sábado, 21 de junio de 2008

La puerta está ahora abierta. Tanto miedo... pero de mí mismo, de mi propia inclinación hacia la miseria. ¡Pero cuán cierto es que no existe conocimiento sin pérdida, fascinación y empuje sin la debida cuota de violencia! Science et patience... Dios mío. O en palabras de Calígula: "No hay como el odio para que las personas se vuelvan inteligentes."
Qué mejor ejemplo que el yo de estos días. Casi no leo, y cuando leo no entiendo un carajo. Es decir, entiendo, pero no entiendo. Me sucede que todo ahora me resbala. ¡Mis preciosas lecturas! Ayer leí Calígula, de Camus, y estaba todo ahí, todo visible. Y lo veía, pero a la vez... Pero a la vez. ¿Por qué sólo puedo pensar en términos teóricos, en problemáticas fantasmales? La víspera de anteayer me la pasé escribiendo un pseudoensayo sobre El malentendido, que no voy a postear porque es demasiado absurdo, y lo mismo: comprendo el aspecto teórico, pero en algún punto mis ojos se cierran ante el drama. ¡El drama! Puedo reflexionar por horas, por ejemplo, sobre el elemento existencialista en el drama de Camus, la modernidad de sus personajes (Friedrich y el ideal vacuo)... digamos, en Calígula, la radicalización de la lógica, que es a su vez la negación de ella, o la esclavitud del hombre frente a su propia muerte, o cómo para matar a la muerte se necesitaría negar la vida misma... pero los mismos hechos no conmueven. Vamos, estas mismas reflexiones me dejan insatisfecho, árido. Árido.
Quizás sólo baste prender el equipo y escuchar a Wagner.
¿Por qué me cuesta tanto hablar de mí mismo?
Quizás sólo haga falta trabajar. Sufrir y después trabajar duro, pasarse las noches en vela, fumando o emborrachándose o lo que sea; demencia, demencia y un desprecio orgulloso, una sana envidia, la negación de todas las cosas, movimientos circulares. Un amor maravilloso e indiferente. Una moral que se anule en sí misma. Un cuerpo en espléndida decadencia. Y millones, millones de páginas llenas de circunlonquios, de accesos de fiebre, de miseria mal entendida, de oraciones entrecortadas y mierda, mierda, mierda, mierda.
A la mierda con el francés. Lo que único que quiero es dejar de querer, y aún así obtener lo que quiero.

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