martes, 25 de noviembre de 2008

Post mientras-espero-que-baje-ópera

Sí: 3 semanas de mierda. Pero así: de mierda. No, no, así: de mierda. Sí. Tres semanas de multiplicadores, de ofertas agregadas, de soluciones inflacionarias, pero también de matanzas múltiples, de paridades cambiarias ilusorias, de sindicalismo y de democracias a medias. El calor que hace aquí es insoportable. El viernes pasado rendí ICSE; el jueves, como quien diría, perdí las Malvinas (se me acaba de ocurrir esto y me recontracago de risa). Regresé con una furia que no me siento capaz de siquiera intentar de describir. Sí, otra vez, recorrer Corrientes en llamas. Como la portada de Wish you were here: sí, ya he perdido la cuenta. El jueves, sí. El viernes tenía parcial. Y el jueves tenía ganas de matar a alguien. Pero también de arrojarme a llorar. Sí. Digo, no os confundáis, chavales: claro que no fue por eso. Haría falta desnudarme aquí para dejarlo claro, como todo lo que escribo aquí. Pero que quede claro: no fue por eso. Fueron situaciones tangenciales, digámoslo así. Sí: situaciones tangenciales. Sí. Me acosté a las tres o cuatro, quizás a las cinco: fueron cuatro horas en las que mente seguía racing y mi corazón en un movimiento pendular, dialéctico, entre la furia y la depresión. Me levanté, las manos -literalmente- temblando, en parte, sí, por la combinación mate-café. Me senté frente a las mamparas, Buenos Aires apenas amanecía. Me fumé un cigarrillo (¿cuánto habré fumado esa sola noche?), encendí mi computadora. Mozart. Os lo juro, chavales, os lo juro: la felicidad fue abrumadora. Como Huxley ante los efectos del peyote, creí haber aprehendido la esencia. Tampoco me siento capaz de describir esto. Mi corazón desvelado -"¡Mi corazón lleno de tabaco!"- apenas soportó esa explosión de belleza: me fui a dormir. Desperté, estudié frenéticamente, apenas sosteniendo mis propias trizas. Sí. Tomé un taxi, llegué a Cs. Económicas, rendí. Salí, me dirigí al supermercado, compré dos botellas de Malbec de diferentes marcas. Llegué a casa. Procedí a autodestruirme sistemáticamente. Sí. En algún punto me desmayé. Cuando desperté seguía ebrio, y seguí tomando hasta que una de mis amigas me quitó la botella y tuve que dormir. En algún momento salí solo a la calle, aunque de esto no recuerdo nada. Al siguiente día desperté, tuve unas horas de resaca, salí a un bar -el equilibrio me fallaba, si mal no recuerdo- a por White Russians. Me encontré con unos amigos, estuve con ellos. Tres White Russians más tarde estaba ebrio de nuevo. Regresé con estas personas a casa, me encontré con otro amigo, salían a un boliche, yo dije qué chucha y ya estaba en un taxi, y luego abrazando a dos amigas que me invitaban a su departamento a visitarlas, y luego en la fila, sin medias y con shorts, y el gorila diciéndome "volvé a tu casa, boludo, así no podés entrar", y luego dos amigos, y el taxi, y el cuarto. Llegamos, digo, a casa: yo salí a por otro White Russian. Cuatro de la mañana: un bar abierto, gracias a Dios. Un White Russian. ¿Qué? Carajo, que un White Russian. ¿Eh? Un ruso blanco, won. La gente me miraba, no me sorprendía. Me limité a sorber mi Russian, medio trucho porque lo habían hecho con Tía María y no con Kahlúa, en fin, verdaderamente shit-faced. Y vaya, salgo, compro un superpancho -el mejor de mi vida-, y regreso. A dormir. Ocho horas más tarde, y dos más de resaca, salí al supermercado: compré Tía María (nadie vende Kahlúa, man), un vodka horrible, leche, y volví. Esperé un rato, en realidad no me sentía muy bien. Sí. En la noche saqué un vaso, mientras uno de mis amigos preparaba tacos, hielo, TM, vodka, leche, ¡ah: White Russian! Un vasito mientras cenaba, otro más mientras escuchaba a Mozart en mi cuarto, y luego mis amigos y más rusos, rusos sin parar, hablando de la democracia, de economía internacional, de las minas de Paraná, que se supone que son tan, pero tan fáciles, boludo. Sí. Y en fin, ayer apenas pude despertar. Fui a Caballito, Filo, me recibió una vieja desesperadísima, apenas pude insistirle porque apenas, en general, podía estar parado. Regresé, línea E en Mitre, Premetro en Jujuy, línea A. Me desmoroné en mi cama, pero no pude dormir. Bajé al tercero, busqué algo de ópera, bajé Tannhäuser. Recién hoy lo he terminado y mierda, Wagner es un verdadero Dios. Y el drama de Tannhäuser indescriptiblemente conmovedor. Ahora bajo Puccini, con Callas. Y Purcell. A ver si me desmorono de nuevo escuchándolo. Sí, a ver si me desmorono de nuevo.
Pero ya bajó Dido y Eneas. Adiós.

2 comentarios:

Unknown dijo...

escribí más seguido PUTO

Unknown dijo...

Cierto pibo, hace unos días empecé a escuchar un poco de Yma Sumaq (debido a la noticia de su muerte). Te recomiendo que la escuches:
http://www.youtube.com/watch?v=R-C7jZfAQ34