sábado, 24 de mayo de 2008

Misericordia


He salido un poco confundido del teatro de la Alianza, sin saber si me ha gustado o no esta pieza, "Misericordia", de un tal Neil LaBute. Y me acabo de dar cuenta, recién, de que casi la totalidad de obras que se estrenan en Lima con actores profesionales son de lengua inglesa. ¿Por qué será? A ver, un intento de resumen. La obra se ambienta en EEUU, dos días después del 11 de septiembre. El protagonista, Ben, se halla escondido en el apartamento de su amante, Abby. Una y otra vez suena su celular: es la esposa que está tratando de localizarlo. Y es que Ben ha desaparecido precisamente la mañana del atentado. He decidido aprovechar la tragedia, usándola como una oportunidad de perderse entre los miles de muertos y así abandonar a su familia sin tener que divorciarse, sin dar ninguna clase explicación. El resto de la obra desarrolla la incapacidad de Ben de hacer lo correcto y la de Abby de fugarse con él.
Interesante problema, indeed, aunque el estreno de la obra en el resto del mundo contribuya a la mitificación de una tragedia que no ha sido peor que la de otros países -Chile, Argentina, y aquí mismo: millones de muertos y desaparecidos-, pero que por haber ocurrido en la allmighty "America" se supone que tiene que ser la peor de las catástrofes en la historia del mundo. Como dice una de las canciones de Páez: "dos torres cayeron, lo siento por ti".
Ya, basta de lo políticamente incorrecto. Como decía, la situación es interesante. He aquí un personaje infame, casi carente de remordimientos, egoísta hasta el escándalo. Y por otro lado, una mujer que a lo largo de toda la obra se burla de sus defectos con una ironía llena de condescendencia y de altivez, a la vez que le restriega en la cara su asco sin cesar. Pero si está tan horrorizada por su indolencia, ¿por qué no lo bota de una vez por todas de su departamento? Alonso Alegría, en su comentario, responde con facilidad: "porque lo ama". A mí no me convence tanto esa respuesta. Hay algo de satisfacción moral en Abby: el estar con un tipo tan, pero tan imbécil, le hace sentir superior. Y es que Ben no sólo es el idiota que se aprovecha de una catástrofe: es también un hombre testarudamente ignorante, que no entiende ni los chistes ni las referencias de Abby, además de ser su subordinado en el trabajo. Y son tantas, pero tantas las veces las que la mujer le habla con ese tonito de reproche materno burlón, que pocas dudas nos quedan de que el ego de Abby se complace con la personalidad de su compañero.
Yo creo que, al contrario de que lo que nos dice Alegría, el que el personaje de Ben no nos parezca tan censurable no se debe a la "simpatía natural" de Gonzalo Molina, sino al hecho de que Mónica Sánchez se encargue de hacer de Abby una mujer completamente insoportable. Y no sabría decir si esto es un defecto o un acierto por parte de la actriz. Es esto, esta complacencia en los defectos del amante, gran parte de lo que Abby aprecia en Ben, y lo que, claro, le resulta tan difícil de abandonar.
La gran virtud de esta obra se encuentra en la pregunta que suscita al espectador: ¿si usted estuviese en el lugar de Ben, haría lo mismo? Y el gran defecto de la pieza es que el autor se concentre más en apalear a su personaje que en intentar comprenderlo (y, con ello, ocuparse de desarrollar esa pregunta). Pues, si decimos la verdad, uno sale del teatro más preocupado de encontrarse con una mujer tan jodida como Abby que por sus propias convicciones morales.
Bueno, las actuaciones han estado muy bien. Molina nos ha demostrado que no ha sido su falta de talento la que mandó al diablo el montaje de "El retrato de Dorian Gray", sino el mal casting del director (recordemos la presencia de la Chaparro...). No todos los actores pueden encarnar a todos los personajes, ¿verdad? En fin. Como dije al principio, no sé si la obra me gustó. Muchos errores, aunque el punto de partida sea realmente bueno.

No hay comentarios: