lunes, 27 de octubre de 2008

Post operístico

Diego me habla una y otra vez de la estructura repetitiva de Mozart, que encorseta en demasía la música -puede que tenga razón. Mozart es muy limpio, muy pulcro, y eso puede quitarle expresividad, dependiendo de la interpretación, eso sí. Y éste es el punto de este post, ya que por fin tengo un lector al que le gusta la ópera: cómo la interpretación puede afectar una pieza hasta el punto en que una y otra parezcan piezas distintas.

El ejemplo es, en mi experiencia, paradigmático. De hecho ya lo he colgado antes; a ver si el buen Diego capta lo que quiero decir (porque el post es para ti, che.) Se trata de la arietta "Voi che sapete", que corresponde al rol de Cherubino. Hay que mencionar un par de cosas de este personaje antes de entrar en detalles. Cherubino es un púber (pre-adolescente le dicen ahora, bah) que apenas está conociendo lo que es el amor y el deseo sexual. Por otro lado, es un niño extremadamente bello y talentoso, como un Adonis en miniatura, y las mujeres del palacio ya comienzan a prestarle atención. Sin embargo, Cherubino, como todo niño puberto, está confundido, deslumbrado por este nuevo mundo -el del erotismo- que se abre de par en par frente a sus ojos -más aún, porque ha tenido la mala suerte de fijarse en (have a crush on) nada más y nada menos que la Condesa, esposa de Almaviva. En la escena de la arietta, Cherubino, nerviosísimo, acepta la invitación de Sussana (la doncella de la Condesa y prometida de Fígaro) de cantarle la canzonetta que le escribió a la Condesa. Es una escena particularmente hermosa, sobretodo porque sintetiza bien aquello que recorre toda la música de Mozart, que parece agazaparse en casi todas sus composiciones, como algo de lo Wolfgang jamás pudo desprenderse por completo -esa ingenuidad sublime, dulce, perfectamente inocente y pura. La vitalidad propia del ser nuevo, no contaminado aún por el mundo, bellísimo y ávido de salir a vivir.




Esta primera versión corresponde a la película que dirigió Jean-Pierre Ponelle de la ópera. Conduce Karl Böhm (uno de los intérpretes más importantes de Mozart en la historia), e interpreta la filarmónica de Viena. La intérprete es Maria Ewing.
Especial atención a la palabra deseo ("Siento un cariño donde habita el deseo"), al "se me inflama la sangre", eludidas por completo en esta interpretación. Inocencia, nerviosismo, ansia, fragilidad, temor, confusión: todas estas cosas están presentes en la interpretación de Böhm, que podría entrar en esa categoría "clásica" de ejecuciones mozartianas que se concentran en sacarle lustre a la música (hacer resplandecer su orden perfecto y su belleza inocente) sin prestar demasiada atención a lo que libretista y compositor están tratando de expresar. Dejé entrever en lo anterior que faltaba algo en particular en la ejecución de Böhm. ¿Qué es? Lo vamos a descubrir en la siguiente interpretación.



Ésta bastante reciente, de hace apenas dos años. Interpreta también la filarmónica de Viena, conducida esta vez por otro gran especialista de Mozart, Nikolaus Harnoncourt. La solista es en esta ocasión Christine Schäfer.
Atención al tempo, en primer lugar (lo que tanto se le ha criticado a esta versión), mucho más lento, y el especial énfasis en los vientos graves en detrimento de los violines "juguetones" (0:37 -2do "Donne..."). Atención también a la voz de Schäfer, a la que la solista desnuda de esos vibratos que tanto les gusta a la mayoría de Cherubinos, intensificando su fragilidad (0:48-0:49, ¡qué belleza!). 1:24 - Gelo e poi sento: el hincapié que hace Harnoncourt en los vientos, insuflando a la música de una gravedad ajena a toda interpretación "clásica", dándole tintes más oscuros. 1:43: Ricerco un bene fuori di me (Busco un bien ajeno a mí)- acaso el momento más negro, decididamente drámatico, insistiendo en el vacío que Cherubino busca colmar con el amor. 1:59 - La tristeza de "no saber quién lo tiene [ese "bien"], ni qué cosa es". 2:47 hasta el final: nuevamente el tempo haciéndose lento, lento, las flautas tristísimas sin dejar nunca de ser puras.

Es una cosa totalmente distinta. Éste ya no es el Cherubino escuincle de la versión anterior, un niño aterrado y con un amor liviano e insignificante. No, en este Cherubino la confusión es causa de conflicto, de una tristeza reprimida que no sé cómo carajos Harnoncourt ha hallado escondida en la partitura llena de regocijo de Mozart. Este Cherubino sufre. Sufre por ese sentimiento que lleva como un desgarramiento en el pecho y que no entiende, por ese vacío que ha surgido en él como consecuencia de ese nuevo sentimiento, y que tampoco logra entender. Éste es, en fin, un Cherubino que sufre por su súbita condición sexual: sufre porque se ha descubierto ser sexual, porque de buenas a primeras ha surgido en él un deseo, un pálpito, un "inflamarse la sangre" que lo abruma de placer a la vez que lo espanta ("Ma pur mi piace languir così" - "¡Pero cómo disfruto languideciendo así!"), puesto que es una cosa que no entiende. Aquí Harnoncourt ha logrado convertir con éxito una ópera buffa en un verdadero drama.

La diferencia es abismal. Una se concentra en la cuadrícula y en las expectativas que todo oyente de Mozart espera de una interpretación mozartiana; la otra se sumerge en el texto, busca los significados (en lugar de quedarse en los significantes) de la escena y los expresa a través de la música, descubriendo así nuevos matices, dándole nuevas dimensiones a una partitura tan conocida. En la primera Cherubino es un personaje esquemático, predecible y por ello olvidable; en la segunda, Cherubino es complejo, lleno de emociones contradictorias y, por ello, más apasionante.

En fin, ya está. Mi punto es que hay que ser extremadamente selectivo en las interpretaciones de Mozart, porque por ser éste un compositor clásico y manoseado sobremanera, van a haber muchos directores que tiendan al facilismo y se plieguen al paradigma de Böhm, que de las interpretaciones clásicas es casi el modelo a seguir. Ambas versiones tienen lo suyo, y si tuviera que elegir una (hablando ya de toda la ópera y no de esta arietta en particular), posiblemente me iría por la de Böhm. Lo cierto es que la de Harnoncourt tiene pocos aciertos, en general porque la partitura no ofrece tantos momentos como éste, y al final el dramatismo resulta inevitablemente forzado. Pero bueno, eso es todo. Me voy a dormir.


1 comentario:

Unknown dijo...

Gracias rulios por la dedicación y
aprovecho para darte un saludo por nuestro cumpleaños, son las 11:30 pm acá así que aún estoy a tiempo.
Cierto, la interpretación es casi el 50% o más de una obra, no obstante aun no estoy en posición de juzgar mucho respecto a la opera ya que mi juicio es puramente musical xq me acompaña en audio básicamente durante mis horas de maqueteo o manejando (no hay tiempo won!). Una vez que empiece a digerir las imágenes con la música hablaremos al respecto.
X otro lado he estado escuchando un disco vinilo llamado 'música sinfónica peruana' con temas bien folclóricos y una marinera. Te lo jugaré a tu regreso, es bien ''inca power'' jaja. Me recuerda un poco a las melodías de Turandot, pentafónicamente asiáticas que estan magistralmente combinadas con los matices románticos. Es una contextualización de la historia en la música que también está presente en butterfly, con las melodías japonesas. Bueno también he estado escuchando al buen Rossini, y el célebre 'fiiiigaro figaro figaroooo' (demasiado ponedor jaja) y no he podido evitar sentirme un poco más viril.
Bueno eso es todo espero que la hayas pasado chvere, saludos.