lunes, 20 de octubre de 2008

∞ emocional

Se presenta entonces un pequeño dilema: la necesidad de expresión frente a su imposibilidad. Están X, Y, claro. El problema es que sé qué es lo que me dirían: X, que insista, y Y seguramente lo mismo y, es posible, que he cometido un grave error. Estas cosas ya las sé, pero aún así, aún. Me reconfortaría decirlas aquí, pero ya se sabe, es peligroso. Entonces me entristezco.

Sé lo que debo hacer. Conozco también las maneras en que podría hacerlo, y no es tan difícil dar con la mejor. Sé cuáles son mis objetivos, sé lo que quiero. Sé, además, que las probabilidades están a mi favor. Sin embargo, me conozco demasiado a mí mismo, y sé que esas probabilidades optimistas se verán de seguro contrarrestadas por las probabilidades, altísimas, de que mi propio yo me traicione, con lo que al final el optimismo decrece notablemente. Sé todo esto, pero a la vez no sé. No sé, y la incertidumbre de no saber si caerás pesado o si serán bienvenidas tus insistencias, de si acaso puede apelarse a cierta reciprocidad o si serás tratado con condescendencia, de si las situaciones serán propicias para que, o no- esa incertidumbre, digo, me entristece. Dios, cómo me entristece.

"Compórtate como un hombre", me diría X, pero yo siempre he sido un escuincle enamorado.

"Insista, hermanito", me diría Y, pero ha de pasar algo de tiempo.

No tengo ideas, y mis entrañas están expuestas.

Eso es bueno hasta cierto punto, pero yo me he excedido.

"Tienes que aprender más sobre..." Y sí, yo soy un lego en esas materias. Pero si no doliera...

Puedo teorizar todo lo que quiera, las entrañas siguen allí. Se expanden. Comienzan a aparecer las moscas.

Qué espectáculo tan grosero.

Las visiones me atormentan. Mi mente no deja de urdir fantasías, cada vez más refinadas, más sublimes, más tristes.

Mierda.

No hay comentarios: