sábado, 18 de octubre de 2008

Bipolaridad: ¿cómo puede ser que ahora me sienta feliz? Felicidad fugaz, claro. Soy feliz porque escucho uno de los tríos de Beethoven, "Archiduque", y Rubinstein, Heifetz y Feuermann me embelesan, me hacen sentir orgulloso de pertenecer a la patria de la humanidad. Pero ya ha acabado. Dios, qué belleza.
Ah, el arte. Hablemos un poco de arte. Terminé hace unos días el libro de Michel Houellebecq, Las partículas elementales. Incluso escribí un post de este mismo libro, que todavía debe estar por allí colgado. Bueno. El libro fue escrito hace 10 años, y el Sr. Houellebecq, (Sr. H desde ahora, para abreviar) como muchos por aquellos días, se pone medio paranoico por eso del fin del milenio. Eso creo haberlo mencionado antes, y apunta al "baudelairismo" del Sr. H, que yo llamé post-moderno por ponerle un nombre idiota, y que es esa onda de creer que hemos tocado fondo y que se acerca el fin de los tiempos. Hay, sin embargo, un cambio que se está fraguando: alguien, dentro de un laboratorio en París, y sin realmente desearlo, conspira contra la humanidad, urde un conocimiento revolucionario que marcará el fin de la historia de los hombres. Lo interesante es que éste fin no es propiamente un fin, sino una ruptura -una liberación. ¿Que los seres humanos han de extinguirse para ser liberados? Maravillosa paradoja, la del Sr. H: sólo destruyendo al hombre se le puede dar vida nueva. El género humano tiene que autosacrificarse para dar paso a una nueva especie. Y este cambio debe darse a través de la ciencia.
La idea es bastante buena. Quiere desarrollar lo que Houellebecq ldenomina tercer "mutación metafísica" (que alude a lo que Kuhn llamaba "paradigma" y "revolución"): la primera ocurrió con la emergencia del cristianismo y la segunda con la revolución científica y el Iluminismo. O sea, dicho en una frase, una verdadera revolución en la historia de los hombres. Un proyecto magnífico, de proporciones inmensas, que, desafortunadamente, pierde su esencia en el desarrollo de la trama, encorsetada en una estructura obsoleta (esto también ya lo dije) y con dos historias que caen una y otra vez en lugares comunes -y por lo tanto en la predictibilidad-, que resultan demasiado exhaustivas en detalles sexuales, dos vidas, en general, que reflejan un sector demasiado pequeño del paradigma (porque eso son, en especial Bruno: consecuencias del paradigma) que, se supone, la novela ha tenido que desarrollar exhaustivamente (y que desarrolla, pero como nota al margen del argumento, que el sr. H ha intentado justificar apenas con una biografía endeble de los antepasados de los protagonistas, por cuyas vidas pasa el hilo conductor del desarrollo del paradigma actual) para luego, hacia el final, derrumbar. Una novela, pues, fallida, pero -curioso- no por ello necesariamente mala. En realidad, como dije en el otro post, el seguimiento que hace Houellebecq a la sociedad a través del siglo pasado es verdaderamente magnífico, en especial el del movimiento de liberación sexual cuya cumbre llegó en la década de los 60. Eso por una parte; por la otra, la idea fundamental en sí -todo eso del fin de la humanidad-, que sólo se desarrolla en la página prefacio que abre la novela y en el epílogo. Allí nos percatamos que el pesismismo del Sr. H es tan profundo, que le lleva a postular que sólo con el fin de la raza humana surgirá la paz, la liberación y la armonía. La idea es más o menos la siguiente: nuestro protagonista, Michel Djerzinski, biólogo francés, descubre que la reproducción de orden sexual está condenada a la degradación de las estructuras genéticas, y que si desea una estabilidad de estas estructuras, la reproducción debe dejar de ser sexual. Se desprende naturalmente de sus teorías que el hombre, para ser inmortal, ha de asexualizar su cuerpo a través de la técnica científica, y sustituir su método de reproducción por el de la clonación. Uno de los entusiastas de Michel, del que no recuerdo su nombre, comienza a clamar para que las teorías de Djerzinski se lleven a la práctica; la polémica mundial no termina hasta treinta años después, por el 2030. Entre algunos de los reclamos que los opositores le hacen a este entusiasta, están el de la sexualidad y el placer: ¿cómo en una sociedad asexual subsistirían la sexualidad y el erotismo? El entusiasta responde: transposición de los corpúsculos de Krause (los puntos nerviosos en los órganos sexuales que producen la sensación de placer) hacia todo el cuerpo. El segundo reclamo: ¿cómo subsistiría el individuo en una sociedad en que todos son producto de la clonación? Respuesta: el ejemplo de los gemelos idénticos, cuyas apariencias son iguales mas, por sus distintas experiencias de vida, poseen cada uno su propia personalidad. Se toma la decisión, y la humanidad se va extinguiendo poco a poco. El resultado es una nueva sociedad solidaria (puta, todos se ven igual, ¿cómo no vas a ser buena gente con alguien que se parece a ti?), libre de enfermedades, de prejuicios, del egoísmo producido por el individualismo radical del paradigma anterior, libre del dinero y de los mercados, libre del arte y de la ciencia, una sociedad en la que el único principio es el amor. Una sociedad muy aburrida, pero bueh, feliz al fin y al cabo. Y eso de los corpúsculos están muy pero muy chévere.
Bueno, ¿qué iba diciendo? Houellebecq estuvo muy bien. Mi opinión es que de ese libro hubieran podido salir al menos cuatro obras maravillosas: por un lado, la historia de Michel, por el otro la de Bruno, un ensayo con todo esto de la liberación sexual (o desarrollado en ficción), y otro con la idea del fin de la humanidad. Pero eso es lo que yo pienso, y nada más.
Bueno, estoy cansado y de un rato me voy al teatro. Hasta la próxima.

1 comentario:

Unknown dijo...

Está increíble el programa de Dolina, debo admitir que aún no termino de oirlo pues es mucho más extenso que la cantidad de tiempo libre "de corrido" de que dispongo, pero estoy avanzando. Haré mis comentarios al final.