lunes, 29 de diciembre de 2008

Post largo de amanecida etc. etc.

Buscando empleo. Noche en vela: me pasé toda la madrugada pensando en dentaduras. Moviéndome de aquí para allá. Como en un cuento de Poe, o un poema de Bécquer. Cuando leímos ese poema -ya no recuerdo cuál- en la clase de Wiesse, recordé el cuento pero me dio vergüenza levantar la mano y decir: "carajo, ese poema se parece a tal cuento de Poe". "Qué interesante". Escuchando Time out of mind, de Bob Dylan. Meses sin escucharlo. I step outside, back to the busy street, but nobody is going anywhere. Esa canción me fascina. Ese disco me fascina. Solía escucharlo metido en un catre hundido en Palermo, completamente solo, escuchando la algarabía de un montón de anónimos parting their lives away, y me echaba a llorar. But nobody is going anywhere. Luego salía y si me aferraba al paraguas lo suficiente el viento me llevaba hacia Plaza Italia y luego hacia Las Heras, la Biblioteca, los libros, la soledad. Luego conocí a un montón de gente extraña que me cambió la vida. Hasta guardo fotos de esas personas. ¡Fotos! Me da miedo mirarlas. Como si ya estuvieran muertos. Como si fuese algo antinatural el que su imagen me rodease y no sus presencias, sus voces, sus cuerpos. Allí están, rígidos, inalterables, congelados en un momento expirado ya. ¡Y qué antinatural, qué sórdido se me antoja ese aferrarse al tiempo perdido de esas imágenes, ese estrechar de puños hacia lo ya perdido! Dios, necesito dormir. Para pasar el tiempo vi un episodio de Grey's Anatomy (larguísimo, de 1 hora y media) y dos de 30 Rock. Y la última película de Woody Allen: Vicky Cristina Barcelona. Qué fiasco. Pensaba: el anciano de Allen ha filmado esa película sólo por la escena erótica entre Johannson, Cruz y Bardem. Y, mierda, esa escena ni siquiera es la mejor: mucho mejor lograda está aquella otra entre Hall y Bardem. Nada allí parece funcionar del todo. Ni el paralelo entre las dos historias (que cae en desequilibrio: la del personaje de Johannson termina pesando más que la del de Hall, de la que terminamos perdiendo el interés), ni los personajes (que salvo las protagonistas, si bien exóticos resultan frívolos y carentes de profundidad), ni la aproximación a la locación (que parece más la de un turista japonés que la de una persona que realmente quisiera apropiarse de Barcelona, como tantos artistas, en diferentes disciplinas, han logrado con, por ejemplo, París), ni la realización fílmica (carente por completo de interés y hasta, ¿lo diré?, hasta a veces de mal gusto), ni la trama en sí misma (llena de clichés e historias recicladas que uno puede encontrar en casi cualquier parte). Una desilusión, en especial después de esa maravilla que fue Cassandra's dream, la penúltima de Allen y de sus películas mi favorita junto a Hannah and her sisters y Deconstructing Harry. Hace unos días vi también la última de los hermanos Coen, Burn after reading. Esta sí me encantó. ¡Qué maravilla de humor! Alguna vez vi una entrevista en la que los Coen decían que preferían trabajar con menor presupuesto si eso implicaba tener más poder sobre la cinta. Ahora, bajo la sombra de No country for old men (que estoy considerando seriamente volver a ver), sospecho que la presión ha aumentado y que ésta no es tanto su cinta como lo fueron las anteriores. Para comenzar, por el reparto: George Clooney, Brad Pitt, Frances... bueno, Frances McDormand es bien famosa, pero no es un sex symbol como los otros para los que basta sólo sus nombres para que la pela venda. Pasa lo mismo, supongo, con John Malkovich. Pero, ¿qué iba diciendo? Ah sí, que al verla, me pareció que algo no cuadraba bien. En especial por la música non-stop. Uno ve, por ejemplo, The big Lebowski (una de mis pelas favoritas), y, puta, cada cuadro, cada escena, planeada a la perfección, cada canción y cada imagen encuadradas de tal forma que si se alteraran un poquito... En fin, algo estaba fuera de lugar. Como sea, la película fue maravillosa, llena de un humor despiadado y, repito, con un guión escrito con pulso de neurocirujano. Pero hablando de las películas que sí he visto, que son más bien pocas, pienso en las que no he visto, que son demasiadas. También pienso en Katherine, que una vez me preguntó cuál era mi película favorita y, cuando le respondí (porque fue la primera que se me vino a la mente) que 2001 (que, dicho sea de paso, sí es una de mis pelas favoritas, aunque sea cliché y pueda, acaso, parecer un poco snob tenerla como parte de las preferidas), me dijo: "¡Julio! Me decepcionas. Ninguna película cuyo título consista en números puede ser buena." Y al pensar en esto, digo, en las películas que me falta ver, recuerdo la última novela de Auster (carajo, esto ya parece el rincón de las novedades), Man in the