jueves, 19 de noviembre de 2009

1) Escribir no tiene mucho sentido, salvo como neutralización de las sensaciones. Una opacidad que se desgaja en verbos; la extraña experiencia de la resolución en el tiempo de la frase, en el orden de la sintaxis, en la fijeza del sentido estrictamente gramatical. El sintagma ordena el pensamiento -como los cajones de la cocina de Zizek, llenos de calzoncillos- y a la vez ordena la comprensión de la propia experiencia. En este sentido, escribir es una manera de vivir: como quien dice, de dar vida a la misma vida. No es que esté justificando nada. Es un poco triste no salir mucho de las clases y de las lecturas obligatorias, pero en cierto curso estamos analizando una novela de un autor español. Hay un juego metaficcional que se resuelve en la afirmación de que todo es texto (algo nada nuevo, claro). No hay nada más que signos. Bien. El problema llega con el epílogo: el autor fictivo del texto insta al lector a dejar de leer e ir a vivir. ¿Pero dónde está la vida, si todo es texto?

2) Toda experiencia es perecedera. El valor de la memoria es el de la transfiguración, no el de la conservación. Dicho de mejor manera, el valor de la memoria reside en el emplotment.

3) Nos sentimos tentados a redefinir el arte pero no sabemos por dónde empezar. Afirmamos cosas, debatimos, arengamos. El vacío sigue allí. Lo cierto es que la literatura no puede cambiar nada. Ni la cultura. Ni siquiera el poder desde la cultura. El diálogo cerrado siempre ha sido presencia artística; un canon es indispensable, el juego tiene algún tipo de reglas. La libertad en la literatura -en todo- es sólo patrimonio del futuro, como el gozo de la memoria y de las fotografías, como la satisfacción plena del Deseo.

4) Si volvemos por un momento a Alberich, nos damos cuenta del fiasco que resulta este personaje: el deseo no ha desaparecido en él, sólo ha cambiado de forma. Tendríamos que concentrarnos en Bartleby o en Meursault: ellos son los verdaderos dioses de la historia de la literatura. El mundo los mira con perplejidad, con desazón, con asco, con envidia. A nosotros sólo nos resta un corazón palpitante en la penumbra.

5) Zu welchem Los erkoren -finalmente- ich damals wohl geboren?

6) Zu welchem Los...?

7) Nada, finalmente, resuelve nada.

No hay comentarios: