jueves, 26 de noviembre de 2009

- Cuando ella se hace cómplice me dan ganas de actuar como un adulto. Es difícil saber lo que el resto quiere, pero en eso, supongo, radica la ex-centricidad del amor. El mounstro terrible otrora conocido como Barthes decía que, puesto que nos resulta imposible salir del lenguaje, nos resta sólo pequeñas tretas, apenas minúsculas victorias en esos puntos en los que lengua se muerde la cola y hace insospechadamente cortocircuito. Uno de esos lugares es, me imagino, el amor, precisamente. El amor en su perenne rechazo a la verbalización. El amor como "lenguaje" subversivo, que renuncia a las palabras, al significado, que exige que las personas se comuniquen de forma extralingüística. También supongo que toda miscomunication es producto de aplicar la plantilla allí donde no corresponde, es decir, de intentar significar algo cuya dinámica renuncia desde el comienzo a toda significación.

- Escuchando una y otra vez el último movimiento de la novena de Ludwig van. Me enteré hace poco de que Bernstein era gay. Supongo que eso explica en parte la pasión ardiente de que sus interpretaciones están colmadas. Me quedé boquiabierto con una versión del 80 o 70 (con René Kollo, Kurt Moll y una hermosísima Hanna Schwarz), pero luego escuché una de 1989, en conmemoración a la caída del muro (Bernstein cambia en libreto una sola palabra y la sustituye por Freiheit), y creo que me quedo con esa. Es una versión más madura, como una explosión de felicidad.

- (Hace tiempo escribía lo mismo sobre la música de Mozart. De hecho, hay pasajes en la novena que recuerdan instantáneamente a las clásicas melodías mozartianas. La felicidad de Beethoven es, sin embargo, distinta. No sé cómo describirlo. La música de Mozart se parece a los gatos, a la risa de los niños en un parque un domingo soleado, a la belleza de una mujer que le duele a uno en el alma; la de Beethoven me evoca más bien el final anhelado de un cuento que uno cree, en el momento, que es bueno; la felicidad de un beso encendida por la libido; la sensación de haber sido comprendido por alguien a quien uno quiere de verdad. Hay que indagar más en eso).

- Hoy me pasó algo extraño sobremanera, pero me temo que no puedo contarlo aquí: quiero escribir un cuento sobre ello. Tiene que ver con niño, con una señora cincuentona, quizás con una combi. Título tentativo: Pétit-Rimbaud.

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