dark, que leí gratis en el Ateneo, congelándome bajo el aire acondicionado. Durante la primera mitad Auster repite la gracia que ya había hecho en Oracle night hasta tal punto que resulta vergonzoso: el protagonista es, ambas novelas, un convalesciente (Oracle night: un hombre que ha salido del hospital y se recobra en su casa; Man in the dark: un hombre que ha sufrido un accidente automovilístico y se recobra en su casa; granted, en la segunda el protagonista es más bien anciano y la pierna que tiene destrozada ya no se recuperará, aunque creo recordar que en la primera había otro personaje que también era viejo y tenía una pierna destrozada que al final termina infectándose y matándolo, aunque no era el protagonista), y en ambas, el protagonista se enfrasca en crear una historia (Oracle night: un escritor que escribe en un cuaderno su relato; Man in the dark: un crítico literario que imagina una historia para poder distraerse del insomnio) que tomará el primer plano -a la usanza metaliteraria de nuestros días- hasta más o menos la mitad del libro. También, en ambas novelas esta historia carece de interés. Y si el relato que escribía el protagonista de Oracle night acaba con el personaje principal metido en un hoyo, la historia que se imagina el crítico de Man in the dark comienza con un personaje metido en un hoyo. Ninguna de las dos se concluye. El chiste en ambos libros reside en rastrear en la memoria (no voy a decir en una relectura: por Dios, no), a través de la lectura de la segunda parte de la novela, aquellos rasgos psicológicos y autobiográficos que los personajes plasman de sí al crear sus respectivos relatos. Qué cosa han dejado ellos en sus historias; y luego, por pura auto-proyección, esto nos debería llevar a la reflexión (¿así lo habrá intended Auster?) de cuánto de ellos dejan los escritores al crear un texto en éste. En fin, ese es uno de los chistes de esta estructura. El otro chiste es que en ambos casos, básicamente, el libro se convierte de mediocre a grandioso de un momento para otro: exactamente cuando se acaba la metaliteratura y Auster nos cuenta de sus propios personajes. No recuerdo con mucha simpatía la segunda parte de Oracle night, pero hay que confesar que la lectura que le di fue más bien apresurada y, diríamos, por-encimita-nomás. En lo que concierne a la de Man in the dark, tengo que decir que fue tremendamente conmovedora. Por momentos -cuando debía serlo-, escalofriante, llena de un espanto colmado de asco e indignación. En otros tierna, sensible, asombrosamente lúcida y sabia. La prosa de un hombre al que la vida ha golpeado duro y que, a través de un relato más bien simple, con personajes cotidianos, nos da un asomo de lo maravillosa y lo hondamente dolorosa que puede ser la vida. Mierda, debo dormir. No diré que ha sido un libro genial, porque no lo es (Thays anotaba en su blog que había un antes y un después de la lectura de ese libro: allá él), pero vaya, de la mitad para abajo es un muy buen libro. Un damn good libro. Carajo, pero yo hablaba de Man in the dark porque hay una escena (desde luego, en la segunda mitad) en la que el protagonista discute algunas películas con su nieta, y Auster narra con tal maravilla esas escenas, escogidas de esas pelas que, se supone, son clasicazos del cine, las narra con tanto fervor y tanta maestría (en efecto: la mejor parte de la novela es ésta, junto con el final) que uno sospecha, un poco tristemente, que las películas que describe no podrán asemejarse en belleza a semejante descripción. Una de ellas, recuerdo, era Ladrón de bicicletas. Había otra que era francesa y una más, japonesa. Ya lo averiguaré por allí. Quiero ver esas películas, ya que he olvidado casi todo acerca de lo que dijo Auster de ellas. Y también quiero dormir, pero son cerca de las diez y si me duermo despertaré, qué,... ¿a las 5 pm? La puta madre. Mejor sigamos escribiendo. Tengo que hacer un puto currículum. Nunca he trabajado en mi puta vida: a este paso voy a acabar como Martín Adán, pero sin talento y sin Barranco. Tengo amigos que a estas alturas han tenido millones de trabajos. Encima bien remunerados: chicos que viajaban a la Argentina con ahorros de mesero o de cualquier cosa, y se pasaban seis meses comiendo afuera tres veces al día, y emborrachándose innumerables. Pero estos chicos vivían en el Primer Mundo, claro. Y yo, pues, no. En fin, sé que, si acaso encuentro alguno pronto, no me pagarán nada y ya, pero, carajo, tengo que tener algo para siquiera poder llenar los espacios vacíos de mi CV. Tengo que tener mi conciencia tranquila, poder acostarme en las noches y pensar: "estoy haciendo algo por salir de este puto lugar", y dejar de soñar con dentaduras. "¡Profe!, ¿sabe a qué me recuerdan esos versos de Bécquer? No, eso de "himno gigante y extraño" no, aunque sí, pero se lo cuento después. Ese poema de los dientes, ¿sabe a qué?, ¿a qué? ¡Y los últimos versos de "Non so più cosa son, cosa faccio", usted sabe, de Las bodas de Fígaro, me recuerdan a "Le coeur volé", de Rimbaud! ¡Y Rimbaud habla de Cherubino, precisamente, en una de sus Iluminaciones! ¡Profe, ¿es que me estoy volviendo loco?!" Escuchando a Gershwin, sospechando que no voy a poder mantenerme despierto hasta la noche. Bajando otro capítulo de Grey's Anatomy. Ese broder al que han puesto para reemplazar al otrora Dr. Burke (al que sacaron del elenco por insultar de maricón al que hace de George, que, efectivamente, es maricón, not that there's anything wrong about it) la pone, para qué. Me pregunto si eventualmente harán morir o mudarse o cualquier cosa al personaje de Heigl para eliminarlo, después de todo. Ya se verá. Hay algo extrañamente fascinante en la intimidad de los doctores, aunque la vida privada de éstos sea más bien frívola y absurda. Pero bueno, hay algo extrañamente fascinante en todo cuando llevas más de veinticuatro horas sin pegar un ojo y, encima, pensando en dientes toda la noche. Dientes. He allí algo extrañamente fascinante. Si yo fuera un molar / lo único que haría sería follar. Si yo fuera un canino / ¡acaso encontraría mi destino! Y si yo fuera carie / ¡nadie habría que me agarrie! Jajaja. Escuchando "Dios de la adolescencia". ¿A quién me recuerda esa canción? Probablemente a nadie. Una cionca compuesta especialmente para una mujer argentina, experta en servir de musa neurótica e histérica -desde niñas las crían así, por Dios- para cualquier artista. Claro que hay chicas buenas en Argentina. Lo que no te dicen nunca es que todas están locas. Todas. Jefferson Airplane. ¡Cómo me hubiera gustado tirarme a la vocalista! Digo, no ahora, que tendrá tantos años como mi vieja (pequeño momento freudiano), si no antes, en los setenta, cuando la gente aún creía que Jefferson Airplane era chévere cuando, en realidad, eran una bola de huevones sin mucho talento. Pero tenían a una vocalista que estaba buena, y eso hacía la diferencia. Ahora, si están vivos, estarán sentados en algún parque, pensando lo mismo que Bob Dylan: "la reputa, estas muchachas sí que están para tirárselas". Y luego: "en su momento me tiré a tipas tan buenas como éstas, fui como un Dios. Ahora, ¡miradme! Podrido, sentado en un parque, deseando a chicas que podrían ser mis hijas (momento freudiano). La vida es verdaderamente una mierda." O quizás no se sienten en los parques y piensen: "la vida es categóricamente una mierda". Lou Reed. Le canté esta misma canción a una chica y, sin querer, le revelé mi alma. The Mars Volta. ¿Qué hago con The Mars Volta en mi compu? La revista Rolling Stone los llamó alguna vez "los nuevos Led Zeppelin". Y sabes que cuando te llaman el nuevo "algo", cagaste. James me incitó a escucharlos alguna vez, mientras salíamos de ver a los STP. Merodeamos por varias horas buscando un taxi. Escucharlo decir "qué boludo" (qué boludou) era más que eficaz para cagarme de risa. "Qué cagada". Dios. ¿Qué pasa con los grupos de rock actuales que suenan todos iguales? ¿Se han confabulado todos para usar los mismos acordes, la misma progresión de notas, la misma manera de cantar, o es que el rock se ha ido ya a la reverenda mierda? Patti Smith. Carajo, yo estaba enamorado de esa mujer. La mujer que se parecía a Joey Ramone. La mujer que cantaba como Joey Ramone. O no, pero a quién le importa. Escúchenla gemir, nomás. Escúchenla gritar, y luego imagínense a Joey Ramone, pero con vagina y más actitud, mucha más actitud. Yo me volví fanático de las mujeres por esta mujer. Por ella y por Rimbaud, vale. Yo era misógino hasta que conocí a Patti Smith. Jesus died for somebody's sins, but no mine. Os digo: con vagina y mucha más actitud. A Perfect Circle. A éstos los descubrí casi por casualidad. Hicieron un álbum espectacular y luego se fueron a la mierda. Pero qué álbum. Sólo ahora descubro que acaso lo más excitante del sonido, ese sonido tan peculiar y novedoso del primer APC, era esa sacralidad que intentaron, con cierto éxito, rescatar. A través de la guitarra de Howerdel, a través de las líricas, de la voz maravillosa de John Maynard Keenan. El amor como bálsamo, panacea sagrada. La mujer como receptáculo de esa sacralidad. La mujer, a la vez altar y Diosa. I'd sell my soul, my self-esteem a dollar at a time, for one chance, one kiss, one taste of you, my Magdalena. Imagínense nomás los estragos que esas frases hicieron en un pobre adolescente, solitario y esquincle. Uno después se encuentra con mujeres de dudosa moral, de inteligencia prodigiosa, de encanto inefable, y entra en una crisis de moral. Muy paganos, ahora que lo pienso, negando por un lado la fe cristiana ("Fuck your Christ!": me daban escalofríos de placer sombrío cuando escuchaba estas frases hace ocho años), y por el otro loando por sobre todo la belleza de la mujer, la sacralidad del amor y del placer. Red Hot Chili Peppers. ¿Qué compositor decía eso de que si poníamos la palabra frente a la melodía, la melodía siempre vencería? Acaso no lo dijo nadie, o lo digo de otra forma. De cualquier manera, los RHCP lo prueban con concha. Curioso, si nos ponemos a pensar en la grandiosidad de la música como instrumento de control ideológico. Si podemos poner a toda una generación de huevones -incluyéndome a mí- a cantar "Feelin' good, my brother gonna hug me / drinkin' my juice, young love chug-a-lug me" sin que se detengan un momento a pensar: "puta, esta huevada no tiene sentido, y si lo tiene, hay mucho de incestuoso y estúpido en ello", ¡imagínense el control al que podríamos someterlos, si nos organizáramos, toda una mafia musical mediante, para controlar a la sociedad! ¿Se puede ser incestuoso y estúpido a la vez? Vaya, yo alguna vez tuve una banda llamada "Incesto": he allí nuestra respuesta. The Velvet Underground. La canción más quemada que he escuchado en mi vida. Pero no escucho esa, sino "White light / white heat". Ese disco es horroroso, y a la vez genial. Ya presagiaba lo que Lou Reed haría años después, drogado y harto de su sello discográfico, como el más grande "Fuck you" de la historia del rock: ese disco unlistenable llamado Metal Machine, que algunos citan como el comienzo del metal. Claro, esos wones están tan drogados o son tan estúpidos como el Lou Reed que grabó esa porquería, pero en fin. Yo digo que la música industrial comenzó con el final del primer acto de Siegfried, de Wagner. Crucifíquenme por eso, putos. "Lady Godiva's operation". Pero este no es ese Lou Reed, no: aquí tenemos a lo mejorcito del gringo ese. Esas líricas son todo un acontecimiento en la música. He aquí a un huevón que nos habla de operación de cambio de sexo ¡en plenos años sesenta! Hablando de vanguardia. Tan vanguardia como el Luis Alberto que grabó Artaud en los setenta, en plena Sudamérica. Vanguardia. Avant-garde. ¡Qué hembra! The Who. ¿No les molesta que mucho de lo que hoy tomamos for granted haya nacido en ese país de mierda llamado Inglaterra? La democracia constitucional, el rock & roll (bueno, no, pero you get my point), el fútbol. En alguna conversación le hablaba de algo parecido a Katherine: "¿Por qué carajos aún tienen reyes? Y ustedes que fueron los que adoptaron primero el sistema de monarquía constitucional", "Sí, no hemos avanzado mucho desde entonces, ¿eh?". Spinetta & Páez. Vanguardia, otra vez. En Latinoamérica, vanguardia. Vanguardia ochentera. Vanguardia anticipada por el mismo Spinetta y por los Beatles criollos, Serú Girán, y sus letras huidobrianas. El mismo Páez tiene sus aventones vanguardistas en esta década: recuérdese ese prodigio rabioso que es "Fuga en tabú". Soda Stereo. ¡Cómo suspiraba escuchando esta canción hace unos cuantos años, solamente! "Las tazas sobre el mantel, la lluvia derramada. Te vi que llorabas por él." Literal. Bueno, sin el mantel y sin la lluvia. Los triángulos amorosos son verdaderamente agotadores. Hasta ahora estoy cansado de esa huevada. "No hay nada mejor que casa". Váyase a cagar, Sr. Cerati. Smashing Pumpkins. Una de mis cioncas preferidas de todos los tiempos: "Lily". Hay que escuchar la ternura con la que la canta Billy Corgan. "And through her window shade I watch her shadow move. I wonder if she... could only see me." Y al final, con regocijo, con alivio: "Oh Lily, I know you love me. 'Cause as they're dragging me away, I swear I saw her raise her hand and wave 'good-bye'". Qué pureza en lo retorcido. Qué espantosa la imaginación, que pone cosas donde no las hay, que crea las cosas que quiere ver. "Mientras me escupía en la cara, algo en sus ojos me decía..." Exactamente eso.
Pero ya está güeno, wey. Ya no tengo tanto sueño, aunque mi cerebro sigue frito. Y me toca seguir recorriendo la página de empleos. Carajo, qué fiaca. Escucho ahora al buen Richard Cheese. "Gin & juice", cover de Snoop Dogg. "With my mind on my money and my money on my mind." Francisco me decía: "Dios es el dinero", haciéndose eco de la opinión general. Sigo diciendo que el dinero no es sagrado, no en el sentido estricto de sacralidad que intenté esbozar la vez pasada. Acaso se trate de una mutación del término: después de todo, "el dinero es sagrado" no suena tan descabellado. Y si no es así, debe ser por algo, como cuando dicen "que se derrame la sangre, pero no el trago. El trago es sagrado" y uno piensa instantáneamente: sabiduría popular, carajo, que tiene razón este huevas. Y la tiene. Pero ya, me quito. A ver si duermo un poco.

miércoles, 24 de diciembre de 2008

Postales

En el departamento de H y F.

H: Hay un violador en la zona. Hasta ha salido en la tele. Ya son cuatro las chicas a las que ha violado.
F: Hace un rato se me acabaron los cigarrillos y te juro que me daba miedo salir a la calle a comprarlos.
H: El tipo ese necesita una novia.
F: ¿Una novia? Un burro es lo que necesita.

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Perdidos en medio de la nada. En un restaurante de camioneros, tras haber perdido las esperanzas de hallar algo interesante que hacer en semejante pueblucho.

J (A la camarera): Disculpe, ¿no sabrá cuáles son los mejores boliches que hay por aquí?

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Hablando de A, un anticomunista extremo, en la pieza.

K: Yeah, I know. Just imagine: A being raped by Che Guevara.

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Sobre los 29 años de W.

W: Well, it's a bunch of kids left alone in the same place. There's no adults here.
Yo: Yeah, well. Except for you.
W: (...) Zing!... I'm not that old, dude.

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Una noche de sábado, frente al edificio.

K: You've got to learn more about women.

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En Mendoza, caminando.

Yo: Sí, aunque no lo parezca, suelo ser demasiado tímido con las mujeres. Es curioso que no suceda lo mismo con ustedes.
K: Yeah, we've being desexualized by you.

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En Mendoza.

J: ¿Qué preferirías: una mendocina o DIEZ medicinas?
Yo: ¿Qué? What the fuck are you talking about?
J: Son diez medicinas, amigo.
Yo: Una mendocina.
J: You're crazy, mate.

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Hablando sobre la igualdad de género en la búsqueda de mero placer.

A: Ese tipo de mujeres... son unas putas.
K: ¡A!
Yo: Jajaja.
K: Women enjoy sex too, A.
A: Son unas putas.

Lección doliniana

De La venganza será terrible del 23 de diciembre:

DOLINA (leyendo un mail): Ezequiel... dice: "Esta misma noche fui rechazado rotunda y amablemente por una señorita. Pasó por la vereda de mi casa, la llamé y me acerqué. Dijo, mirándome a los ojos y sonriendo, "no, gracias, no", y dio la vuelta. (...) (Con énfasis) Algo en sus ojos me decía que no estaba todo dicho..." (toca un Do grave en el teclado)
BARTON: Si le dijo no...
SILI: No insista, no insista...
DOLINA (pesadamente): No ponga en sus ojos algo... (y luego, burlón:) "Mientras me escupía en la cara, algo en sus ojos me decía..."
(Risas y aplausos)
BARTON: Además dijo que lo rechazó rotunda y amablemente...
DOLINA (lapidante): Déjese rechazar.
SILI: Ya está.
DOLINA: ¿Por qué es esto de no dejarse rechazar?
SILI: Cambie de vereda.
DOLINA: Claro. A mí cuando me dicen: "mirá, no te quiero ver más, andate de acá", ¡me voy! (...) No digo que (balbucea), no: chau.

martes, 16 de diciembre de 2008

Y que se callen todos, porque va a cantar Pape





Tristan und Isolde
Acto II: Escena del Rey Marke
Solista: Rene Pape
Conductor: Claudio Abbado
Orquesta del Festival de Lucerne
Lucerne, 2004.

domingo, 14 de diciembre de 2008




Il resto nol dico.

