jueves, 28 de noviembre de 2013

Dejar, digamos, el cinismo atrás. Perdona si de nada te sirve lo que te digo, si soy tan egoísta que solo hablo, pienso, digo cosas para mí mismo. Cuando me desmorono, me gusta que te des cuenta. Sales entonces persiguiéndome en la oscuridad, y eres tan, te ves tan. Pero es que no lo hecho para que tú y sin embargo allí, tout de suite, dans la obscurité. Y yo me doy cuenta de que soy tan inmaduro, tan engreído, pero allí mismo, justo cuando se asoman el asombro y la vergüenza ya está, que el artista, the ever popular tortured artist effect, que la vanidad, que la conducta peculiar y a aguantarse, yo que soy tan y me reconozco ante Izambard, tan enormidad en su castillo Bayreuth. ¿Y qué he hecho, sin embargo? Pero allí está, el latido. Lo aún-no-dicho-pero-presente. Y tú allí tan, pero yo en el otro extremo. ¿Qué ocurre en tu mundo en el que el arte es apenas una imagen en un muro, una página escrita en un libro cerrado, una canción mil veces repetida en las estaciones de radio? ¿En el mío? Es el relámpago.

Una página escrita en un libro abierto es igual de inútil. ¿Qué es si no apenas, cuándo es si no en su lectura? ¿Y qué mejor que cuando sale, se entromete en vidas ajenas, se vuelve carne y quizás cambio?

Es quizás lo que ahora parece: el gozo consumándose en la referencialidad. Volverse un homage. Disfrazarse de tragedia por puro aburrimiento. Es Madame Bovary. Es Catalina.

Es Catalina Bovary escribiendo cuentos sobre su bicicleta. ¡El último círculo del Dante quedó reservado para los soberbios!

Bravísima soberbia. Escupitajo sobre los epitafios. La literatura como un largo, enorme epitafio. ¿Pero epitafio para quién?

lunes, 18 de noviembre de 2013

Digamos que son líneas que se cruzan, o que pueden cruzarse.
Por ejemplo, Luca Prodan en la Inglaterra de los ochenta
y su llegada a las pampas argentinas.
¿A quién no le gustaría contar esa historia?
Podemos estar un rato en Londres,
detenernos en la vorágine de las fiestas,
pero el riesgo del lugar común es demasiado grande.
Podríamos mostrar, por ejemplo, al típico grupo de amigos,
las luces de colores,
y luego las agujas y la sensación de que no hay salida.
Pero todo eso es tan. ¿Para qué, ya?
Sin embargo, la idea de narrar al grupo de bohemios
me provoca somnolencia y hartazgo.
Pero allí está, ahí debe estar:
la amistad.
La amistad en la experiencia estética.
Digamos, la búsqueda de una expresión sintética.
Digamos, el grupo heterogéneo que se comunica con un lenguaje común.
¿Pero no es eso Rayuela, no es eso Adán?
Entonces vuelvo al inicio, a las primeras páginas,
y es otra vez Adán,
el mundo que se crea del caos,
otra vez Joyce,
el mundo que nace de la palabra mentada.
Luego pienso en la habitación del último piso
de los edificios gemelos de la Plaza Dos de Mayo,
y me digo Candy Darling, Velvet Undergound, Andy Warhol:
ya está.
Luego pienso en la historia de mi familia
y cuánto daño les haría relatándola.
Luego pienso en los símbolos,
el Viernes Santo,
la novela narrada por otro personaje,
lugares, formas, sensaciones,
Proust, Cervantes.
Digo carreteras y ya es Kerouac o Los detectives salvajes o hasta Lolita.
Digo terrorismo y ¿Roncagliolo? ¿Alonso Cueto?
o González Vigil asegurando que esa novela aún no se ha escrito
a pesar de los intentos innumerables. Pero
yo no voy a ser quien la escriba.
Quiero pensar en Charly García y David Lebón
escribiendo en Buzios las canciones
que tan mal se tomó la gente en su momento,
gente alguna que quizá desapareció,
gente quizás que acabó
como Maribel: flotando en el río.
Efectismo, me digo. Una ópera de Verdi
o un disco reciente de Fito Páez:
fórmulas.
Luego inevitablemente pienso en la novena de Beethoven
y me digo: imposible.
A veces me da por pensar en una novela happening,
una novela cantada,
"sugerida" si te pones pedante,
salir a la calle y cantar la novela en bares,
en cafetines,
y que quien quiera escuchar, que escuche.
Me tienta constantemente
la servilleta de Martín Adán.
Arte efímero, sin posibilidad
de tomarse nada en serio,
volutas de humo en el aire.
Una canción que se canta una sola vez
y que ya no se vuelve a cantar.
Quiero pensar en arquitectura,
quiero diagramar planos,
construir líneas temporales,
cruzarlas.
Pero todo es tan indefinido aún.
Sin embargo, lo que sí quiero
es un lenguaje llano,
no quiero exclamaciones desesperadas
ni escritura compadecida de sí misma
porque escribir es igual que cualquier cosa
porque no tiene nada de especial ni es nada digno de orgullo
ni algo que deba padecerse
(aunque a mí también por ahí me ha dado, es inevitable)
ni algo que deba mostrarse como el inválido
que muestra a los pasajeros el muñón por unas monedas.
Porque ¿qué mejor que consumirse
que arder en el fuego
caldeado de nuestras propias pasiones
si más allá en el mundo
fuera de la página en blanco
todo parece valer nada?

