sábado, 24 de abril de 2010

Les sorprendería saber cuántas mujeres de las que me he enamorado han nacido en este mes. Uno no puede evitar pensar en el primer verso de The Wasteland. El fin de abril trae el fin del verano, del excesivo calor, de la mala ropa, de la insolación y, sobre todo, de la semidesnudez de las mujeres. A veces siento como si fuera a explotar: el rimbaudiano corazón se me llena de amargura. Podría colgar el resto de mi vida de sus labios, como sombrero olvidado. El mes está lleno de frustración. Pero ya se acaba y uno puede volver a las casacas, a los ojos verdes sobre la bufanda morada, al café y a los cigarrillos.

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