho -and I mean mucho- peor.
Por ahora sólo me siento cansado.
Y aburrido.
Y un poquito triste.
Aunque sin ganas de hacer nada, ciertamente.
(Creo que también tengo un poco de hambre.)
En fin, son las 2:28 am y estoy en calzoncillos. No pienso salir a calentar ninguna clase de alimentos.
Ah, la necesidad humana de cariño.
Verdaderamente el hombre nació pequeñito.
Más me valdría jubilarme de la vida. O al menos tomarme unas vacaciones pagas.
Sin razón alguna me acuerdo de esa canción de ese grupo llamado, si mal no recuerdo, "Genitallica", y la letra de su único hit: "Imagina que no te pudieras masturbar." El mundo sería una carnicería.
Bueno, no es como si no hubiera razones para recordarlo, también.
Mañana debo trazar, completar, organizar, comprometerme. Y limpiar un poco este chiquero.
Acaso salga a comer a algún lado. Sólo que no sea Ugi's.
Tengo tanta flojera que, aún teniendo sueño, me da pereza ir a dormir.
Continuar, acaso, la novela de Junot que ando leyendo en el Ateneo.
Una maravilla, por cierto. Tanto el Ateneo como la novela.
Tendría que escribir algo sobre ella aquí, aunque el comentario llegue con un año de retraso con respecto a los blogs literarios y esas huevadas.
Bah, como si alguien leyera este blog aparte de dos o tres amigos.
Tampoco es como si pudiera lidiar con la fama nerd internetiana.
Pero bueno, hablo huevadas, como siempre.
Habría que trabajar duro en el desarrollo de mi cinismo. Mierda, si soy el número dos, hay que trabajar duro.
Jajaja.
Bueno. Cierro esto y dejo al blogger tranquilo.
Buenas noches a todos, y dulces sueños.

sábado, 11 de octubre de 2008

Ah, here she comes right now

Ah, here she comes right now
here she comes right now
here she comes now.

La hora de la verdad, "che". O corroboramos nuestras sospechas (con una felicidad digna de este período mozartiano que estoy viviendo), o todo se va a la mierda: de todas maneras, esto tiene que acabar. Y ya se acaba. Here she comes right now. Al fin, el final.

viernes, 10 de octubre de 2008

Lonely-lonely-oh-so-lonely post

19:34

Bueno, estoy a punto de quedarme solo y no se me ha ocurrido mejor idea que escribir. Los chicos ahora están comiendo; tendrían que salir en cinco minutos, pero como van las cosas dudo que eso suceda. Voy a tener que ir a comprar cerveza y esas cosas, emborracharme considerablemente -es necesario.

19:58

Acabo de despedirme de ellos abajo, mientras tomaban taxi. Comienza oficialmente mi fin de semana largo y lonely lonely (hurra).
¿Planes? Ah. ¡Si os contara los planes que tenía, chavales, os partiríais de risa! Pero no, no lo haré. Still, I wonder if...
¿Qué tengo para contar aquí? Ando leyendo una novela de Houellebecq, "Las partículas elementales", que se supone es uno de sus títulos mayores. Me parece curiosísimo cuando leo algo cuya trama sea, al menos a mi parecer, tan predecible que pienso "puta, yo habría escrito esto de la misma forma." E inmediatamente después: "hombre, si yo hubiera escrito esto así, esto no puede ser tan bueno." Todo eso de iniciar con una afirmación y luego acudir a explicarla a través del pasado de los protagonistas es un recurso ya demasiado obsoleto. En general, la novela trata de dos hermanastros, Bruno y Michel: uno es un científico renombrado y el otro es un hombre que ha decidido (pero, ¿realmente fue producto de su voluntad?) consagrar su existencia a un hedonismo puramente sexual. Pasamos una y otra vez de la explicación física exhaustiva (a decir verdad, más bien afirmaciones cuya explicación Houellebecq asume en el lector ya resuelta) a la novela decididamente pornográfica, llena de detalles que, creo yo, el autor ha gozado mucho desarrollando (y, por qué no, el lector goza leyendo. Al menos ese fue mi caso.) Quizá lo más interesante sea el análisis que Houellebecq hace de la sociedad, escupiendo una y otra vez frases que podrían pecar -tan rotundas son- de osadas: el problema es que uno no encuentra forma de negar su realidad, su presencia viva alrededor de uno. Acaso a las explicaciones, al desarrollo del hilo del pensamiento, pueda objetársele algo; las conclusiones, sin embargo, son tajantes y verdaderas: vivimos en una sociedad podrida y ridícula. Podrida, puesto que la progresiva pérdida moral que ha ocurrido a través de la secularización radical ha devenido en un grupo de individuos (ciertamente ya no se puede hablar de comunidad) crueles, horrorosamente narcisistas, violentos y casi incapaces de amar (a excepción, nota Houellebecq, de las mujeres); ridícula, puesto que ante tal secularización y el proceso de desacralización que ésta implica el hombre no sabido hacer mejor cosa -tan arruinado está por la cultura del entretenimiento que el consumismo capitalista ha creado a su alrededor- que buscar los remedios más idiotas para aliviar ese vacío espiritual: mística zen, masajes orientales, yoga, panteísmo ingenuo, etc. Dicho en una frase: para Houellebecq nuestra sociedad ha tocado fondo: estamos en el fin de los tiempos. Un poco baudelairiana la vaina, en verdad; "baudelairismo post-moderno" podríamos llamarle. La otra cosa interesante es el seguimiento que hace el francés del movimiento de liberación sexual de los setenta, y cómo la excesiva búsqueda de placer deviene en carnicería sórdida. Y no es tan descabellado, si uno se pone a reflexionar: si todas las barreras inhibitorias de la moral tradicional han sido derribadas, las instituciones creadas para resguardarla destruidas (Dios, la religión, la familia), de modo que el deseo humano pueda satisfacer hasta sus más excéntricas fantasías sexuales en el seno de la sociedad, si esa cota de placer ha sido superada con éxito, ¿no resultaría natural el movimiento de búsqueda de placer hacia zonas cada vez más siniestras, pasando por el sadomasoquismo, sin detenernos, hasta los asesinatos seriales? Link hacia Bolaño, 2666, las mujeres asesinadas: acaso ese fenómeno pueda explicarse de ese modo, sea al menos parcialmente. En la biografía que escribió sobre Rimbaud, Graham Robb se hacía (más o menos) la siguiente pregunta: si ocurriera la revolución que tanto ansiaba el poeta y toda la moral humana se viniera abajo, inaugurando así la plena libertad del hombre, ¿qué sistema habría de reemplazar al anterior, garantizando la libertad obtenida y a la vez estableciendo un orden que evite que la gente se autodestruya en medio del caos? Rimbaud nunca dio una respuesta, aunque es seguro que previó la destrucción que traería su ideal: acaso lo que buscaba era precisamente eso. El fin del mundo en medio de alaridos en los que placer y dolor se fundan en uno solo. Después de