lunes, 27 de julio de 2009

Nine Stories: A perfect day for Bananafish



Me acerqué a Salinger por una serie de reseñas que el blogger de El lamento de Portnoy publicó en su espacio hace un par de años sobre Nine Stories (1948-53). Hoy he tenido la oportunidad de abrir el volumen y revisarlo. He leído el primer cuento y casi de inmediato he acudido al blog. Me he decepcionado. Portnoy escribe que

Lo que sí es cierto es que a través de Un día perfecto para el pez banana no se puede saber si Seymour es o no normal, si Salinger quiere que veamos a un hombre normal o a un perturbado, si Salinger pretende algo más que mostrarnos una sucesión interminable de diálogos vulgares que no conducen a nada

cuando, a mí al menos, me parece evidente que Salinger deja suficientes pistas para inferir el estado de su protagonista, y que esto nada tiene que ver con una "perturbación". A perfect day for Bananafish comienza con un diálogo telefónico entre una madre y su hija. La hija se encuentra veraneando en Florida con su esposo; la madre se encuentra preocupada por el comportamiento extraño del yerno, ante el cual la hija no parece hacer mucho caso. Los personajes hacen referencias oscuras a ciertas prácticas peculiares ('funny business') de Seymour (algo con la silla de la abuela, algo con los árboles) que nos hacen inferir, sin duda, que el personaje no es "normal" (en los términos del blogger Portnoy, que no me parecen, por lo demás, los adecuados). Una alusión a la guerra y a un tatuaje nos hace caer en la cuenta de que Seymour Glass ha sido prisionero en la Segunda Guerra Mundial, de modo que su comportamiento, menos el de un "perturbado" que el de alguien traumatizado, responde a las heridas psicológicas generadas por su reclusión. Glass es, como se diría en inglés, un broken man: un hombre profundamente desgarrado. En lo que podríamos denominar la segunda parte del cuento, Seymour se reúne en una playa con una niña, Sybil Carpenter; conversan un rato (aquí se da la "sucesión interminable de diálogos vulgares que no conducen a nada"), se bañan en el mar y se despiden. ¿De qué han conversado? Sólo un tema parece unir con cierta coherencia aquella serie de trivialidades fragmentarias: una niña a la que han visto sentada junto a Seymour en el piano, de la que Sybil está celosa. El resto del diálogo parece carecer de lógica:

"Do you like wax?" Sybil said.
"Do I like what?" asked the young man.
"Wax."
"Very much. Don't you?"
Sybil nodded. "Do you like olives?" she asked.
"Olives -yes. Olives and wax. I never go anyplace without 'em".

Ya en el mar, Seymour le cuenta a la niña sobre los Bananafish. Existen ciertos peces que nadan hacia un agujero dentro del mar; lucen como el resto cuando entran, pero, ya dentro, se dedican a comer bananas sin tregua, y engordan tanto que luego no pueden salir. Entonces, dice Seymour, los Bananafish mueren. Casi al instante la niña le dice al joven que acaba de ver uno; llevaba seis bananas en la boca. Regresan a la orilla, se despiden. Seymour regresa al hotel. En el ascensor, le grita a una mujer (y esta conducta contrasta violentamente con el cariño con el que trataba a Sybil) sólo por mirar sus pies; llega a su habitación y observa a su mujer, que se ha quedado dormida. Entonces abre el cajón y saca una pistola, se acuesta y se da un tiro en la sien derecha.

Un final un poco torpe y pueril para un cuento que, hasta ese momento, ha sido brillante en su ejecución. Consideraciones de valor aparte, la dinámica que encontramos en "A perfect day..." es, en su esencia, la misma que daba vida a The catcher in the rye: se trata de la historia de un hombre en un mundo degradado y malvado. En este mundo, los niños conforman aquel único lugar en el que todavía queda algo de la pureza primigenia: la infancia es aquel momento de la vida en el que se carece de toda maldad. La hermana de Holden Caulfield jugaba este rol en The catcher...; aquí, lo interpreta la inocente Sybil Carpenter. La pequeña Sybil caminando de la mano de Seymour en la playa representa, entonces, una suerte de tautología: la imagen de la playa como lugar de solaz de las penurias del trabajo, y la imagen de la niña, solaz de la maldad del mundo, fundidas en una sola. Este mundo de solaz, de cierta reminescencia arcádica, funciona con una lógica propia, una lógica decididamente irracional. La cejijunta razón de los adultos sólo les ha proporcionado miseria, dolor, muerte; ante la torpeza de esta razón, la playa de Sybil se despoja de toda coherencia, operando a través del rigor lógico propio de los sueños. Esta lógica nada tiene de "vulgar"; si sus elementos "no conducen a nada" es porque, al unirse, eluden adrede toda posible relación de causa-efecto, todo lo que en el mundo de los adultos podría llamarse "coherente", "sensato", "racional" (recuérdese el epígrafe Zen). Allí Seymour tiene derecho a gustar de la cera, y Sybil tiene el derecho de preguntárselo -y todo ello tiene sentido. Analizados desde la perspectiva de los adultos, la charla entre estos dos personajes es, evidentemente, un diálogo absurdo entre una niña y un loco. Dentro de los límites de la playa de Sybil, por el contrario, la locura y la ingenuidad infantil conforman trincheras de resistencia frente aquella racionalidad que todo lo absorbe, que todo lo degenera y lo corrompe, como ya lo ha demostrado con el desastre de la Segunda Guerra Mundial.

Todos estos elementos me parecen bastante claros en el cuento. No veo cómo se pueda considerar a Glass un "perturbado", ni cómo pueden pasarse por alto los significados de la falta de coherencia en los diálogos, llenos de amor y ternura, entre Seymour y la pequeña Sybil. Ahora bien, si me permiten valorar el cuento de Salinger, dire tímidamente que ese final fue por lo menos inadecuado. La violencia con que se cierra el relato, tras una exposición más o menos sutil de sus elementos, no pudo haber sido atinada. Por lo demás, ha sido un buen cuento (vean nomás cuánto me ha dado para escribir). Paladeo la idea de hacer un comentario a los ocho restantes. Vamos a ver qué sucede.

1 comentario:

Portnoy dijo...

Que Seymour sea o no una persona normal no es algo que diga yo, es lo que dicen los personajes a lo largo de los nueve cuentos. Yo intento discernir si en base a lo que nos cuenta Salinger podemos saber o no si es una persona normal.
¿Y no dirías de una persona que finge una vida normal y luego sube a su habitación y se pega un tiro que está (o estaba) perturbado?
En fin, un saludo