domingo, 26 de julio de 2009

Qué sueño. Qué flojera. Qué cansancio.
Vida estéril. Cierto asomo de culpabilidad.
Pensamientos entrecortados. Incapaz de hilarlos.
Párpados pesados.
No son ni las 9pm.
La modorra dominical. Ya se sabe.
Nada hecho. Nada leído. Nada tocado. Nada escrito
Nada.
Sentado frente a la tele.
Dolor en el riñón derecho.
Dolor en el dedo gordo de la mano izquierda.
Esbozo de cuentos. Transfiguraciones obvias de la máscara psíquica.
Babeando frente a los libros que compré hace unos días en la feria.
Bajando una película de Arsène.
Sueño. Cansancio. Flojera.
Me he puesto a ver volley.
La rusa está buena.
Mismas canciones. Misma sensación de hartazgo.
Flojera de ir a comprar cigarrillos.
Esperando a que baje Arsène. No baja.
No quiero ver más tele.
No quiero jugar más Final.
No, por Dios.
Libro. Third Reich. Shirer.
Índice onomástico.
Qué flojera.
Hacia la W. Página 1597.
Wagner, Richard.
Página 148.
Qué flojera.
"Though Hitler reiterated in his monologue that winter evening that to him Tristan und Isolde was "Wagner's masterpiece", it is the stupendous Nibelungen Ring, a series of four operas which was inspired by the great German epic myth, Nibelungenlied, and on which the composer worked for the better part of twenty-five years, that gave Germany and especially the Third Reich so much of its primitive Germanic mythos."
¿Qué decía Barenboim?
Qué flojera.
Que Hitler podía llorar tras asistir a Lohengrin
¿O era Tannhäuser?
y, en la misma noche, dar una orden
¿qué orden?
presumo, de gran maldad.
¿Era Barenboim?
Cuatro minutos.
Ahora que lo pienso, de seguro,
digo, por la extensión de este
nuevo
formato
-pura poesía-
esta entrada, supongo, cubrirá toda la página
inicial de mi
blog.
Y bueno. También
ya me llegaba al pincho que cada
vez que entrara ese maldito video
de Karajan se reprodujera solo.
¿O no?
¿Por qué ahora faltan siete minutos?
Curioso que escribiendo, la mente, poco a poco, vaya aclarándose.
Ya puedo establecer conexiones. Van titilando las lucecitas que hace un momento estaban apagadas.
Sí, va mejorando, va despertándose el cerebro. Dios, que día tan futil. Qué ganas de fumar. Qué ganas de leer y de tocar.
Cinco minutos. A veces creo que nunca podré volverme a enamorar aquí. ¿Me enamoré alguna vez, amor vanidoso, de abanico en mano, mirándose la joya del dedo? ¿Amor de perro de cloaca, tirando en medio del Jirón de la Unión, la panza bocarriba, la lengua como un pedazo de lija? ¿Amor con acento insular, de manteles caros y platos enormes, de declamaciones en francés de memoria, de sombrillita bajo el resplandor rojo de un bar irreconocible? ¿Amor de faldas de colegiala? ¿Amor de miradas concupiscentes?
Dos minutos. Pienso que me gustaría, si se da la ocasión, buscar un puente en Bruselas, en medio del verano, y mirar cómo el Canal de la Mancha se desenvuelve irremediable entre mi corazón y el olvido.
Un minuto. ¿A qué me recuerda esta estructura de minutos, como separadores de libro en una prosa horrible, infecunda y miope?
Se ha acabado. A Arsène.
Cerebro nuevamente off.

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