sábado, 27 de febrero de 2010

Teatro: Cocina y zona de servicio

Poster promocional

Reinaugurando nuestro espacio de pseudocrítica teatral, donde discutimos sobre uno de nuestros temas favoritos del-cual-sabemos-poco-o-nada, el teatro nacional, acabo de regresar de ver la primera obra del año de la Plaza ISIL, una comedia francesa (sigh) llamada Cocina y zona de servicio, y me apresuro (pues no tengo mucho más qué hacer) a escribir algo sobre la experiencia. Sé que este blog no tiene muchos lectores, pero aún así, por si las moscas, avisaré si lanzo algún spoiler y teñiré ese texto en particular de blanco. Y así todos contentos.

Un pequeño mapa, antes de empezar: la obra, escrita por Agnès Jaoui y Jean-Pierre Bacri, fue estrenada en 1992 y ganó el premio Molière a Mejor Dramaturgia al año siguiente. Nuestra versión está dirigida por Marisol Palacios. El reparto está formado por, como se verá, actores talentosos y bastante experimentados: Miguel Iza, Sergio Galliani, Wendy Vásquez, Montserrat Brugué y Pablo Saldarriaga.

El concepto de la obra es simple: una cena en la que todo sale mal. Fórmula sencilla y, aparentemente, infalible. Los autores, sin embargo, deciden dar una vuelta de tuerca al asunto: la acción que se muestra al público no es la que tiene lugar en la cena per se (de hecho, el invitado de honor, y otro personaje más, son invisibles durante toda la obra), sino en la cocina y el patio, como quien muestra no el proscenio sino las bambalinas. El concepto de la obra se vuelve entonces el siguiente: los comentarios -tras bambalinas- de una cena en la que todo sale mal. Los personajes que se han reunido para cenar son, al menos en parte, viejos amigos. A medida que la cena va arruinándose, los problemas personales que comparten nuestros personajes se exteriorizan progresivamente: lo intratable del comportamiento de Jorge (Iza), la sensación de unfulfillment de Martina (Brugué), el poco carácter de Javier (Galliani), la irresponsabilidad y poca vergüenza de Freddy (Saldarriaga), el matrimonio infeliz de Carla (Vásquez). Todo el mundo, como manda la comedia, al final pierde el control.

Suena bien in the paper, pero la realidad es que las cosas no funcionan, y uno tiene ganas de culpar a todo el mundo. En primer lugar, a los traductores (¿no debería ser el director el primer encargado de esta tarea, dada la añadida dificultad a la traducción cuando se trata de una pieza teatral?): la retahíla de "se diría" y otras frases obviamente mal vertidas al castellano no permiten que la obra fluya con naturalidad: se diría que esta tropieza una y otra vez. Pero en realidad, el material en bruto parece no dar demasiado campo a esta labor. Las pequeñas crisis de nuestros personajes no nos causan gracia. El bacalao quemado de Martina se queda en una anécdota insípida y aburrida, por dar un ejemplo (y este es uno de los ejes de la obra: lo que hace descubrir a su personaje que su vida carece de sentido). La relación Carla-Jorge, que se ha quedado 'inconclusa' (no pudieron estar juntos y tuvieron que dejar de verse) se roba la mayor parte del spotlight, y esto no estaría mal si no fuera por las interpretaciones que Vásquez e Iza hacen de sus personajes: Iza se toma a pecho lo intratable de su personaje y lo convierte en un ser verdaderamente odioso, y Vázquez, que muestra tanta maravilla en sus interpretaciones dramáticas, parece perdida en cuanto al ritmo de la comedia. Pero, ¿realmente tenían suficiente material como para trabajar?

Galliani, por su parte, actor harto experimentado en todo tipo de géneros, tiene que sufrir la falta de carácter su personaje, que lo retiene sin dejarle mostrar su carisma. A Brugué le afectan sobre todo los chistes mal escritos (¿o mal traducidos?). Y Saldarriaga, que muestra por ratos sus dotes físicas para la comedia, tiene que vérselas también con pobres líneas, punchlines marchitos, y, en general, con poco espacio para actuar (pues su intervención más importante en el drama, el juego de póquer con el invitado, ni siquiera es performada frente al público).

Sobre la escenografía poco hay que decir: apegada a la verosimilitud y bastante bien planeada (quizás una pequeña crítica sobre el acabado de la cocina -que era idéntico al del patio o cochera, hacia la izquierda- sea aceptable), no obstaculiza la acción en ningún momento. La música acaso sea lo único molesto de la dirección de Palacios: la directora impone segmentos de canciones entre escena y escena, dándoles la apariencia de sketches desconectados entre sí, y esto especialmente porque las canciones parecieran escogidas al azar y carecen de ninguna cohesión (salvo el detalle que todas son antiguas). Parece haber cierto grado de despreocupación en un detalle tan importante como es la música en una pieza teatral.

Hora del spoiler. ¡Atención!
[La obra termina con Carla llorando en el suelo, Freddy con un cheque por un valor mucho menor de lo que ganó en la partida de póquer, Jorge sin ser capaz de encontrar un hotel al que mudarse, y Javier y Martina devastados por el desastre que fue su cena. Se trata de un final hecho adrede irregular. Las comedias, construídas a partir de un movimiento 'antinatural' que inaugura un período de caos y desorden (en Le marriage de Figaro, por ejemplo, ese elemento caótico que hace estallar la comedia es la revalidación del llamado droit de seigneur), desarrollan el proceso de la vuelta al orden y culminan, precisamente, con su restauración (Figaro, muy paradigmáticamente, termina con un matrimonio). El reencuentro de los amigos en Cocina comienza mal y termina mal: el caos persiste y nada, finalmente, se arregla. ¿Habrá funcionado esto en la versión original, siquiera en papel?]

Resulta sorprendente el hecho de que una obra premiada que ha sido escenificada por gente nada amateur, seria y con mucho talento, haya tenido un resultado tan insatisfactorio, con algunas risas desperdigadas pero en general insípida y aburrida. He intentado mostrar aquí las razones por las que digo esto más o menos ordenadamente. Supongo que todos tuvieron su poquito de culpa. Habrá que mantener la esperanza y confiar en que el siguiente estreno de la Plaza ISIL no nos vuelva a decepcionar.

Rimes pour une chatte

Un soir tu me sacras poète,
Blond laideron:
Descends ici, que je te fouette
En mon giron...

RIMBAUD. "Mes petites amoureuses".

jueves, 25 de febrero de 2010

Rimbaud: Oraison du soir


I have found some kind of temporary sanity in this
shit, blood and cum on my hands.

TOOL



Me tomo unos minutos para hacer unas anotaciones sobre un poema de Rimbaud, "Oración del atardecer", que he leído hace un rato. No sé cuán atinada ni cuán redundante sea mi lectura, pero me interesa dejar aquí por escrito algunas ideas que quizás sean de utilidad para el futuro.

El poema es el siguiente (en traducción de J. Abeleira, Poesías y otros textos, ed. Hiperión):

ORACIÓN DEL ATARDECER
Vivo sentado, igual que un ángel en manos de un barbero,
empuñando una jarra de gruesas estrías,
el hipogastrio y el cuello arqueados, con una Gambier
entre los dientes, bajo el aire henchido de impalpables velámenes.

Semejantes a los cálidos excrementos de un viejo palomar,
mil Sueños dejan en mí suaves quemaduras:
luego, por momentos, mi triste corazón es como una albura
que ensangrienta el oro joven y sombrío de los corrimientos.

Después, habiendo desmochado cuidadosamente mis sueños,
me vuelvo, bebidas ya treinta o cuarenta cervezas,
y me recojo para soltar la acre necesidad:

afable como el Señor del cedro y de los hisopos,
meo, alto y lejos, hacia los cielos muscos
con el consentimiento de los grandes heliotropos.

La redacción del poema es cercana a la de "Le coeur volé", es decir, después de la horrorosa experiencia que atravesó Rimbaud en París y que está bien documentada en este último poema. De hecho, la imaginería utilizada en ambos poemas es parecida. Voy al punto rápidamente, esperando que se aclare todo con la interpretación de la médula del poema. Segunda estrofa: "albura" y "corrimientos". Abeleira anota: "Albura: es la capa blanda y blanquecina que hay entre la corteza y la madera de los árboles", y sobre 'corrimientos': "es la traducción exacta de colures: alteración del ciclo de la flor, con la consiguiente caída del polen (el oro joven) debida a las excesivas lluvias; goteo de las plantas enfermas. Si a esto le unimos la referencia a las "suaves quemaduras" (fantasías eróticas) y el doble sentido de la palabra corazón que ya conocemos [se refiere al corazón como eufemismo para 'pene'], tendremos una velada alusión al "hábito" onanista" (Notas, pág. 477).

Con esto en mente, releamos:

Semejantes a los cálidos excrementos de un viejo palomar,
mil Sueños dejan en mí suaves quemaduras:
luego, por momentos, mi triste corazón es como una albura
que ensangrienta el oro joven y sombrío de los corrimientos.

Completaremos el lúcido comentario de Abeleira con la famosa anécdota del baño como escape del acoso de Vitalie, citada en varias biografías y apuntada por el mismo poeta en los versos de "Les poètes de sept ans":

Sobre todo en verano, vencido, atontado, se empeñaba
en encerrarse al frescor de las letrinas,
y allí pensaba, tranquilo, entregando su olfato.

En Rimbaud, la asociación excremento-meditación es bastante cercana, dada la condición de las letrinas como refugio de la disciplina excesiva de la madre: se trata de un pequeño habitáculo de libertad. No es este el único poema en que la asociación subyace a la imagen del excremento, dándole a éste un matiz positivo; la imagen, luego, bajo el rigor de la ascésis poética de la teoría de la videncia, cobrará cierta connotación moral (el famoso "revolcarse en el fango"). Sea como fuere, el siguiente verso corrobora lo dicho: el poeta ahora sueña (excremento-meditación), y sus sueños, si seguimos a Abeleira, son de orden sexual. Lo siguiente es un refinamiento que enmudece. La flor enferma, cargando un don desdeñado, deja caer el polen marchito, "oro joven" pero, a fin de cuentas, "sombrío", echado a perder. En otro poema, Rimbaud ya había usado la imagen del polen y la flor

Flores de tinta que escupen pólenes en forma de coma
("Les Assis")

donde ambos elementos poseen un claro subtexto sexual: la flor (el pene) escupe (eyacula) polen (semen). El detalle de "flores de tinta" y la presencia insólita de la "coma", forma que se superpone a los pólenes, nos tienta a pensar en una poética, pero el contexto en que el verso aparece (en donde el detalle ya explicado aparece como un elemento más del onanismo de los "asentados") no parece permitírnoslo sin forzar nuestra lectura. Aquí, Rimbaud regresa a las imágenes de la flor y el polen y nos da un contexto en donde parece lícito desarrollar lo que en el poema anterior no pudimos. Volviendo a "Oración", hay una flor de la que se desprende un polen marchito que "ensangrienta" el "triste corazón" del poeta:

luego, por momentos, mi triste corazón es como una albura
que ensangrienta el oro joven y sombrío de los corrimientos.

La descripción que hace Abeleira de la 'albura' ("capa blanda y blanquecina...") nos remite nuevamente al semen (curiosamente, el traductor y editor se pregunta, un poco sorprendentemente a mi juicio, si no se tratará de una imagen del prepucio). A nuestro parecer, el "triste corazón", eufemismo de 'pene', se convierte, por metonimia, en su producto: "mi triste corazón es como una albura". Y aquí viene lo conmovedor del asunto: el verbo de "Les Assis" aplicado a las mismas imágenes, 'escupir' ("Flores de tinta que escupen pólenes..."), se transforma aquí, con el mismo uso, en "ensangrentar": este reemplazo, mucho menos procaz que su predecesor, duplica la violencia de la metáfora. Pero también la complica mucho más y la hace bastante más triste: la "albura" mancha ese "oro joven", originalmente libre de malas intenciones, de una sexualidad que da color a aquello que antes carecía de brillo (oro... sombrío): es decir, la libido, que ennegrece la inocencia del buen pensamiento, la da, sin embargo, movimiento, le insufla vida. Si nos percatamos que el "triste corazón" es un elemento que se repite en "Le coeur volé", poema producido directamente de la experiencia de violación que le tocó vivir a Rimbaud en París, la metáfora se vuelve verdaderamente conmovedora:

...mi triste corazón es como una albura
que ensangrienta el oro joven y sombrío de los corrimientos.

Como si Rimbaud nos estuviera confesando las contradicciones de sus propios sentimientos, que sufre por la violencia con que le arrebataron la inocencia, pero que, a la vez, está convencido de que esa violencia está justificada: la albura que ensangrienta el oro joven también le da un brillo que éste antes no poseía, lo llena de una vida nueva y fulgurante. Se trata, ya se sospechará, de la ascésis del vidente:

Quiero ser poeta, y me esfuerzo en volverme Vidente... Se trata de alcanzar lo desconocido por medio del desarreglo de todos los sentidos. Los sufrimientos que eso conlleva son enormes, pero hay que ser fuerte, haber nacido poeta, y yo me he reconocido poeta. (Carta a Izambard, mayo de 1871)

El Poeta se hace vidente por medio de un largo, inmenso y razonado desarreglo de todos los sentidos. Él busca por sí mismo y agota en sí mismo todas las formas de amor, de sufrimiento, de locura, todos los venenos, para no quedarse sino con sus quintaesencias. Inefable tortura en la que necesita de toda la fe, de toda la fuerza sobrehumana, en la que se convierte, entre todos, en el gran enfermo, el gran criminal, el gran maldito, ¡y en el supremo Sabio! (Carta a Demeny, mayo de 1871) [ambas traducciones son del mismo Abeleira, Iluminaciones (Illuminations) seguidas de las Cartas del vidente. Ed. Hiperión]

De modo que los versos que acabamos de analizar encubren, si se acepta nuestra lectura, una poética. Ofrecida una salida para los versos más difíciles, revisemos el resto y finalicemos nuestras observaciones.

ORACIÓN DEL ATARDECER

Vivo sentado, igual que un ángel en manos de un barbero,
empuñando una jarra de gruesas estrías,
el hipogastrio y el cuello arqueados, con una Gambier
entre los dientes, bajo el aire henchido de impalpables velámenes.

Semejantes a los cálidos excrementos de un viejo palomar,
mil Sueños dejan en mí suaves quemaduras:
luego, por momentos, mi triste corazón es como una albura
que ensangrienta el oro joven y sombrío de los corrimientos.

Después, habiendo desmochado cuidadosamente mis sueños,
me vuelvo, bebidas ya treinta o cuarenta cervezas,
y me recojo para soltar la acre necesidad:

afable como el Señor del cedro y de los hisopos,
meo, alto y lejos, hacia los cielos muscos
con el consentimiento de los grandes heliotropos.


Sobre 'desmochado', anota Abeleira: "...recojo uno de los significados de ravaler: desmochar un árbol", acepción que él vincula con su lectura 'onanista' del poema. En esta misma línea nos es dado ofrecer una interpretación del primer verso: así como el poeta 'desmocha' sus sueños (v. 9), el barbero 'desmocha' su cabeza (con todas las consecuencias de la imagen). La siguiente estrofa está plagada de imágenes fálicas: la jarra "de gruesas estrías", el "cuello arqueado" (el hipogastrio, por la evocación que ofrece su forma [la redondez del estómago] acaso podría leerse como 'testículos'), la pipa Gambier; el "aire henchido..." pareciera prefigurar el momento de inspiración y meditación que tienen lugar en la segunda estrofa. La transformación del material artístico se da como una eyaculación (acaso sería mejor decir: como una "fecundación"; el polen representaría, así, los óvulos femeninos, frente a la esperma masculina subyacente al "triste corazón") pero también como una contaminación; el poeta trabaja sobre el material transfigurado, le da, como quien dice, 'los últimos toques' ("habiendo desmochado cuidadosamente mis sueños"), bajo una imagen que remite, nuevamente, a la masturbación (en la metáfora, trabajar el material poético es como resolver la excitación producida por sueños obscenos en una sesión masturbatoria). Finalmente, el producto es liberado de la custodia del poeta:

meo, alto y lejos, hacia los cielos muscos
con el consentimiento de los grandes heliotropos.

Una imagen en que el poeta parece, literalmente, mearse sobre uno de los tantos símbolos de la poesía paranasiana. La poética de Rimbaud ha tomado tres representaciones distintas: la del excremento (v. 5), la del semen y la de la orina. Y una cuarta si, a riesgo de sobresaturar la lectura, decidimos leer el octavo verso como la escenificación de lo que la poesía de Rimbaud representaba para el parnasianismo: nuestro cuarto símbolo sería, entonces, la sangre.

martes, 23 de febrero de 2010

Barrett

Anegándome de placer entre mis amadísimos vinilos (por fin he accedido a esa experiencia de la que tanta gente habla con entusiasmo contagioso), y tras escuchar, después de bastantes meses, el Dark side of the moon de corrido con las luces apagadas y a todo volumen (¡éxtasis!), he regresado a los primeros discos de Pink Floyd, y con especial interés, a las canciones compuestas por Syd Barrett.

Y me dado de cabeza con la belleza de unos versos que no sé cómo he sido tan bruto de dejar pasar. El ritmo ágil y la corriente de aliteraciones regocijándose en su brillante juego, además de esa nota entrañable que le añade ese espíritu infantil e ingenuo ("¡Las estrellas sí que asustan!", sería mi traducción tentativa para ese último verso de la primera estrofa) del querido Syd, hacen de estos versos algo verdaderamente maravilloso. Dejo colgado un video de esta canción, la primera del Piper, "Astronomy domine", además de la letra.




Lime and limpid green, a second scene
A fight between the blue you once knew.
Floating down, the sound resounds
Around the icy waters underground.
Jupiter and Saturn, Oberon, Miranda
And Titania, Neptune, Titan,
Stars can frighten.

Blinding signs flap,
Flicker, flicker, flicker blam. Pow, pow.
Stairway scare Dan Dare who's there?
Lime and limpid green
the sound surrounds the icy waters undeground.

I'll do my loving in the winter

soneto

A Diego

Broder: ¿cuánto más has de demorarte
en regresar a esta puta ciudad
-si es que fuese aunque por pura lealtad-
cuando ya no hay más ganas de esperarte?

Nos esperan el sol, la playa, el sueño
de mil “acaso si” nunca resueltos
roleados, sazonados, ¡mierda!, envueltos
en la hierba libre, ociosa y sin dueño

que con placer compartiremos juntos
al alba, sin testigos, sin barruntos:
sólo música que enmudece el alma,

tristeza majestuosamente absuelta,
truenos, soles negros, ¡al fin devuelta
del ardiente fragor la nívea calma!

domingo, 21 de febrero de 2010

Lolita anacrónicamente reloaded

Dix-sept ans! Tu seras heureuse!
Oh! les grands prês!
La grande campagne amoureuse!

-Dis, viens plus près!
...

RIMBAUD. "Les reparties de Nina"

viernes, 19 de febrero de 2010

Poética ebria

El arte, digámoslo ya sin tapujos, es la Suprarrealidad. Lo digo a peligro de parecer surrealista. El arte ordena; el arte brinda teleología; el arte regala sentido. El mundo, lo digo mucho después de haber estudiado a Mallarmé, es, para el artista, material crudo a ser transformado, ordenado y beautifulizado. La belleza está en el eye of the beholder, y éste es patrimonio de la historia social. No se puede salir de las contriciones del lenguaje; menos aún, del ciño de la historia. El arte es presente indómito, insubordinable. El arte es presente más allá de la historia. La literatura imita en pos de una revitalización. La literatura unifica; es el material nucleico de las religiones. La música es el significante liberado de toda significación. Las artes plásticas son tan reordenamiento como la literatura. Una novela no es, como dijo Stendhal, un espejo que se blande a través del camino: es el camino que se construye sobre una trocha inmunda. La belleza es sólo un medio de significación. Los sentidos son la plantilla que sobrepone la conciencia sobre la naturaleza. La distorsión sensorial es una manera no de aprehender otra realidad, sino de ser otro, ser otros múltiples en la inmensidad del aprehender el mundo. El artista debe purgarse solamente de todo aquello que obstaculiza su reposado rumiar del material crudo. El arte es un castillo aéreo que se construye sobre los cimientos de lo ya escrito, ya pensado, ya vivido. Un artista no puede ser sin otros artistas; el arte se construye no sobre el mundo, sino sobre lo que otros han artificado del mundo. El significado es inexistente; o, mejor dicho, es la liebre que huye del presente: como dijo Carroll, hay que perseguir su punto fijo a zancadas. El peor pecado para un artista es la pereza. La ascesis del artista es tan fugaz como el presente. El arte carece de límites: lo dicho no ha de ser dicho de otra manera, sino sobre otra cosmovisión: el artista es un trotamundos cuyo universo es mayormente imaginario. El arte está hecho de símbolos sobre símbolos sobre símbolos. La belleza del arte es inseparable del desdén del mundo en que uno habita. El artista es un ser insatisfecho: el arte sólo puede brotar de la náusea. El arte es sólo un juego divertido, una partida de ajedrez en una tarde de otoño. El arte no puede ser vivido a tiempo completo: es una experiencia que brota de la experiencia de la insatisfacción. El mundo no puede ser separado del arte principalmente porque el arte es la negación del mundo. La música, que celebra el mundo, no es más que una irrupción de baile en medio de una plaza desértica. El drama cantado es quizás el punto más alto de toda experiencia artística, pero su perfección sólo puede ser imaginada. El arte es autodestrucción; el artista es un kamikaze. Todo arte es dispensable. Todo arte es un suspiro metido en una bolsa de plástico en un día de calor insoportable.
El arte es amor no correspondido.

martes, 16 de febrero de 2010

¿De qué sirve todo esto si el pecho se siente como un puño cerrándose sobre una flor marchita?

lunes, 15 de febrero de 2010

Leyendo una entrada antigua de uno de mis múltiples intentos de llevar un diario, descubro que, carajo, ¡sí que estaba deprimido hace un tiempo! Quería divorciarme del mundo sin desprenderme del todo de él. El arte me parecía el único refugio que valía la pena habitar, y mi mayor deseo era tener la conciencia lo suficientemente fuerte como para lograrlo. Eso, claro, es imposible. Por ejemplo, a veces a uno le entran ganas de ver comedias gringas, y si se es tan obsesivo como yo, termina viendo muchas. En las últimas dos semanas he visto:

The 40-year-old virgin ("Virgen a los 40")

Talladega nights: The ballad of Ricky Bobby ("Pasado de vueltas")

Jay and Silent Bob strike back! ("Jay y el Silencioso Bob contraatacan")

Knocked up ("Lío embarazoso" o "Ligeramente embarazada")

Pinapple Express ("Superfumados" o "Piña Express")

Zack and Miri make a porno ("¿Hacemos una porno?")

Superbad ("Supercool")

Fanboys (sólo por los cameos; por cierto, that movie sucked balls)

I love you, man (sólo por Rashida Jones, esa mujer es fucking gorgeous)

Step brothers ("Hermanos por pelotas" [de lejos mi traducción favorita])

Funny people ("Hazme reír")

Walk Hard: The Dewey Cox Story ("Dewey Cox: una vida larga y dura" [nótese el innuendo en el título])

Blades of glory ("Patinazo a la gloria")


Y como cuarenta minutos de Anchorman, que debe ser la película más mala que haya visto en mi vida. ¡Más de diez películas del género, por Dios! Acaso siga aún deprimido. Pero uno no puede vivir en el arte todo el tiempo, ¿verdad?

domingo, 14 de febrero de 2010

martes, 9 de febrero de 2010

Quiero tomarme un momento de esta noche insomne que hoy me ha tocado sufrir para decir que odio (lo escribiría con CAPS pero este no es, digo, al menos no totalmente [¿no te diste cuenta de que no hay faltas ortográficas?], un blog de colegiala histérica), decía, ODIO (al carajo) a la gente de mi facultad, la odio democráticamente y a priori, sin distinciones de raza o género, sexo o edad, sin siquiera distinguir entre personas que conozco y que no: les arrojo mi odio, ¡oh condiscípulos!, como un huayco de nieve postergada que llega a cobrarse su merecida venganza. Los odio porque se creen inteligentes, porque son inteligentes, porque son bestias, porque escriben huevadas, porque tienen conversaciones literarias, porque tienen buenas ideas, porque tienen ideas de mierda, porque se ríen, porque son demasiado tímidos, porque le besan el culo a la pelirroja profesora, porque el profesor los bota de su clase por mala conducta, porque hacen ruido, porque son excesivamente silenciosos, porque son freaks, porque son gente normal, porque son buena gente, porque entre sus libros favoritos figura Rayuela, porque son fanáticos de Federico Andahazi, porque ven cine francés, porque les gusta Amélie, porque escuchan Mozart, porque bailan salsa, porque fuman Marlboro rojo, porque sueñan, porque tocan en bandas con nombres obvios, porque saben cuántos bemoles tiene la escala de Fa mayor, porque han visto El Séptimo Sello, porque leyeron alguna vez Mafalda, porque se tomaron una foto junto al Obelisco en Baires, porque leyeron o no la biografía de Rimbaud escrita por Starkie, porque están escribiendo su tesis, porque sacan mejores notas que yo, porque jalaron Latín 1, porque no tienen ganas de invadir Polonia cuando escuchan el Vuelo de las Valkyrias, porque escriben en las máquinas de escribir de sus antepasados, porque les gusta Glee, porque se enamoraron de un europeo, porque no se enamoraron de un europeo, por no entiendieron alguna frase de alguna novela de Milán Kundera, porque se durmieron en un concierto de la Sinfónica Nacional, porque tuvieron sexo sin condón, porque han visto todas las películas en las que actúa Seth Rogen, porque leyeron a los catorce los Cantos de Maldoror, porque han fundado una editorial, porque alguna vez sus senos me han hechizado en medio de un examen de Teoría, porque tienen los dientes torcidos, porque usan cepillos Oral-B, porque nunca han salido de Lima, porque se comen las uñas de los dedos, porque leyeron con regocijo algún artículo de González Vigil, porque saben tocar guitarra, porque perdieron el bloqueador en Máncora, porque conocieron a Gisella Ponce de León, porque aspiraron una línea de coca en Barranco, porque usaron calzoncillos amarillos para año nuevo, porque tienen un pajarraco y nunca leyeron Un corazón sencillo de Flaubert, porque llevaron algún seminario con Mario Montalbetti, porque me conocen, porque me entregaron copias mal redactadas, porque sus poemas son cagones, porque gritaron en un partido de Sport Boys, porque en secundaria algún profesor los señaló y les dijo "Fulano será poeta" mientras la clase volteaba a mirarlos, porque se tiraron un pedo en clase de educación física en el colegio, porque besaron a sus novias en la nariz, porque usan piercings, porque saben el significado de la palabra 'elated', porque tienen una botella de vino Trapiche en su sala, porque ahora mismo hacen el amor con alguien, porque son vírgenes, porque tienen blogs, porque leen la columna de Giacosa en Perú21, porque masticaron grama de puro aburrimiento, porque alguna vez alcanzaron el menú económico en cafetería central, porque les gusta el blog de Iván Thays, porque no se aburrieron viendo alguna película de Antonioni, porque no fugaron con el rabo entre las piernas cuando un grupo de argentinas discutía en una librería las aliteraciones de los títulos de los libros de Jane Austen, porque no se acostaron con una neozelandesa, porque usan Old Spice, porque vieron más de veinte minutos seguidos de El especial del humor, porque usan sport-jackets, porque el usan el reloj en la muñeca derecha, porque Víctor Vich les cae bien, porque se sobrecogieron escuchando la Novena, porque orinaron en algún parque, porque usan resaltadores de más de tres colores en un mismo texto, porque conocen la filosofía de Thomas Kuhn, porque alguna vez escucharon el programa de Dolina, porque visitaron Londres, porque saben al menos un verso de memoria del libreto de Las bodas de Fígaro, porque le gritaron a alguien y luego rompieron en lágrimas, porque se miran al espejo todos los días, porque escribieron algún poema maravilloso, porque escriben poemas, porque no estudian algo más productivo, porque alguna vez vieron camino a Cieneguilla una placa con tres números ocho en ella y no se preguntaron si el destino les señalaba aquel día como el de su muerte, porque escucharon algún disco de Slayer, porque se enamoraron de una mujer con un nombre inventado, porque tienen más de diez soles en la cartera, porque hablan fluídamente el alemán, porque les gusta Neruda, porque tiene elepés, porque alguna vez les picó un zancudo en el meñique del pie derecho, porque se mordieron la lengua comiendo ravioles, porque vieron la misma primera edición de Portnoy's Complaint en Corrientes y tampoco la compraron, porque lloraron en alguna plaza, porque comen arroz integral, porque atraviesan Canadá cuando regresan a sus casas de la universidad, porque si les recito "Groucho with his movies trailing stands alone with his punch line failing" saben de dónde proviene la cita, porque leyeron con fervor Adán Buenosayres y se les ocurrió que la 'y' del apellido era por "ay", porque han leído algún libro de José María Arguedas, porque alguna vez se corrieron dentro de alguna chica que no amaban, porque conocen la película Jay and Silent Bob strike back, porque alguna vez tocaron en un piano Steinway and Sons, porque tienen un perrito ladrador, porque les gusta Mallarmé, porque colecciones chapitas o boletos de micro, porque alguna vez se quebraron algún hueso, porque le echan mayonesa al hot-dog, porque vieron completito el documental de Woodstock, porque anotaron al márgen de un libro de Deleuze, porque lloraron al escuchar la Traviata, porque nunca tuvieron un orgasmo, porque alguna vez quemaron un muñeco en fin de año, porque usan sostenes negros, porque les rechazaron una flor, porque los hicieron callar en una conferencia, porque escribieron un cuento con un protagonista llamado Aníbal u Orlando, porque les gusta Serú Girán, porque tienen el disco Montand chante Prévert, porque tienen una biografía del Che en sus bibliotecas, porque les gusta el caramelo de limón, porque usan zapatos de charol, porque quieren que la Teta gane el Oscar, porque usan aerosol en sus casas, porque tienen laptops, porque dijeron alguna vez la expresión "me cagué en la loma del orto", porque no saben cuándo decir basta, porque usaron en primaria borradores de papa, porque tomaron sopa en verano, porque en el baño tienen papel higiénico con dibujos de perritos, porque vieron caer una gota de rocío y pensaron carajo, cómo me gusta Chopin.

Y ya. Pero a mí me caen mal muchas otras personas, también...

domingo, 7 de febrero de 2010

¿Dónde están esos santos de retrovisor, dónde ese Infierno maravilloso? ¡Unírmeles, desbarrancarnos en fila india! Los caminos vedados resplandecen con los visajes de la carroña; primavera nocturna, las transacciones del aire soportan más peso que los botines que nos desplazan. ¡Ea! Que ya nos esperan los simulacros de muerte. ¡Ea, hermandad de la Noche, vinos empapados de crepúsculo, bacanales infinitas! ¡Sea la perdición en los extrarradios de la conciencia!
Instante de angustia, suspensión de violines, babeo del corazón; instante en que las hojas del sabio libro de transfiguradas imágenes -¿observas cómo el arcoiris acaba en el borde de sus páginas?-, embarrado de dulzura, voz de mujer, explota en silencio en un aliento que da muerte instantánea al mundo -¿ves cómo se desploman sus columnas de pájaros, sus vigas de nube, sus techos de grama?- en este Domingo Santo, en la oquedad colmada de belleza de la noche del domingo, dormidas todas las naturalezas, ¡resaca de pavor!, ¡éxtasis de locura!, ¡plenitud de flores!

