miércoles, 7 de abril de 2010

La serpiente debajo de la alfombra: Hamlet y Wakefield

Como iba diciendo, Hamlet prefigura toda una conducta que florecerá con el final del romanticismo, cuando las factorías impongan un perpetuum mobile en repetición non-stop. Hamlet es el padre, el príncipe Hamlet atrapado en un tiempo escindido del devenir, inmóvil entre la vida y la muerte o, si me permiten el término spinettiano, 'rebotando' entre la vida y la muerte, entre el suicidio y la ejecución de su venganza. Es una no-conducta que en Shakespeare es plenamente humana, lo que equivale a decir que es plenamente moral: Hamlet se horroriza frente a su propia inacción, inspirando al espectador a compadecerse con él. Varios siglos después (pero ¿habrá una línea que continúe hasta Norteamérica?), Nathaniel Hawthorne reinventa a Hamlet en "Wakefield". El artificio de Wakefield consiste en desnudar al personaje de toda moral y proyectar el horror hacia el lector. Se ha producido un cambio parecido al que relataba Kundera en La inmortalidad al respecto de Beethoven y Goethe: la inacción, el perpetuum mobile que en Hamlet era aún legítimamente reconocible como humano (una no-acción susceptible de ser entendida), en Wakefield es incomprensible. Se trata un gran hito en la biografía de nuestra serpiente (de nuestro bicho alargado que se mueve debajo de la alfombra). El horror que inspira Wakefield emerge de la persistencia del personaje en la inmovilidad, y en esto Wakefield está muy cerca del príncipe danés. Pero, contrariamente a Hamlet, Wakefield no se cuestiona su propio comportamiento. Se lamenta: "Wakefield, you are mad!", pero, ¿seríamos acaso capaces de imaginarnos a Wakefield monologando sobre su condición a la manera del famósisimo "To be or not to be"? Wakefield está ciego, y en su torpor adivinamos la ausencia de toda voluntad. También: un tiempo distinto al de Hamlet: como en Rimbaud, el del príncipe es un tiempo en enfer, de conciencia terriblemente lúcida en la condensación de un tiempo que se presenta, como el de los infiernos medievales, como eterno. El tiempo de Wakefield ya es enteramente otro, el tiempo impuesto por el capitalismo en flor:

I conceive, also, that these twenty years would appear, in the retrospect, scarcely longer than the week to which Wakefield had at first limited his absence.

Uno y otro tiempo se niegan: el de Hamlet -el instante 'histórico' de sufrimiento que dura una eternidad- y el de Wakefield -la eternidad que no es más que la repetición infinita del mismo instante-.

No hay comentarios: