jueves, 10 de septiembre de 2009

Pero basta del glamour. Veamos un poco el lado malo de las cosas.

1. Acabo de entrar al Facebook (esa mierda de página se ha agazapado en mi top 5 de las cosas irrisorias que más me hacen sufrir) y ver que una amiga mexicana -creo recordar haber hablado mal de ella aquí; pobre- colgó unas fotos de B. que no había visto antes. A veces se me olvida cuán hermosa, por la puta muerte de todo lo amado por todo ser humano en este puto mundo de mierda, cuán hermosa, decía, era. O es, o como sea; como no sé si mi cerebro está en una batea o si estoy viviendo mi propia versión del Truman Show, in my book, pues, está permitido desvanecer las existencias ausentes con un pretérito imperfecto. Ella era, o mejor aún, sigue siendo un fue.

2. Insomnio. La carrera de vendedor de cosas usadas no me va bien: soy incapaz -y esto no es una cualidad, precisamente- de estafar conscientemente a la gente. Mañana voy a tener que faltar a clases. Esto es, a todas mis putas clases. Capaz y tengo una condición patológica.

3. Mi DDT (ni el insecticida ni la técnica de lucha libre, ojo al piojo) se pone cada vez peor. Esta vez lo he visto -y supongo que eso denota un progreso en el complejo- reflejado en los otros: me he preguntado si ella, acaso, no padecía también de lo mismo. Cuando lees a Freud y a Lacan, por ejemplo, no puedes evitar sentir cierto desprecio por la parte terapéutica: yo, al menos, y gracias a los conceptos acuñados por estos muy venerables señores, me hallo, si están en lo correcto, muy consciente de mis propios males. Y ya me ven, aquí como estoy. En la tríada de inodoros mundiales que hacía Zizek en unos de sus artículos, a mí me convendría más, cómo no, el inodoro alemán: mi vida consiste en mirar mi propia mierda, y en la incapacidad de jalar la cadena. O mejor aún: mirarme mirar mi propia mierda, y ser incapaz de romper el hechizo y, al fin, jalar la cadena. Pero esto mismo, ¿no es una alegoría de todo lector de literatura?

4. Soñé con que podía comerme mis propias manos. Poco después, recuerdo haberme mantenido flotando en una suerte de semi-vigilia, como el buzo con la cabeza semioculta por el mar. Mi cuerpo siento una suerte de promesa instintiva de satisfacción; me sumergí a hallarla en las profundidades del sueño. Apenas daba el primer impulso hacia el fondo cuando sonó el despertador.

5. Hoy he comprendido, leyendo un ensayo de convicción lacaniana, por qué la cagué con la última Mlle. Infortunio. A la S - E - D - U - C - C - I - Ó - N habrá que añadirle la noción de íntimo unheimliche. En una palabra: la gente no quiere conocer de ti nada que escape a la imagen de la satisfacción de su propio deseo.

6. Yo tengo un momento exacto al cual regresar en el tiempo. Me lo he pensado bien: cursar toda la carrera de nuevo y volver a sufrir algunos ineludibles es poco, una miseria, comparada con la Redención. ¡Sus manitas huesudas se enterrarían acaso, sólo entonces, en lo más recóndito de mi...! La Física me tira un lapo y me grita silencio.

7. Pero después de todo, y con esto termino, lo que dice Foucault está bien justificado: la relación escritura-muerte, siquiera, parece arrojar resultados. Estas últimas semanas han sido probablemente las más fértiles desde hace años. El árbol extiende sus hojas con mil un promesas de papercuts. Yo estoy sentado bajo la copa: soy un niño goloso, pero educado. Tengo que hacer primero mi tarea. Cada tanto, sin embargo, se me desvía la mirada. ¿Cambiaría los cortes de mis manos por esa dialéctica confusa del Otro?

8. El error reside en la confianza excesiva en la función que desempeña tu propia voluntad.


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