martes, 15 de septiembre de 2009

Nada sirve si se racionaliza. Las obsesiones sólo cobran eficacia agazapadas bajo la superficie de la conciencia.

Uno se obsesiona de estar obsesionado.

¿Por qué la "sabiduría", como dice Páez (no es idea nueva, ni suya, por lo demás), sólo llega "cuando ya no sirve para nada"?

Si tuviéramos la capacidad de regresar en el tiempo, la existencia sería un verdadero infierno. Nuestra vida sería la eterna rescritura de unos cuantos acontecimientos frugales.

¡CONTRICIÓN! V., ¿por qué te apresuraste a darme la espalda?

Son como guantes que te impiden aprehender la realidad.

Te lamería los instersticios de los dedos.

Amanece en otro planeta. Estoy sentado en el balcón. Veo las colillas que hace unos instantes nos fumamos: se ha ido a dormir. Tengo ganas de tirar la botella de cerveza por el vano de la ventana.

Le he escrito un poema. Lo ha leído. Se me ha acercado y, detrás del vidrio, me ha sonreído y juntado una y otra vez sus palmas, aplaudiendo sin sonido. Me he sentido como un huevonazo.

Meses después, la invito a caminar. Parece divertida de mi poca imaginación para las citas. Le estoy tocando la mano: hace frío, se la caliento. De repente, irrumpe el lenguaje. Al día siguiente, ya no quiere saber nada de mí.

Unas semanas antes, ella tomaba un taxi. Bajábamos en el ascensor: estaba totalmente borracho. Nos mantuvimos en silencio. Le había rogado que se acostara conmigo: se había negado con gentileza. Antes de subir al taxi, me dijo "Tienes que aprender más sobre las mujeres". Al día siguiente, la tenía acorrada contra una esquina oscura. En lugar de besarla -me miraba en la plena anticipación, ¿o me estaré volviendo loco?-, acudí a la captatio benevolentiae. Perdió la paciencia y no quiso saber más del asunto.

Me frotaba el antebrazo. "Pobre", me decía. No has entendido nada. Perdí el control. Al día siguiente tuve que actuar normal.

Autobús verde -he olvidado el número. Se ha sentado enfrente mío. "¿Te pasa algo?", me pregunta. Nunca me había sentido más infeliz en toda mi vida. Le doy la respuesta incorrecta. Me dice que más tarde le cuente lo que me sucede. Tras una pausa, agrega, en aclaración: "Si quieres".

Su departamento. Hay un montón de muchachos que parecen coquetear con ella, aunque quién sabe nada de las personas. Uno la elogia por su francés impecable: ella lo acepta como quien acepta un buenos días. Hay un fotógrafo que no se me quita de encima: ella va de acá para allá. Salgo a fumarme un cigarrillo. Ella se acerca con un vaso de vino. "¿Quieres esto?" Lo acepto; se va, casi sin mirarme. Poco después estoy caminando de vuelta a casa. Siento como si estuviese ardiendo en llamas.

Le enseño a jugar pool. Ella me mira: nos hemos sentado. Ojos azules; me golpea en la pierna; yo estoy un tanto borracho. Vuelve a golpear; yo le golpea la pierna de vuelta. Cada vez con más intensidad. Parece excitarse. De súbito, canjeo mis golpes (la he golpeado fuerte, por dios) por caricias. Ella lo acepta: me mira. Más allá, el pobre de mi amigo me mira furibundo. No vuelvo a hablar con ella en toda la noche.

Me acerco, estamos en una discoteca. Se ha ido, y la he cambiado por todas las mujeres. He intentado a besar a una y me ha rechazado: en todo lo que restaría de tiempo no dejaría de odiarme por semejante audacia. La busco. Está besando a otro.

Se me acerca y tengo que ocultar las fotos de mis estúpidos amigos. Hay un tipo gay echado perezosamente en el sofá de enfrente, con una mujer hermosa (está boca abajo, vistiendo pantalones cortos: ha sido un espectáculo exquisito) que parece o se hace la dormida. Ella ya está sentada junto a mí. El tipo gay me dice: "A ella le gusta que la toquen. Tócala". Ella se sonroja y le dice que se calle, luego me mira. ¿Cómo tocarla a vista y paciencia de todo el mundo? I'm not an orgy guy.

De vuelta, en el taxi, me dice que me disculpe por haber hablado mal de mí. Yo no la he oído siquiera. Tengo el cerebro frito, y el espíritu rebosante de contriciones que hasta ahora no me espanto de encima.

Barranco. Caminamos por debajo del puente. Me pregunta cómo le digo al césped. No sabe si elegir entre "césped", "hierba" o "grama". Le respondo: "grass". Se ríe. Poco después me estará rechazando en otro idioma.

Me ha regalado un par de fotos antes de que me fuera. He pasado esta última noche en vela. He querido escribirle un poema como regalo. Me he sentido incapaz.

Fumo con ella, me dice que quiere ser escritora. Unos días después, la manoseo en una discoteca.

Trato de besarla en un bar. Le digo que estoy tratando de besarla en un bar. Me dice que está saliendo con otro. Más tarde, estamos gritando en medio de la calle en dos idiomas distintos. Entra a su casa; yo busco cigarrillos en una tienda. El tipo me los ofrece en inglés.

Estoy en una discoteca, y siento que todas las chicas me miran con odio. Estoy demasiado borracho. Siento como si se me cayera toda la gente encima.

Me siento en una plaza, junto a un viejo. Estallo en lágrimas.

Ella me abraza, estalla en lágrimas.

Estoy borracho en mi cuarto, cantando Verdi. Me han quitado la billetera para que no me siga emborrachando.

Me disculpo, le digo que he sido un idiota.

Ella me pide que la visite.

Ella me abraza, me dice que me quiere, aún a pesar de que la he tratado como un hijo de puta.

Ella me invita a pasar las vacaciones con ella al Sur. No tengo dinero.

Ella pone su cabecita en mi hombro.

Ella me sonríe en medio de la calle.

Ella me besa.

Ella me rechaza.

Ella me dice que quiere verme.

Ella se va.

Y no la vuelvo a ver.

No hay comentarios: