viernes, 23 de mayo de 2008

Siempre suelo repetir que no tengo moral y, hasta cierto punto, es verdad. Ahora se me ocurre que quizás ese personaje de Hemingway tenía razón al decir que la educación era "otro opio del pueblo", no sólo porque en toda su historia el sistema educativo no ha logrado -ni de cerca- salvar al hombre de su propia estupidez, sino también porque a final de cuentas tanta educación sólo sirve para fomentar el escepticismo y la falta de moral. ¿Es bueno o malo el escepticismo? No lo sé porque carezco de moral. ¿Y cómo has perdido la moralidad? A fuerza de escepticismo. And that's all, folks. Si de algo sirve la educación es para lograr que la mente se muerda su propia cola.
En fin, esto sólo puede ser verdadero hasta cierto punto. Las raíces llegan demasiado profundo; vamos, el propio cuerpo te lo impide (y dale con el platonismo), lo que nos dejaría como única excepción la locura. Sólo un loco podría ser plenamente libre. Pero yo hablaba de la moral. Un ejemplo. En Tristán e Isolde, Tristán, un héroe de origen inglés, ha prometido a la princesa de Irlanda, Isolde, al rey, de quien es súbdito y amigo entrañable. Tristán ha triunfado en gran parte de la guerra contra Irlanda, por lo que se ha ganado el derecho a disponer del destino de la mismísima princesa; Isolde le odia no sólo por patriotismo, sino también porque Tristán ha asesinado al que era su prometido y, para colmo, ha logrado que la misma Isolde, quien posee poderes extraordinarios en el campo de la medicina, le cure por medio de engaños. Incapaz de soportar esta vergüenza, Isolde insta a Tristán al sacrificio mutuo; éste, al comprender el deshonor causado, acepta. Isolde ha preparado un veneno para estos fines, pero la alcahueta de Brangäne, su doncella, al enterarse del sacrificio, cambia el veneno por una pócima de amor, por lo que ambos caen enamorados. Cuando el navío arriba a tierras inglesas, Tristán no duda en traicionar al rey Marke, ciego de amor por la princesa. La desolación de Marke es indescriptible. Al final del último acto el rey se entera de la existencia de la pócima y perdona a Tristán al concluir que la traición no fue producto de su voluntad. Sin embargo, la larga separación de Isolde termina por acabar con la vida del héroe.
Sí que apesto para hacer resúmenes. El dilema es un poco trillado pero interesante, aunque la trama de Wagner lo sortée olímpicamente a través de la pócima fantástica. ¿Qué pesa más, la gloria del amor entre Isolde y Tristán o la traición al rey Marke? ¿Es justificable traicionar de esa manera a un amigo-casi-hermano por el amor más puro, más sublime, más perfecto, cuyo rompimiento acabaría con la propia vida de uno? ¿Marke debería aceptar de buena gana y exclamar mientras sale de escena, como el Golaud de Maeterlinck al descubrir el adulterio de Mélisande, con una sonrisa bonachona, "Quels enfants...! Quels enfants!"? ¿O, por el contrario, tramar la más exquisita de las venganzas, al estilo de Otelo pero menos tela? La felicidad que se logra a costa de la infelicidad de un inocente, la felicidad que únicamente puede lograrse pisoteando la fidelidad al hermano.
La inmoralidad es un sentimiento legítimo sólo hasta cierto punto. Más allá se convierte en esnobismo o crueldad. Una crueldad que inspira tal sensación de inminencia de la Verdad que terminas dudando de la duda. Luego piensas un poco y si te ocurre, como a un cura que tuve como profesor, que toda moral debería tener como punto de partida el valor incomensurable y único de la vida, lo que haría del asesinato la Maldad máxima. Se te ocurre que, entonces, sería moralmente correcto ejecutar a un asesino Pero piensas: ¿es justo asesinar a alguien, despojarle de la vida, sólo por un único hecho aislado en toda su existencia? ¿Qué vale más, el crimen cometido en único momento de locura, un sólo momento de debilidad en toda una vida, o, por el contrario, 20 años, digamos, de buenas obras? Y luego piensas en la eutanasia y en el suicidio y quedas aún más confundido. Piensas en un violador de niños que compensa sus crímenes contruyendo escuelas o financiando hospitales o lo que sea que mejore la calidad de vida de cientos de seres humanos. Piensas en un nazi ecologista. En un mecenas fundamentalista. Qué se yo. Y luego recuerdas a Freud y concluyes con él que los crímenes del hombre son producto de su "id", la parte que sólo busca la satisfacción de los apetitos más fundamentales, y que el "superego" es una entidad estrictamente social, por lo que concluyes, con el buen Rimbaud (adelantado también a Sigmund, para variar), que toda moral carece de valor verdadero puesto que sus leyes, junto con esa inminencia de Verdad antes mencionada, son convenciones arbitrarias heredadas generación tras generación, y que el "id", al no estar sometida a la educación humana, es lo único verdadero en el hombre; sólo para joder, te vuelves nihilista, anárquico y gay. Y luego te stoneas con Kant, descubres la dicotomía fenómeno / cosa-en-sí y ya mandas todo al carajo de una buena vez.
Pero qué diablos, yo no quería hablar de esto cuando empecé a escribir este post. Quería quejarme una vez más de haber elegido Letras como carrera universitaria. Y quería hacer una explicación bien bonita, apelando a la distinción entre "ocio" (todo lo que se hace por propia voluntad, en cuya ejecución somos más libres que en cualquier otra ocasión) y "negocio" (todo aquello que hacemos buscando una remuneración, en cuya ejecución somos esclavos de nuestras propias necesidades), relacionándolo con la sentencia unamuniana de que el artista nunca debería ganarse la vida con su arte, sino que debería trabajar en otra cosa, de modo que la producción artística no se vea comprometida y no se la prive de esa libertad que es el principio moral más fundamental de todo artista. Luego pretendía decir que, al contrario que en la vida, en el arte sí existe una moral bien clara, y hasta tenía una cita de Wilde preparada que decía

Un libro no es, en modo alguno, moral o inmoral. Los libros están bien o mal escritos. Esto es todo.

explicando, claro, la aparente contradicción, pues Wilde se refiere a las "intenciones" de un libro, es decir, a la utilidad pragmática de una obra artística: si tal o cual libro sirve para algo, o sea, si los lectores podrán hallar en él un mensaje moralmente positivo para sus vidas. Y rematar con que la moral del arte se halla precisamente en eso de "bien o mal escritos", o en otras palabras, su valor estético, y que el proceso para crear objetos bellos también necesitaba una moral, que hallábamos en parte en las palabras de Unamuno. En algún punto pretendía apelar a un fragmento de una novela de Philip Roth que leí en la página de los cerdos. Y luego otra cita de Wilde:

Todo arte es completamente inútil.

lo que se relaciona con eso del "arte por el arte", un arte absolutamente libre, autónomo en su totalidad, aquello que un rato después se haría himno de los dadaístas y bueno, you can take from there. Y allí, recién allí, iba a comenzar a quejarme de la amoralidad y a citar a Hemingway. Pero bueno, supongo que ya fue.

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