sábado, 16 de noviembre de 2013

La dichosa, proverbial página en blanco y los ojos que la miran.

Yo vine a indagar y a acometer resoluciones pero me encuentro con que todo ello ha quedado bien claro desde hace tiempo, y que lo único que puede decirse es que no he cumplido con nada de lo acordado. Palabras bonitas, promesas vacuas. La perspectiva del cambio de un sábado en la noche frente a la página en blanco -las perspectivas ilimitadas-, la esperanza torpe que le dan a uno unos cuantos tragos o la emoción de llegar de ver una estupenda obra de teatro o cerrar el libro que lo dejó lelo o eyacular después de masturbarse, la alegría de la belleza y la posibilidad de explorar lo que ésta puede ofrecer cuando se tiene frente a uno un tiempo que parece largo e ilimitado pero que puede contarse con exactitud (si son ahora las 11:30 pm, me quedan, exactamente, 25 horas y media antes de que vuelva a sonar mi despertador a las 6:00 am del lunes y tenga que nuevamente luchar para levantarme, meterme a la ducha, buscar trastabillando el bividí, los calzoncillos, las medias, luego el pantalón y la correa que ya va quedando chica y la camisa blanca, abotonarla de arriba abajo cuidando de no hacerlo a lo Cantinflas, ponerme los zapatos -sin pasadores, porque hasta para eso soy demasiado flojo-, pedir a Maura el desayuno, ir al baño, secarme el pelo, afeitarme, limpiarme los lentes, prender la tele en el canal ocho, guardar mi libro de turno en la mochila junto con el agua y los audífonos, tomarme el té con tostadas o pan con huevo o pan con salchicha o hasta una gaseosa con una pizza calentada que tengo guardada hace una semana, limpiarme la boca, lavarme la cara y los dientes y, finalmente, dar las consabidas vueltas a la corbata -cuyo nudo aprendí a hacerme con video de Youtube, porque no tuve quién me enseñara (¡snif...!)-, anudarla al cuello, ponerme el saco y guardar las llaves, la billetera y el celular y a la calle, a otro día, lunes-otra-vez-sobre-la-ciudad-la-gente-que-ves-vive-en-soledad, a los mismos papeles, a los informes, a los gritos de los jefes, a la vida de adultos para la que la gente se prepara tanto y que no difiere tanto de la vida del académico, ni en lo de la vanidad (por motivos distintos) ni en lo de los juegos de poder (igual de infantiles en ambos casos) ni en la angustia de la vacuidad ni en nada, un tiempo, iba diciendo, que pareciera infinito un sábado por la noche, cuando se tiene a disposición todo el domingo aún, y que por ello se preña al instante de promesas de cambio, pero que en verdad o nunca se aprovecha (nunca lo aprovecho) o resulta insuficiente. Renzo me dijo que nunca voy a escribir mi novela y lo más probable es que tenga razón.

Por el otro lado, ella. Siempre es ella, tampoco hay nada nuevo en esto. ¿Quién es ella ahora? Piel de bronce, pómulos enhiestos, labios rosados, pelo negro lacio hasta media espalda con cerquillo. ¿Contextura? Ligeramente ancha. ¿Senos? Pequeños. ¿Poto? Yo tengo más que ella. ¿Caderas? Casi nada. ¿Y qué te gusta de ella? Me gusta cómo se pone roja cuando se ríe. Me gusta el sonido de su voz, stream of water, gotita en la mayor. Me gusta su rostro, porque es guapísima. Me gusta su alegría su tristeza el cambio
me gusta cuando me mira después de unos tragos y se ríe después de que he dicho algo serio o
ininteligible, media risa detenida en exhalación y los ojos fijos sobre los míos, ojos negros
me gusta cuando me besa las manos, me gustó acariciarle los senos en el taxi y que luego me besara las manos
me gusta su timidez al besar, labios sobre todo y la lengüita apenas asomando
me gusta cuando se entrega y sentir que quiere acostarse conmigo, a pesar de que aún no lo hemos hecho, mi pobre verga cabeceando y a media asta (¡Ignazio...!)
me gusta cuando me escribe como loca y sin parar y me da la certidumbre de que sólo me escribe a mí
(me gustaba cuando me escribía como loca y sin parar, porque ahora no)
¿Y sin embargo?
Hoy la he estado esperando. Habíamos quedado para salir pero a las 5:00 pm me envió un mensaje diciéndome que no la hacía, dos caritas tristes :( :(. Ha estado ocupada y no le ha quedado tiempo. Hoy la he estado esperando.
¿Qué has hecho hoy?
La he esperado. Es todo lo que he hecho. Quemar horar viendo estupideces por la tele y por la computadora, esperándola. Me dijo que se liberaba a eso de las seis y que me mandaría un mensaje para encontrarnos. Hoy todo lo que he hecho ha sido esperarla.
¿Y cómo te has sentido?
Como montar en mi vida Esperando a Godot.
¿Deseas seguir esperándola?
No de ese modo.
¿Y qué es lo que deseas hacer?
Como lo que me dice mi amiga mientras compro cigarrillos. Pareces desesperado. ¿Desesperado? Sí, desesperado por tener una relación con alguien. Es normal, a veces pasa cuando una se siente sola: quieres estar con alguien a como dé lugar. Y eso se nota. ¿Te parece? Sí. Claro. ¿Entonces qué crees que debería hacer? No te muestres tan desesperado.Tómalo con calma.
Tómalo con calma. Pero yo creo que hay algo más.
¿Qué crees que es ese algo más que hay?
Creo que es otra forma de aplazamiento. Como cuando me digo: para escribir mi novela necesito conocer la historia del país. Entonces voy a la librería y me compro un libro de historia. Lo hojeo, leo las primeras páginas, subrayo. Y luego me canso y me pongo a leer una novela. Para no sentirme demasiado culpable, leo alguna novela ligeramente relacionada a lo que quiero escribir, lo que quiere decir que me pongo a leer la primera novela que tenga a la mano. Es lo que me ha pasado con La violencia del tiempo. La exagerada historia de una familia piurana. Pero qué novelón, querido. Es la segunda vez que he sollozado con un libro. La primera fue con la escena de Marcel ansiando el beso de la madre, tú sabes, cuando la madre está abajo cenando con el padre y unos invitados y Marcel, que se ha acostumbrado a que su madre le dé un beso todas las noches antes de acostarse, se pone ansioso porque sabe que ella no podrá subir esa vez por causa de los invitados, y Marcel conspira, llama a la criada y le manda un mensaje a la madre que ella responde con negativas, y se revuelca en la cama y no puede dormir y decide, como hazaña mortal, meterse en el cuarto de sus padres a esperarla porque no puede tolerar quedarse sin su beso, y cuando acaba la cena y los invitados se van y él asoma a la puerta extasiado y expectante a que suba la madre ve la sombra de su padre proyectada contra el muro subiendo las escaleras y piensa me cagué, piensa me va a castigar, y a pesar de que sabe que le queda tiempo y podría escabullirse de vuelta a su cuarto y ahorrarse la reprimenda se queda allí, se queda, no puede tolerar quedarse sin su beso, es imposible, es inaceptable, se queda y el padre lo sorprende y cuando la madre llega el padre se ablanda al notarlo tan nervioso, al borde de las lágrimas, y le dice a ella vete a dormir con tu hijo que mira cómo está, y ella, el colmo, le dice que no joda, que tiene que aprender, que es demasiado débil y maricón y que tiene que aprender a dormir sin el beso de su madre, habrase visto, y el viejo no jodas tú y anda a dormir con el chibolo que mira cómo está mujer, y Marcel duerme feliz, con su beso, con su madre, vuelta al vientre materno, Tristán diciéndole a Isolde que la casa a la que volverá cuando se muera es el vientre del que fue expulsado en el parto y toma mi mano, Isolde, volvamos juntos al vientre de mi vieja, todo tan freudiano y yo sollozando, sollozando con mi libro embadurnado de la luz que se filtraba por la ventana de la sala aquella tarde inolvidable que leí ese libro entre arrebatos y suspiros, diciéndome a mí mismo que no valía la pena volver a escribir después de haber leído el primer tomo de En busca del tiempo perdido. En fin, te decía que sollozé por segunda vez con la lectura del pasaje de la novela de Gutiérrez en que Martín Villar se mete al ataúd de su abuelo con la Mika, siendo niños aún, abrazándose a ella, y luego con el jueguito llevándolos a descubrir sus cuerpos, a descubrir el amor. El amor.
¿El amor?
El amor se ha vuelto otra forma de aplazamiento. Si yo me quedo esperándola, si me resisto a enfrentar la realidad
que no tenemos nada en común
que lo más es que estamos los dos tan solos
que ella necesita el cuerpo y el beso y la mano sobre su seno
mi lengua valiente desarmando toda timidez
mi lengua voraz que arrasa todo a su paso
y que son la lengua y la mano y no mi lengua y mi mano las de Julio Mestanza
y que yo soy el único ahí por ahora
y que no hay futuro para los dos considerando
que sus padres
que su hermana
que el trabajo
que mi edad
que mis inclinaciones
que mi decadentismo
que he fumado marihuana
que estudié literatura
y que los dos estamos tan solos
los dos
pero tan bonito es caminar
de la mano
y su respiración que se vuelve la mía
compartir el beso y el taxi
considerando que estoy perdido
que pierdo los papeles y mi rencor
mi resentimiento
mi negro y blanco y nunca gris
mis sueños y mi Tristán e Isolde
si me resisto a ver
que tampoco han sido su mano ni su lengua ni sus labios
sino la Mano
la Lengua
los Labios
de aquella que siempre
es Ella
y que no hay nada nuevo en eso
entonces
¿Entonces?
Entonces me doy cuenta de que el esperarla, el que el esperarla se vuelva lo único posible y no otra forma que tiene el tiempo de pasar mientras se hace otras cosas, no es otra cosa
otra cosa
que una máscara más de mi incapacidad de acción.
Como si esperara que ella solucionara todos mis problemas.
Como si necesitara de ella para ponerme a hacer lo que debo hacer.
Como si fuera imperativo tenerla, tenerla no a ella, sino a Ella, para poder sacarme los pantalones y la correa, la camisa y la corbata, y sentarme
sentarme
frente a la dichosa, proverbial página en blanco
en este sábado preñado de promesas
promesas de que realmente, sí, de que yo y nadie más, de que yo
y puedan surgir ustedes
puedan volverse palabras
notas musicales
iluminación dichosa
ustedes mis sombras y mis fantasmas puedan tomar forma
el chico despeinado de la formación que se da cuenta de que el mundo es ahora su conciencia
el salón de clases iluminado por un sol que desdibuja las formas
el caos y la materia y luego la voz
ATENCIÓN
poniendo las cosas en las cosas
o mi transexual creciendo entre cúmulos de basura
entre caminos de trocha sin asfaltar
mirándose al espejo y aborreciendo su cuerpo de hombre
los pelos que le salen de las axilas y del pecho
pelos puntiagudos como la esmirriada barba
mirando con deseo y envidia a las mujeres
y luego las tetas y la ardua decisión de si cortarse o no el miembro
mi transexual musa del rock en ciernes
y el espejo roto que transunta la imagen del oficinista
entre papeles y resoluciones y memoranda
deseando
la novela que es la historia del niño perdido entre curas y profesoras de verde
o la niña tatuada que es la ópera magnífica
en que se resuelven los deseos adolescentes de quien ha perdido a sus amigos
de su amigo que ha perdido a su padre
lo han parado los terrucos en la autopista y le han tirado un balazo
la historia de quien vuelve a Cajamarca
a buscar los rastros del abuelo
la historia del abuelo
que perdió el anillo de matrimonio en el fango de la playa
y que por puro amor lo volvió a encontrar
y luego se murió de un derrame cerebral
sin jamás haber escuchado o leído Pélleas et Mélisande
todos indefinidos
fantasmas que me acosan
exigiendo la forma cuya factura
se me ha impuesto como una suerte de castigo
yo que pude haber sido
administrador
contador
abogado
alfeñique de quienes ostentan el poder en el Estado
peón en el ajedrez de las altas torres
comodín en la intriga de los sillones de cuero
asesor detrás de las decisiones presidenciales
yo que pude haber sido 728
con catorce sueldos y CTS y vacaciones pagas
redondamente feliz
contentamente enamorado
con la novia del San Silvestre y el carro del año
logístico transando con los proveedores con buena pro
contador metiendo el dedo en los pagos millonarios
tesorero girando cheques en blanco y sonante
y luego administrador
jefe de jefes gritando
o lo haces o ahí está la puerta
toda la gente a mi cargo
jefe de unidad ejecutora
secretario general
ministro
y que
a mis 27 años
sin embargo y con embargo
me ha tocado padecer mis sueños
temblar en el embeleso
y leer a Proust
los cuentos de Joyce
el nunca bien ponderado Adán Buenosayres
los poemas de Gérard de Nerval
y al hermoso Rimbaud
signando
mi destino.

***

¿Qué es lo quieres?

No me importa la vida. No me importa esta vida.

¿Qué es lo quieres?

Esta vida de tiempo fragmentado y repetitivo.
Quisiera olvidarme
del nudo de la corbata.
Pero de ahí, ¿quién me mantiene? ¿Mi vieja? Mi vieja tiene 60 años y está sorda de un oído.

¿Qué es lo quieres?

Quiero verte a los ojos y llorar.
Pero he renunciado a todo decadentismo. No más decandetismo.
Porque el decadentismo es lo mismo que escuchar de adolescente a Staind.
Me da asco la autoconmiseración, que no es otra cosa que una forma de mendicidad.
Estoy harto de ser mendigo del amor de los otros.
Estoy harto de la falsa modestia.
Basta de sentir un placer banal y ególatra en el fracaso.

¿Qué es lo quieres?

Quiero verte a los ojos y llorar.
Quisiera abrazarte
seas quien seas
sea quien me toque que sea
quiero abrazarte
mirarte
quiero abrazarte y llorar a moco tendido
llorar mares
porque no lloro hace tantos años
y me hace tan mal no poder llorar

¿Qué es lo que quieres?

¿Y si te hubiera dicho que no importaba
si no había un mañana
que no importaba seguir saliendo contigo
y te hubiera llevado al hotel
cuando me diste la oportunidad de hacerlo?
They were tears coming out
of the tip of my penis.

¿Qué es lo que quieres?

BASTA.

¿Qué es lo que quieres?

Me gustaría morirme.
Cuando te vi, Catalina,
tatuada y tetona con el top de Popeye,
me diste asco.
Me diste asco y quise eyacular en tu cara
en tu lengua
en el interior de tu ano.
Ahora que ya ni quieres escuchar mi nombre,
que cambias de tema cuando se me menta,
¿qué más me va a importar?
Yo quise lamerte las heridas de tus cortaduras.
Cada vez que te llamé no fue por otra razón que para acostarme contigo.
Quise usarte pero nunca pude reunir fuerzas
porque siempre me diste pena.
¿Te imaginas
si lo hubiéramos hecho
si te hubiera hecho (como te gusta a ti decir)
en mi cama
ese Viernes Santo?
Ya ni te acuerdas.
Yo te tumbé sobre mi cama
tomándote de las muñecas
preguntándote por qué
por qué
y tú te reías.
A ver si Sebastián te escribe
tan bien como yo lo hago.
A ver si Sebastián guarda
tanto semen
como yo he acumulado por ti.
Carne que no se toca,
quisiera morirme de sed hartazgo
traspapelarme en los pliegues de tu vagina
tú que nunca
pero nunca
y yo que
quisiera
morirme ahora.

¿Qué es lo que quieres?

Una novela plana, uniforme, hemigwayiana y aristotélica.
Aristocrática.
Mallarmeana -ma non troppo.

¿Qué es lo que quieres?

Quiero tocar el piano tocarte tocar desafinado arrimarte el piano

¿Qué es lo que quieres?

 BASTA.

¿Qué es lo que quieres?

Quiero llorar.
Quiero seguir bebiendo
y luego
el lunes
hacer como si nada.

¿Qué es lo que quieres?

Quiero reformar mi vida.
Quiero olvidarme de las Catalinas de todas las formas
colores
artilugios
palabras

¿Qué es lo que quieres?

Reformar mi vida sir yes sir thank you sir.

¿Qué es lo que quieres?

Quiero
sorber las formas y los colores
de la belleza que me rodea
porque hay belleza en los jardines del ministerio
porque hay belleza en las canciones que aporreo en el piano
porque hay belleza en la deseperanza sin autoconmiseración
porque hay belleza en los labios y la lengua tímida
tú que eres tan no-Patricia
tú que eres tan no-Mercedes
tú que eres tan no-Katherine
pero no quiero
tomarte como excusa
quiero que sigas con tu vida
y si sucede, sucede
no quiero esperarte
ni que me esperes
no quiero que se me rompa el corazón
si vuelves a decirme que no
ni resentirme contigo
si vuelves a salir con el hermano de la secretaria
o con otra persona.
No quiero
que trastornes tu vida
ni darte problemas.
No quiero
un amor insano,
no quiero me quieras cuando no te quiero
ni quererte cuando no me quieras.
No quiero
obligarme a no hablarte o a no mirarte.
No quiero
volver a perder un día entero esperando a que me llames.

Lo que quiero
es seguir la senda
de lo que se me ha impuesto.

Lo que quiero
es dar forma a mis fantasmas.

Lo que quiero
es ser virtuoso;
no quiero odiar más.

Lo que quiero
es dejar los papeles a un lado
y renunciar si es que mi trabajo
se interpone entre mi yo y mi obra.

Lo que quiero
por Dios Santo
por todos los dioses
por la inanidad
por la inmovilidad del mundo
por la vida de mis héroes
por la música que adoro
por mi madre
por mi abuelo
por todo lo que he aprendido a amar en este mundo
lo que quiero
es cristalizar lo que me ha sido dado
no desperdiciar más mis pobres habilidades
y aprender
y aprender
a no odiar
a ser pertinaz
y a escribir
todo lo que me haya sido dado
expresar
quiero seguir los pasos
horadados en la arena
sin encrapularme
sin oscurecerme
sin hacer daño a los demás
sin usarlo para aprovecharme del resto
y que solamente
sea
sin ser
otra cosa más
que lo que le haya sido dado ser.