Io non ti vedo più, Susanna mia


Tristeza, evidentemente. Noche de despecho -público, I might add: es como si viviera en Vetusta, por la puta. Noche anterior: los cuatro en mi habitación: el triángulo de cuatro vértices: el cuarto, diríamos, toca la trompeta mientras los demás ejecutamos el baile. ¿Qué hubiera pasado si esta comedia se hubiese prolongado en una convivencia absurda? Hablando de Mozart: y yo haciendo, evidentemente, el papel del Conde. Io non ti vedo più, Susanna mia. El trompeta habla bajísimo con Susanna; la Condesa observa; el Conde se fuma un cigarrillo en la ventana. El Conde, ya un poco bebido, pregunta de qué hablan. El trompeta lo manda a paseo. Susanna lo mira: y en esa mirada, como respuesta a la pregunta anterior, se sintetiza la comedia. En su multiplicidad de lecturas, en el orgullo que ostentan tanto Susanna como el propio Conde. Más tarde se abrazan con frialdad. A la noche siguiente, antes de salir a Tierra-de-Nadie, Susanna se aparece. El Conde piensa: el hecho de ver a la persona de la que ya te has despedido para no volverla a ver unos minutos o una hora después, por pura casualidad, antes de que ésta parta, estropea y hasta ridiculiza las despedidas. Baja, le abre la puerta; se despiden en el tercero. Susanna le promete que se verán en el jardín, o en el sexto, que es lo mismo. Cuando ya está a punto de irse, le manda un mensaje diciéndole que no podrá subir, que ha sido un placer conocerlo ("...en serio"), y que se mantenga en contacto con ella. El Conde le responde que igualmente, y termina, un poco puerilmente, adjetivándola de "querida." Baja las escaleras y se une al grupo de kamikazes. La comedia tendría que haber terminado allí, pero el director zarandea la batuta nuevamente: Susanna baja y ambos personajes se encuentran por última vez, tras el intercambio sesgado de sensaciones, tras mensajes cifrados, tras ese "me rehuso hasta el final a decirte lo mucho que significaste para mí". Un poco perdidos, se miran; Susanna se despide de los payasos que la instan a seguirlos hasta Tierra-de-Nadie, con un grado de desdén que el Conde aprecia; se abrazan por última vez, muy mecánicamente, y acto seguido ella se va. Aquí tendría que haber pasado otra cosa para, como diría Fígaro, "finir la burletta lietamente e all'usanza teatrale": el Conde tendría que haber cruzado la acera, haberla detenido y haberle dado un largo y ridículo beso: allí caería el telón y el final hubiese colmado las expectativas de un público más bien mediocre. Y el Conde lo piensa, mientras su espalda se aleja: lo piensa. Las cosas, sin embargo, ya están dadas: su orgullo se lo impide, además de la ridiculez intrínseca de semejante situación. Las cosas ya están dadas, repito: ya está. Y no se arrepiente de su decisión, no: lo que hace es sumirse de lleno en la jungla y hacer lo que su cuerpo le indica. Y lo hace.
Pero la comedia ha terminado ya. Algo muy literario, que ha exigido de nosotros nuestras mejores actuaciones para estropear tan maravillosamente las cosas. Un juego de silenciosas consecuencias, de mecanismos secretos, de incongruencias innumerables. Uno a uno, han ido cayendo como moscas: y mi número es el siguiente. Personas que no volveré a ver, y viceversa. Y Susanna. Mi adorada Susanna, inalcanzable ya.

Sí, ciertamente la tristeza. No ha sido una comedia tan mala, sin embargo, ¿verdad, caballeros? ¿Verdad, Susannetta cara?

lunes, 8 de diciembre de 2008

Algunas anotaciones sobre el Tristan de Heiner Müller




Anteayer, paseando por El Ateneo en Santa Fe, encontré sin querer queriendo la versión en DVD de Tristan und Isolde dirigida por Heiner Müller, que Deustche Grammophon editó este mismo año. Desde luego, ya había leído numerosas críticas (muchas de ellas positivas) y sabía más o menos por dónde iba la cosa; incluso he mencionado al buen Müller, el dramaturgo alemán radical más respetado desde Brecht, en algún post aquí. Y hasta tengo un librito de Müller por ahí que me falta leer. En fin, la cosa es que compré el DVD: el mismo día vi el primer acto y, ayer, el segundo. Tengo la intención de hacer un post mucho más detallado y organizado sobre esta experiencia, pero también sobre otros montajes que he visto: uno de Levine, en el Met, con Heppner como Tristan (no recuerdo quién era el director), y otro conducido por Barenboim y dirigido por Jean-Pierre Ponelle. Hay una cuarta versión que planeo ver cuando regrese a Lima, que se estrenó el año anterior en el Teatro alla Scala de Milán, conducida también por Barenboim y dirigida nada más y nada menos que por Patrice Chéreau. Ésta última debía editarse en DVD este año, pero según Amazon, y quién sabe por qué, ha sido descontinuada meses antes de su puesta a la venta. En fin, anoto ahora algunas cosas, antes de que se me olviden, y ya.

Primero, el hecho de que Patrice Chéreau declinó la oferta que Wolfgang Wagner le hiciera para dirigir esta versión de Tristan. Estamos en los noventa, y Chéreau prácticamente acababa de montar la tetralogía completa de El Anillo del Nibelungo para el Festival de Bayreuth: con una elegancia que quería maquillar su justificado cansancio, declaró: "Tristan no puede ser montado; es una radio-play." Entonces Wolfgang le ofreció el trabajo a Müller. De La Scena Musicale saco la siguiente información:

He thought I was crazy since he had no experience of staging opera, little knowledge of music in general and of Wagner in particular… he was much more of a visual person than I had expected, and together with Erich Wonder, he developed a presentation of the work which heightened the claustrophobic nature of the drama to a remarkable level. Muller’s realization gave the impression that there was no way out… no way to escape the chromaticism of the score, itself a musical maze of half resolutions ad infinitum.

que el blogger extrajo de la autobiografía de Barenboim. Resaltemos su nula experiencia en montar óperas, su carácter de "persona visual" y lo de la claustrofobia.

