miércoles, 4 de marzo de 2009

Fumando, escuchando a Bob Dylan. Una especie de vacío en el medio del pecho, como un barril horadado por balas -el humo escapa por los agujeros. Sin deseos de teorizar, de buscar explicaciones para ello. Vagamente conozco la respuesta, que se disipa con el humo. Sin ganas de aprehender o de aprender; sólo con un cierto impulso de perderme en las páginas de vidas ajenas. Mediana, genérica noción de que nada puede arreglar nada. Abrumado por el cúmulo de sentimientos atropellados que puedo generar en cuestión de segundos. Ganas de descansar extenuando mi cuerpo hasta niveles aún desconocidos. Sed de vértigo. Sin fuerzas, sin embargo. Con una vaga sensación de querer experimentar lo no experimentado, casi forzosamente, tal cual fuese un deber que tendría que cumplir conmigo mismo. Contraposición de la noción de que nada, nada, puede arreglar nada. Pulverización inmediata imaginada a la manera cinematográfica. Como si todo fuera polvo que se me escapara de las manos.

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