viernes, 5 de febrero de 2010

Poética

Miedo, huevón. Me meo en los pantalones ante la "cámara de torturas". Schopenhauer señalaba que el coraje con que el filósofo debía enfrentar el arduo combate contra la materialización de sus propias ideas (tras su bienaventurado alumbramiento en la imaginación) formaba parte de su ética: prenderse a trompadas con el lenguaje es también una de las caras de la sinceridad brutal. Pero, ¿qué pasa con los que no vuelan tan alto, los pobres diablos que manosean noche tras noche un ramillete de ideas cuyas aristas, gozosamente palpadas en la ceguera de la penumbra, desaparecen con el primer golpe del alba, dejando en su lugar una cadencia amorfa, un verbo tímidamente conjugado, una frase decididamente inacabada? Las poéticas clásicas distinguen, en la creación artística, dos movimientos básicos: en el primero, interior y ascendente, el artista recibe la idea desde las regiones de lo innombrable; en el segundo, exterior y descendente, el artista se ve obligado a mutilar la realidad aprehendida con un lenguaje necio e infinitamente inferior ("Yo quisiera escribirle, del hombre / domando el rebelde, mezquino idïoma") a lo contemplado. ¿Sucede, sin embargo, que dicha contemplación, sea cual sea su naturaleza, trasciende los dominios del lenguaje? ¿Se trata de balbucear en la lengua humana un lenguaje total y apenas entrevisto, o, acaso, más bien, de re-crear girones raídos, trozos de servilletas usadas, pedazos de cuero polvoriento como en los que escribía Ercilla, papeles sucios de ceniza, todos ellos desperdigados a lo largo de la mente, balbuceo que pugna por hacerse habla? Hay una anécdota de Bob Dylan que me convendría recordar en su integridad en este punto, y de la que sólo alcanzo a recuperar el punch-line: alguien le había preguntado por la versión oficial (studio) de uno de sus discos, seguramente por el posible cambio de alguna de las canciones, y Bob había respondido que la grabación supuestamente oficial de sus canciones era tan sólo la versión en que, en determinado momento y determinado lugar, aquella canción se había manifestado. Un poco así debe suceder con la creación literaria, y el orden, en su cristalización más acabada, sería ya el producto de la armonía fugaz de unos cuantos fragmentos inestables.

martes, 2 de febrero de 2010

Accésit

¿Qué podíamos hacer, sino? Les hemos ofrecido cerveza (nadie puede rehúsarse a ello), si bien nos han pedido papel para fumar. La de la derecha -Camila, Mariela, Lucero-lleva un top melón; causa algo de sobrecogimiento la timidez con que sus senos se dibujan y desdibujan entre farol y farol. La de la izquierda abre una lata y se queda mirando a mi amigo. Enciendo el décimo cigarrillo y espero. Mi vida, me parece, se asemeja a una suerte de corto mal hecho: apenas algunas sensaciones -el crepitar de las hojas otoñales bajo las zapatillas, la lumbre escondida de un pucho que lucha entre la vida y la muerte, el olor de los libros pasados de mano en mano- cobran forma entre las palabras que describen mis días, mis pequeñas obsesiones. Los senos frecuentan, me dice una voz superior, algunos bares que mi amigo afirma conocer. Y después son las calles, las latas en la basura, los timbres, un huachimán dormido en su silla de plástico. Cuesta creer que el escaso trabajo que ha costado besarla, contemplar sus senos libres del rigor de la ropa. El mundo entonces se reduce a unas cuantas máximas, apenas a un calor indeterminado, a la mano que rodea mis muslos. Hay un cenicero con la forma de un gliptodonte: me causan vértigo los hexágonos de su caparazón. Me inunda una profunda sensación de melancolía. Poco después, la ventana, un cigarrillo en la mano. Una mirada basta para apremiarme a irme. Cierro la puerta con cuidado, y ya son los árboles enormes otra vez, el recuerdo del detallado Flaubert, la ignorancia y un especie de vacío ante las cosas ya conocidas. Cierro el pestillo de la puerta con cuidado. Siento que no hay mucho que escribir. Sin embargo, lo escribo.