Lo otro es la famosa cita de Müller al respecto de su montaje. Intentaré citar de memoria. Alguien le pregunta por el asunto del Liebestod en Tristan, esto es, la realización del amor en la muerte, a lo que Müller responde: "Tonterías. Romanticismo en el peor de los sentidos. Es cierto que existe un deseo por la muerte en la ópera, pero esto no es otra cosa que un deseo de seguir viviendo. Nadie realmente anhela la muerte." Resaltemos también esa frase.

Otra cosa: el famoso segundo acto, y en particular la Noche sagrada del amor. Tristan e Isolde, en la versión de Müller, no se tocan (salvo una vez, en que Isolde pone su mano encima de la de Tristan, sin que él se inmute). Y esto ya es una cosa inaudita: ésta es la escena en la que ambos se declaran su amor y en que hacen el pacto de muerte. Recordemos también lo que decía Yamamoto, su encargado del vestuario (cito también de memoria): "Müller quería crear una nueva forma de montar óperas. Me ordenó que rompiera todas las reglas, y yo hice mi mejor esfuerzo en cumplir su deseo."

Lo que nos lleva al vestuario y al escenario. Éste último es de un minimalismo exquisito: tendrían que verlo para saberlo. Vestuario y escenario se funden en uno, junto al movimiento, como si de un cuadro vivo se tratara. La esencia de cada acto (según la entiende Müller) se captura a través de colores: en el primero predomina un anaranjado como de atardecer; en el segundo, el azul; en el tercero, el gris. Los vestuarios y hasta el color de cabello de los personajes mutan con respecto a las tonalidades de cada acto. Cada color posee un concepto: el anaranjado del primer acto representa la luz del mundo, que vuelve ciegos a los hombres y los conduce a la conquista de lo vano (en especial, el honor y la fama); el azul representa la noche, la noche en la que Tristan e Isolde descubren el verdadero mundo, desvanecido ya el obstáculo que representa la luz, la verdadera vida fundamentada en el amor; el gris representa la pulverización: la muerte de Tristan e Isolde. La característica más sobresaliente de los vestuarios -para los hombres, una especie de abrigo largo y negro (a lo Matrix), y para las mujeres un vestido también largo y negro, ambos con hombreras enormes, típicas de la moda de los 90- es esta especie de tubos delgados de plástico sobre los hombros y a la altura del mentón, que rodean sus cabezas a modo de una aureola caída. Y en efecto: alguien ha visto (no recuerdo quién) en estas cosas una aureola caída que representa la ruptura de Müller con la tradición romántica. Me gusta esta lectura, y a ella, sin negarla, le sumaré una más evidente: esas "aureolas" representan el honor de los personajes. Y aquí está la clave de la interpretación de Müller: el honor. Esto lo deducimos cuando notamos que cada vez que los personajes expresan su vergüenza (Isolde en el primer acto, Marke en el segundo), los actores envuelven con ambos puños estas aureolas, (lo que en sí mismo conforma un leit motiv visual, ¡bravo, Maestro Müller!, ¡y usted que decía que no sabía nada de la música de Wagner!) la cabeza baja, como si estuvieran aferrándose a su honor; lo deducimos, además, al ver la aureola de Melot en el segundo acto, totalmente deformada y de un color rojo sangriento, y la de Brangäne, no deformada pero pequeña en comparación con la de los demás. Es significativo que apenas la pócima del amor hace efecto en el primer acto, Tristan e Isolde se quiten los abrigos y, con ellos, se desprendan de sus aureolas: han sobrepasado el mundo de los hombres normales, los hombres que viven en el mundo del día y que están sometidos al engaño de la luz (esto es fenomenal, como una inversión del mito platónico de la caverna), para remontarse al de la noche, el mundo carente de engaño en donde reina únicamente el amor. El honor ya no es nada para ellos, de manera que las aureolas desaparecen para no volver. También está presente el honor en ese desconcertante cúmulo de armaduras vacías. En efecto, en el segundo acto vemos que Müller, para representar el jardín a las afueras del palacio de Marke ha utilizado un conjunto de armaduras vacías (petos, para ser precisos), ordenadas en varias filas, como si fuera un bosque de armaduras. No es difícil darnos cuenta de lo que esto significa: el jardín ha sido trocado por un cementerio. Precisamente, un cementerio del honor, el honor que los hombres -como el Tristan del primer acto- ganan a través de numerosas batallas.

En fin, creo que eso es todo lo que he descubierto hasta ahora. Me resta aún ver el tercer acto, ya lo haré pronto. A decir verdad, tampoco he visto el tercer acto de la versión de Ponelle. En fin, nos veremos, chavales del inframundo.

martes, 2 de diciembre de 2008

Sacralidad. Pienso en Tristan und Isolde, la noche sagrada y el Liebestod. Pienso en el sacrificio de Elisabeth en Tannhäuser, en los cánticos de los peregrinos a la luz del alba y el grito eufórico de Heinrich. Pero también pienso en la idea del honor, en el seppuku planeado y ejecutado por Yukio Mishida, en la nobleza del honor, en el lamento de Friedrich al perder la batalla contra Lohengrin; en la muerte un poco ridícula del marido de Irina en Tres hermanas, o más bien, en la frase despojada de cualquier sentimiento del tío, como quien dice que va a llover, "Mataron a tu marido en un duelo".
Vaya, pero yo estaba pensando en lo sagrado. La sacralidad. Ya conocemos los entretelones del giro copernicano y el antropocentrismo, si la palabra existe. Después (¿vino algo antes?) llegan los románticos, apuntando su brújula al Oriente: de súbito, lo sagrado se haya en la naturaleza. Sagrado: misterio. Sagrado: un más allá del hombre. Algo humano, pero a la vez mayor, algo que lo trasciende. Arden las iglesias; las cabezas de los talleres se desplazan a las fábricas; un lúgubre narrador relata los mil oficios de la gente de la noche, gente que draga las inmundicias de los barrios londinenses bajo la complicidad de la luna. Dos guerras más tarde, caído el gran Muro, bajo la ficción del turbocapitalismo y con un único mito global estampado en un papel verde, ¿dónde ha quedado la sacralidad? Un amigo me respondió "el dinero", pero si bien nuestra sociedad le rinde culto al dinero, éste carece de ese trascender-al-ser-humano; nada más material que el dinero, después de todo. Sacralidad: misterio; en el dinero no hay misterio (aunque sí hay fe). Aventuro una respuesta: el amor. Debo haber citado más de una vez al buen Tomás Segovia y a su prólogo a la traducción de la obra de Nerval: carajo, si en algo persisten los mitos románticos es en esto, en el amor. Romeo y Julieta, Tristán e Isolde: ¿no suena a toda esa mierda gringa del the one? No creemos en Dios, pero creemos -o aún queremos creer, que acaso sea más significativo- que existe alguien out there que nos espera y bla, bla. Que el sentido de nuestras vidas se encuentra el amor; que nuestras vidas tienen, efectivamente, un orden dispuesto por una ley que trasciende este mundo, el orden universal del amor, etc. ¿O es sólo, acaso, que creemos que el amor nos conducirá a la felicidad? ¡Ah! Necesito leer más, saber más. Estoy tan cansado. Mi búsqueda sólo refleja mis carencias, desde luego. Hay que encontrar una forma de ordenar todo esto y darle cierta persuasión. Hay que explicarle a una chica que le escribí ese mensaje borracho, totalmente borracho. Hay que volver a abrir los libros de economía. Si te soy sincero, mi querido y nunca bien ponderado 'Julito' (¡ach!), estoy agotado de esta ciudad. Exhausto de compartir mi cuarto, de tener que ver las caras de tantas personas todos los días, de tener que despedirme de mis amigos para siempre. Desde luego, hemos recuperado cierto equilibrio: ya no tenemos que estar borrachos todos los días para no sentirnos miserables. Podemos mantener el buen humor: la válvula de la pena negra parece haberse cerrado casi del todo. El recuerdo nos sigue autosaboteando, ciertamente, pero, ¿cómo estar molesto, si sólo recordando sus cositas sonrío como un infeliz? Ah, pensar chi'io non ti vedo più, Susanna mia. Felice te che puoi vederla quando vuoi. Y eso. A decir verdad, ya no veo la hora de regresar a esa ciudad de mierda que es Lima. Minuto de confesiones: estoy cansado. Necesito mi cuarto, mi bici, el parque ese que queda en Miraflores y su pequeña biblioteca, carajo, un refugio, un lugar de descanso para poder aplicar las reformas que tengo en mente. Y, ¿lo diré? Mis amigos. Pero a la vez lo que deseo lo deseo por un brevísimo tiempo, unas semanas que me ayuden a recomponer el desastre que fui hace unos días y que, claro, aquí no puedo ordenar con rigurosidad. Extraño mis cosas y a ciertas personas de Lima con una nostalgia de tiempo limitado, con fecha de vencimiento. Planeo comer mucho, ser muy feliz con mis amigos y mi familia, leer a montones (todo lo que no leí aquí, mientras me iba a la mierda, mientras amaba, mientras estaba ebrio o drogado, mientras estudiaba con frenesí, mientras era feliz en una cabaña en medio de la nada, mientras una mujer me rechazaba reiteradas veces, mientras le decía "pato" a un apostador inglés y él respondía "me estás cargando, amigo", mientras imitaba los sonidos que hacía un amigo, mientras desdeñaba a medio mundo o caminaba perdido por el centro, buscando un ruso blanco o un superpancho, mientras visitaba museos, mientras lloraba en las plazas, mientras viajaba en subte, mientras escuchaba a Dolina en Paseo La Plaza, mientras fumaba en los balcones, mientras bailaba sin gracia en los boliches, mientras hacía las colas en el supermercado, mientras cocinaba para mis amigos, mientras me amanecía sin razón alguna, y etc., etc., etc.), aprender cosas nuevas y, cuando haya terminado la pequeña curación, volver al viaje, conocer más. Sí. Pero ahora me voy a dormir.