domingo, 6 de septiembre de 2009

I was born in Düsseldorf and that is why they call me Rolf

Leyendo el famoso artículo de Hayden White, "The historical text as literary artifact" he recordado este pequeño extracto -el culmen de todo el musical, I must say- de The Producers (versión del 2005), de Mel Brooks:



La pieza-casi todo con relación a ella- es verdaderamente oro puro.

Escribe White, lapidante:

Considered as potential elements of a story, historical events are value-neutral. Whether they find their place finally in a story that is tragic, comic, romantic or ironic... depends upon the historian's decision to configure them according to the imperatives of one plot-structure or mythos rather than another. The same set of events can serve as components of a story that is tragic or comic, as the case may be, depending on the historian's choice of the plot-structure that he considers most appropriate for ordering events of that kind so as to make them into a comprehensible story. (47)

Uno no puede más que temblar de emoción ante la bella articulación que White de una situación que, tras leer el texto, se nos hace más que evidente. Mel Brooks nos muestra que lo que White expone con tanto rigor y -¿por qué no?- con cierto convencimiento de que lo que tiene que decir está a punto de cagarle la cabeza al lector, esto es, la neutralidad de todo acontecimiento, es ya cosa más que conocida por el Comediante.

¡Qué síntesis tan alucinante hace Brooks, en efecto, de la neutralidad de los acontecimientos! ¡Qué desconcertantemente fantástica esta escena! ¿Cómo se ha logrado ese cambio violento, de un extremo del espectro al otro, en el público, que en un momento se larga escandalizado del teatro y al minuto siguiente ovaciona el espectáculo de pie? La cosa parece sencilla: el punto de inflexión lo hallamos en la caricaturización de Hitler. Lo que comenzó como una especie de reivindicación musical del Tercer Reich deviene sátira abierta (mímesis en grado bajo, según Aristotle). Todos felices y contentos (excepto, quizás, los homosexuales, pero eso es otro rollo). Claro que no es tan fácil. No lo es, digo, porque hay una sátira más, agazapada debajo de la superficie chillona, que se deja ver y sin embargo procura pasar desapercibida. Esta sátira no es ya argumental; podríamos considerarla una suerte de sátira "meta-argumental". La burla entonces no se dirige contra un personaje histórico, sino contra la misma Historia y sus pretendidas objetividad y naturaleza absoluta de sus elementos. Todo acontecimiento es neutral, y el historiador sólo puede ofrecer interpretaciones de una realidad que, sin el intérprete, carece de todo valor por sí misma (y hasta, si nos ponemos radicales, de cualquier rango ontológico). De allí que la horda nazi pueda ser caricaturizada como una sarta de "maricones" (ya dije, eso es otro rollo). Pero allí no está el chiste. Lo verdaderamente prodigioso de la escena es que, de un solo golpe, la Guerra se ha transformado de trágica a cómica. La línea entre el Bien y el Mal se ha esfumado por completo: de repente, nos sorprendemos riéndonos de las coreografías que imitan el lanzamiento de las bombas, o de frases como "Springtime for... Germany, / winter for Poland and France". La mayor desgracia del mundo se ha develado como un material tan susceptible de hacernos reír como cualquier otro. El público se pone de pie y aplaude el espectáculo; se ha reído estrepitosamente, pero no ha podido evitar cierta sensación sorda de culpabilidad (acaso los ecos de la Interpretación Histórica). Los espectadores de la película, también, nos reímos con ese público ficticio; nos reconocemos en ellos. En realidad, se trata de un juego macabro de espejos. Mel Brooks no se está burlando de la Historia. Mel Brooks se está burlando de nosotros:

...it ain't no mistery
if it's politics or history,
the thing you gotta know is
everything is show biz (5:43-5:54)

¿O alguien pensó realmente que el Comediante no estaba consciente de lo que hacía?

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