todo, el movimiento hippie es heredero directo del pensamiento rimbaldiano. Es casi la materialización del sueño de Rimbaud, y esto creo ya haberlo mencionado antes (no es que sea cosa mía, de seguro más de autor habrá visto el enlace hace más de treinta años). Todo eso de la expansión sensorial (que viene de antes, desde Blake y hasta de Kant) y del ideal de libertad a través de la amoralidad (concepto que incluye la homosexualidad, el sexo desenfrenado, la destrucción de la iglesia y de la institución de la familia, el lenguaje vandalizado, la violencia, el crimen), toditito ya está prefigurado en los escritos de Rimbaud. Si le creemos a Houellebecq y el mentor de la juventud hippie setentera fue el buen Aldous Huxley, podemos establecer un vínculo directo que comience en Kant, pase por Blake hasta Rimbaud, y luego desemboque en Huxley y la línea de pensamiento y el modo de vida de rockeros sesenteros y setenteros como Janis Joplin, Jim Morrison, Jimi Hendrix, los Beatles, etc., etc., luego hacia los ochenta con gente como Patti Smith, Freddy Mercury y Sid Vicious, y los noventa con Kurt Cobain y Layne Staley, hasta llegar, por último, al paradigma del rockstar actual (digamos, Amy Winehouse, o el otro patita inglés al que filmaron en un hotel inyectándose heroína), el paria de la sociedad para el que no existe ni moral ni código civil válido, el artista libre de todo prejuicio social, plenamente sexualizado y hedonista, que se mueve como equilibrista entre el hilo de la vida y de la muerte. Como quien dice, el cordero que la sociedad sacrifica en una suerte ritual catártico de masas, algo parecido a lo que sucedía en la antigua audencia griega al mirar el espectáculo de las grandes tragedias: como ellos, nosotros sabemos el final de la historia, pero nos regocijamos al caer en la cuenta de que no será ése nuestro destino, que fulano está allí para desempeñar ese papel, para servir de filtro a las ambiciones frustradas de los individuos que los adoran, que los mitifican y que, a la vez, desean verlos muertos para poder así prolongar su leyenda. Si pensamos así, tendríamos que concordar con Patti Smith: Rimbe fue, en efecto, el primer rockstar de la historia. En fin, yo iba hablando de "Las particulas elementales". Ya te puedes hacer idea de lo que es Houellebecq, no tengo que decir que es un tipo sumamente nihilista y que, por ello, no sorprende que también sea un vanidoso insoportable. Hace un tiempo me enteré por Moleskine Literario de que estuvo aquí, en Buenos Aires, dando una conferencia, y de que fue casi imposible entrevistarlo por sus aires de in-yer-face-better-than-you-so-fuck-you intelectual. Pero bueno, en una comunidad de escritores donde todos fingen (muy a la pose de ciego olvidadizo y huevón de Borges) una modestia que de tan afectada resulta asquerosa, ¿por qué no ser, for once, uno radicalmente orgulloso y narcisista? Volvemos a la imagen de Rimbaud agarrándose las bolas por los pasillos del instituto. Creo que, de acuerdo al contexto, la pose de Houellebecq es más que necesaria. Y digo pose, primero, por las razones obvias, y segundo, porque ni siquiera hace falta una lectura incisiva para darte cuenta de que el franchute es un old school románticón, que aún cree que el amor es la única fórmula para ser feliz. Y no lo digo con condescendencia (Dios y cierta chica a la que se lo confesé saben que yo me muevo en el mismo paradigma): basta ver los destinos de Bruno y Michel, los ideales femeninos que se cruzan en sus vidas y que son directamente responsables de su infelicidad. No hay finales felices, desde luego, pero aún así prevalece el ideal romántico, lo que me hace sospechar que el buen Tomás Segovia, en el prólogo a su traducción de las obras de Gérard de Nerval, no estaba equivocado, y que el espíritu romántico sigue aún vigente en nuestro arte y en nuestras vidas, y que a lo más podemos autodenominarnos como "post-romanticismo". Pero ya está bueno, pinche buey. Voy a terminar a Houellebecq y quizá siga más tarde con mi cuento. Me da "fiaca" ir a Disco a comprar cerveza, y además sé que si voy y la consigo voy a terminar tan borracho que no voy a poder escribir un carajo. Espero que la botellita de Quilmes que tengo en la refri me baste.

