sábado, 6 de marzo de 2010

Gileando a una mujer ajena

***, te escribo ebrio este soneto
sin saber cómo ni por qué ni cuándo
-solamente como quien anda andando,
como quien se escuda en un parapeto.

Una palabra y todo está resuelto.
¿Por qué en el '----' me -------
y sólo en estos días me -------
como esperando algo que no presiento?

No sé cómo actuar, puesto que tú eras
como el abejorro harto en la hojarasca
que no acepta corazones, ni tasca
excusas que le parecen austeras.

La vez que nos vimos, sonrisa puesta,
yo pensaba estar soñando en un bote
a la deriva, ¡siquiera un calote
que, satisfaciendo la aurora enhiesta,

probando tu mano sobra la mía
-¡oh soles, naufragios, enterococcus!-,
como sobre el deseo el autofocus,
posando su más íntima grafía

me señalara a mí como su amado!
Yo pensaba, iba diciendo, observarte
tímida, entera, como una obra de arte,
como la piel que observa a su costado

la luz que crece sobre los geranios,
¡Hermosa como el oro de las cuevas!,
¡más preciosa que las bíblicas Evas!,
¡más resplandeciente que los elanios!,

verme y quererme como olvidase antes;
como yo era, sin tapujos, sin nada
que obturase la más leve celada:
¡Yo, rojo, como el fragor de mil Martes!

¡Ah, ***, cómo olvidar la cita!
Pero estoy consciente, naturalmente,
que de seguro atiborré tu frente,
(más que de Melpómene, ¡de Afrodita!)

de cuestiones que no te fueron gratas.
¡Miel de gata, tus ojos de papel!:
sé que sin proponérmelo fui infiel
a tus perplejidades más innnatas,

y por eso pido perdón. Si bien,
dadas las circunstancias especiales,
te suplico, ***, que me regales
la respuesta sincera de tu sien.

¿Tengo alguna oportunidad contigo
o acaso ladrando al árbol errado
estoy? ¿Acaso al Amor anhelado
intento hurtar el bien que no consigo?

Dímelo y sin más, nada más que fe
en lo que acaso nos pueda esperar,
fragor, poesía, carreteras, mar...:
¿querrías tomar conmigo un café?

No hay comentarios: