miércoles, 28 de octubre de 2009

Que me lleven las mareas del tiempo
que el dolor del deseo
arrastre el acero de la sublimidad
crotchinity;
que los arrebatos del
pensamiento
me deslicen hasta el mismo
arrabal de la materia sonante;
que la música del infierno
azuce las llamas del delicado
convencimiento de toda textualidad;
que la belleza me desfigure
hasta el borde mismo
de las lágrimas;
que la conciencia conjure
las dos o tres tramas de la literatura;
que me enferme toda alucinación
perecedera, en la convicción
del infinito s i g n i f i c a n t e;
pero que nada,
nada,
me arrastre al olvido
del desinterés infinito
de la amistad verdadera.
La amistad la pone con concha.

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