miércoles, 8 de octubre de 2008

Pero Mozart -como dicen ahora de la globalización con todo esto de la crisis financiera (pobre Moscú, y, ¿podrían ser más idiotas los islandeses? Sí: mi curso de economía ya me cagó la cabeza. Lo peor es que hasta disfruto leyendo estas cosas. Cada mañana bajo, cruzo la calle a Disco, compro mis medialunas, regreso y le compro al kioskero ledzeppelinero -un instant classic, por lo demás- el Clarín: me paso toda la mañana leyéndolo and actually enjoying myself while doing it...)- iba diciendo: pero Mozart, como el fenómeno de la globalización (tún-tún-¡TÚN!), tiene su lado oscuro. Curioso reflexionar sobre eso ahora, mientras me como mi chocolatín, después de una larga y fatigosa jornada culinaria (hice arroz con pollo como para un comedor popular). Es que no puedo seguir viviendo de La Americana y Ugi's por más tiempo, no, no, no. Aunque la media de muzza de Ugi's esté 5 putos pesos (media pizza grande a menos de 5 luquitas, compare) y a media cuadra de aquí. Ah, Ugi's. Pero no, decía que ayer Wolfgang fue el gran responsable de mi desesperación. Sucedió como un lento proceso de ebullición: a medida que pasaba la tarde esa suerte de escozor, de burbujeo en el pecho, se iba intensificando cada vez más y más, hasta que llegó un punto en que la tapa de la olla salió volando y comenzó a hacérseme difícil respirar, pensar (tuve que abandonar a mi Houellebecq a medio capítulo) y hasta estarme quieto. Todo esto con la música de Mozart resonando en el background mental: recordaba esos momentos en los que la belleza alcanza cotas insoportables, en que la orquesta intensifica las notas, las ajusta, y en que los cantantes arriban a una nota aguda o soberanamente grave, y el clarinete desconfigurando todo, alargándose en medio de un todo cambiante, como una bala que recorre universos heterogéneos con movimiento uniforme, exactamente como eso, y, lo juro, pensaba que iba a enloquecer. Me decía: "¡No es para tanto, won! Todo esto es psicológico: como piensas todo en términos dramáticos se te ha ocurrido que hoy no estaría mal pasar por una crisis, para darle sabó' a las cosas. ¡Como si fuera una trama inteligente, siquiera!", pero no funcionaba, por más que me increpase y tratara de develar el "placebo maligno", por llamarlo de alguna forma. De modo que las cosas se iban poniendo peores. Pasé las innumerables librerías (al regreso encontré una copia de los sesenta o setenta de "El lamento de Portnoy", aunque demasiado cara) los teatros fastuosos, el falo que llaman "Obelisco" con esa avenida de mierda que te toma dos semáforos cruzar, fumé, compré mi entrada para Les Luthiers: la gente, creía, me miraba con una mezcla de compasión y espanto (porque sabía que se me notaba a leguas la desesperación, como si estuviera caminando en llamas -como el tipo de la portada de Pink Floyd-) y todo eso. Cuando regresé, tenía gran parte de mi cuento resuelto. Catarsis le llaman, ¿no? La verdad es que no está yendo mal el cuento, aunque sea una suerte de re-elaboración de mis lecturas y no tenga mucho de original. Pero ya veremos. Sólo tres horas más tarde recibí el mensaje: una cancelación seguida de un raincheck. Ca marche pour moi. Las cosas se ponen interesantemente peligrosas, y viceversa.

lunes, 6 de octubre de 2008

Nehmt meinen Dank, Dioses del Universo

Si Mozart no fuera tan bello, tan indescriptiblemente maravilloso, quizás mi sufrimiento sería un poco más vulgar, más austero y teenager-style ramplón: hay que agradecerle. Hay que dejar rosas imaginarias en su tumba, creer por un minuto en la inmortalidad del alma y la conexión entre la mente humana y elmundo de los muertos and all that crap (pero, aún así, Mozart no entendería mi lengua materna; hay que aceptar entonces, también, que todos los muertos son políglotas) y elucubrar: Wolfgang, mi adorado Wolfgang -gracias. Gracias por hacer de esta medianía, de esta voluptuosidad disfrazada de buenas intenciones, de esta duda como martillo en el corazón y en el sexo, de estos pensamientos que se meten cabe entre sí, que hacen arder mis pantalones y me dificultan la respiración, gracias por hacer de todo esto algo sublime a través de tu música. Gracias por prolongar determinada nota del clarinete, de la flauta, de las cuerdas, e insuflar de nuevas dimensiones, nuevos colores, nuevas sensaciones, mi vida diaria. Cuando recuerdo tus canciones en medio de un viaje en el subte, en el colectivo, mientras ceno con los amigos, de repente todo cobra sentido, un sentido maravilloso, digno de experimentarse. La vida se vuelve, de repente, digna de ser vivida: acaso ésta sea tu gran herencia. Son “sís” todas tus composiciones, una gran afirmación de la felicidad de la vida. Y de la belleza: una belleza casi insoportable, casi inhumana; belleza despiadada, implacable, total. Gracias, Wolfgang, y gracias a la fatalidad de la vida por haber propiciado tu nacimiento, tu revolución. Gracias.

domingo, 5 de octubre de 2008

Pero no sólo se trata de sexo. Si bien no contaré aquí eso que pasó hace unos días (tan nimio, tan inocente, tan perfecto), sí diré que las consecuencias han sido mayores de lo que esperaba. Ahora, sentado en un locutorio cerca de Corrientes y Callao ("Me ha citado la luna en Corrientes, esquina Callao", como iba la canción de Sabina), tragando medialunas que da miedo, súbitamente, con un asombro tremante, I start to wonder. Jalousie? Seulement luxe?
Habrá que pasar a otras cosas, en serio. Hay un cuento que escribir, y hay que lavar las sábanas y hacer el almuerzo y resolver algunas cuestiones con cierta persona. Comprar una licuadora, también. Mierda. Acaso hoy, con una naturalidad más natural que la de la propia naturaleza, acaso hoy: bastarán unas palabritas, sorber un poco de café, hacer algunas alusiones ingeniosas, sonreír, atraparla mirándome. Caminar un poco, en círculos, Perón, Mitre, Junín, Ayacucho; prolongar las discusiones hasta que, espontáneamente, como la ardilla que de vieja se cae naturalmente del árbol, fulminada por la muerte (¿qué sonido tan delicioso, tan sutil, provocará su caída?), dejar caer el tema, con cierto ingenio forzado, con la extra-vagancia que se supone es uno de mis grandes rasgos. Pero antes tengo que escuchar a Christine Schäfer un poco más, y hablar con el goodol' Nick.

sábado, 4 de octubre de 2008

Women-trouble post

Es sábado y tendría que haber salido, sí. Siempre me dió gracia ese estatus ontológico del fin de semana, independiente de si tienes trabajo o no, de si has tenido una semana verdaderamente jodida o si te la has pasado desde el lunes tirado en tu cama rascándote las pelotas: qué importa, hay que salir. No es que sea una de esas personas, claro (y si lo fuera poco importaría), pero yo debí haber salido hoy, sí, preferentemente con B. Por la mañana tuve un examen para el que no me había preparado bien, y mientras paporreteaba lo que podía unos minutos antes de la hora, los ojos se me desviaban hacia cada mujer que pasaba, cada belleza que parecía un maldito milagro único, irrepetible y a la vez reproducido sin cesar segundo a segundo, de mujer a mujer. Vamos, que había muchas tipas más buenas que el pan, lo que obstaculizaba aún más mis intentos de concentrarme. (Obstáculo epistemológico, jajaja.) Pero, ¿a qué viene todo eso? Supongo que al hecho de que no puedo dejar de pensar en sexo. Del fenómeno sexual en general, sí, pero en particular del sexo con B. La imagino en mi cuarto, sentada al borde de la cama, mirándome con esos ojos de gata: un segundo de vulnerabilidad bastaría. Un instante de fragilidad haciéndose evidente en la relajación de los músculos de su rostro, la súbita tibieza de la mirada, la tendencia de la boca a "horizontalizarse". Un segundo en que aparezca el resplandor avellana en los ojos, en que se materialice (este fenómeno me encanta, por lo demás) la realidad psicológica de la tensión. Como si los sentimientos se volvieran una masa de carne entre una y otra persona. Allí, en medio del huracán, los deseos manifestándose en silencio, el tacto presuroso de imantarse a la piel ajena, allí, allí, allí. Me sucede que, noche tras noche, esta imagen se transfigura sin cesar en mis sueños, con una realidad y una vividez tales que me da miedo que los otros descubran lo que trato de esconder, al oírme murmurar su nombre en la oscuridad. Morder las sábanas, estrujar la almohada vacía. Conjurar su nombre. Ah, B. ¿Se trata sólo de este tacto, de esa frotación corporal, o acaso hay algo más, algo en ciernes que podría...? Me pregunto si debería ser más agresivo. Sé que me he vuelto demasiado perezoso, que la experiencia con A ha terminado por arruinarme. Sin embargo, siempre he profesado el credo de la naturalidad: las cosas deben tener consecuencias coherentes, caer con un movimiento uniforme en el lugar que, según el contexto creado alrededor, les corresponde por derecho. Supongo que soy muy Aristotélico en ese sentido ("lugar natural"); más me valdría ser partidario de Einstein. Moldear el espacio a mi manera, organizar el orden de las cosas según mi voluntad. Someterla, en una palabra. ¿Hay intenciones al otro lado de la cancha? El tema de reflexión en boga estos últimos días. Y, ¿las hay? Larecontrachuchadelaconchadetuhermana. Los juegos de seducción siempre me han resultado agotadores y aburridos, y estoy consciente de que éste no durará mucho. Me aterroriza, sin embargo, imaginarme en un futuro cercano lamentándome de que las cosas no ocurrieran porque no lo intenté. Por otro lado, me molesta ser uno más del montón de pretendientes, me molesta que aquella parte de mi ser que mi voluntad es incapaz de controlar tienda a satisfacer el ego de las personas equivocadas. B, tan maravillosamente orgullosa, no se merece semejante don. ¡La contrición, y la reputaquelaparió! Desde luego que pesa más la contrición. Lo que no me deja más alternativa.