jueves, 29 de mayo de 2008

No soy una buena persona. No soy lo suficientemente amigable como para tener muchos amigos ni lo suficientemente interesante como para carecer de la necesidad de buscar su compañía. A los extraños les inspiro una mezcla de indiferencia y espanto. Me resulta imposible creerle a quien me dice que me quiere o que aprecia mi presencia. Carezco de caballerosidad, aunque profese la fe de la buena urbanidad. No sé cómo sonreír, ni cómo explicarme con brevedad; la comunicación humana se me antoja un misterio indescifrable. La mayoría de veces digo lo que no siento, o lo digo de tal manera que me hace parecer un esnob, cuando mis intenciones eran muy distintas. Sólo me doy cuenta de ello cuando ya no hay manera de rectificarlo. No poseo talentos especiales, ni disciplina, ni una inteligencia fuera de lo ordinario. No me gusta llamar la atención: sólo en este aspecto parezco obtener un notable éxito, especialmente con las mujeres. Me entristezco ante la caravana inaccesible de la belleza femenina. Todo aquello que no puedo tener me excita, y viceversa. Al amor romántico prefiero la amistad; a la amistad, la soledad. Y a la soledad prefiero la muerte. Repudio a la vez al platonismo y a mi propio cuerpo. Mi idea de libertad es equiparable a una forma de desaparición. No tengo prospectos, ni ánimos, ni obsesiones.
Y ya. Se me acabaron las palabras.

5 comentarios:

Unknown dijo...
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Unknown dijo...
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Unknown dijo...
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Unknown dijo...

Sin ánimos de sonar Deepak Chopra, podrías ejercitarte pensando en todo aquello que sí tienes. Dicho de otro modo, todo lo que -al menos hasta ahora- te ha hecho preferir tantos otros pequeños placeres a la muerte.

Puede que no hayas leído tanto como te gustaría, pero de un tiempo a esta parte has devenido en un lector recurrente, aunque, como siempre, indisciplinado. Y nadie que te conozca mínimamente, aunque sea vía este blog, podría negar tu 'libido' hacia la música, desde la trova hasta Spinetta, la clásica y la progre.

Después de todo, no eres mal guitarrista: llegaste a la radio.

mestanza dijo...

Jajaja, es que es más divertido enumerar los defectos de uno! Fíjate que la abierta discusión de tanto las virtudes como los defectos de uno es siempre, en uno y otro caso, un ejercicio de vanidad. Quizás el hablar de nuestros defectos sea más deplorable, puesto que allí la verdadera intención del que lo hace está disimulada, aunque, a diferencia del otro caso, tiene la ventaja de que implica cierta purificación. Hay una cita en Dorian Gray, ese libro que te gustaba tanto, que cae a pelo con lo que digo: "Existe una voluptuosidad en hacerse reproches. Cuando nos censuramos, sentimos que ningún otro tiene derecho a hacerlo. Es la confesión, y no el sacerdote, la que nos da la absolución."

Lo otro es que este no era un post emo-suicida-de-mierda. La verdad es que, cuando empecé a escribir, tenía ganas de hablar de otra cosa, pero ya ves. Siempre termino yéndome por las ramas.

En tercer lugar, no sólo soy indisciplinado para leer, sino para todo. Es el único defecto que me sería útil eliminar. El problema es que hay una pequeña paradoja en ello, pues la lectura (de literatura, al menos, y en general el consumo de cualquier tipo de arte) debería ser siempre un acto de plena libertad, y la disciplina conlleva algo de "esclavitud", algo de esto-va-contra-mi-voluntad. Y el otro problema es que el vagar no es tampoco parte de mi voluntad. Debí haber dicho más bien que soy un puto perezoso.

Y lo último: ¿quién, aparte de ti, se acuerda de eso de la radio? Jajaja, hasta yo lo había olvidado. Esa cara que puso la locutora cuando empecé a cantar, en vivo, eso de "MUUUUERRRRTEEE", jajaja, te juro que no tuvo precio. Lo único que valió la pena de esa experiencia.