jueves, 18 de septiembre de 2008

No estaba muerto, andaba de parranda...

El 12 de julio daba por finalizado este blog con la frase anterior, "tengo miedo". Un golpe de suerte: después de todo, no es un mal final. Hoy, 18 de septiembre, poco más de dos meses después (¡DOS MESES! ¡Pero si parece que hubiese pasado al menos un año!), vuelvo a las andadas, con un brownie a medio acabar al lado y aprovechando al máximo el internet gratuito de Gandhi. Habrá que hacer algunos reajustes, sin embargo. Enfocar los esfuerzos hacia un tema en particular, en vez de distribuirlo entre fragmentos cada vez menos interesantes. "Especialización", según mis fotocopias de economía (guácatelas), in order to achieve eficiencia. ¿Y los arranques confesionales, ahora que ciertos detalles encubren, al menos parcialmente, mi identidad, entre los que ahora son los protagonistas de mi vida? Quién sabe. Ahora no tengo ganas de escribir sobre mis líos amorosos o del delirium tremens about certain fille. Certain fille qui aujourd'hoy j'ai encontré at the elevator... Basta. Al hecho, y basta de entelequias. Cuando mis esfuerzos se vean recompensados, sea con una reciprocidad animal (porque para novio yo no sirvo, "che") o con una mueca de asco, acaso escriba algo de ello aquí. Entretanto, a cubrir los hoyos del zócalo, que se puede escapar el duende.
Habrá, además, que aceptar el triste hecho de que yo soy el único freak obsesionado con la ópera entre mis amigos y conocidos. No sólo con la música (por cierto, he desarrollado una adicción absurdamente enorme por Mozart en estas últimas semanas), sino también con las producciones, los conductores, los directores, los camera-guys y hasta con quien se está acostando mi soprano favorita que-además-está-más-buena-que-el-pan. Dejaremos, pues, de hablar tanto de estas cosas, que parece que sólo a mí me interesan hasta ese punto. Me gusta mucho hablar solo, pero es aún mejor cuando los temas de debate son también interesantes fuera de mi cráneo.
Sobre los temas literarios no hay punto de negociación.
Y el teatro, ¡ah! Cómo lo extraño. Aquí he visto una puesta de El hombre almohada (que dirigió Fischer en Lima hará un par de años, superior en sus fundamentos pero inferior en tratamiento comparada con su compañera argentina), una de El hombre inesperado de Yasmina Reza (Ángeles dirigió Art en Lima, de la misma autora), con una vieja que era una suerte de transfiguración de Jimmy Santi y un craving por risas que incluso llegó a desfigurar por momentos a los personajes, y una maravillosa, maravillosa, maravillosa puesta de Tres hermanas del maestro Chejov, en la que, por momentos, creí descubrir algo esencial, algo que no me siento capaz de expresar con palabras pero que, habrá que decirlo, encuentra su simiente no tanto en el montaje de turno (si bien necesita de un buen montaje para aparecer) como en ese no-sé-qué que Chejov infundía en sus obras, ese no-sé-qué fundamental, que trasciende la cultura de sus personajes y hasta sus personajes mismos, que llega hacia el core de la vida misma y que, paradójicamente, sólo puede aprehenderse sentado en la butaca, atendiendo a la función del montaje de turno. Tres espectáculos en dos meses. Dios santo. Pronto tendré que revisar la cartelera y elegir entre cientos de obras una que me interese. Y si me da la gana anotaré algo o no, ya veremos.
I need to roll one y no hay un baño cerca. ¿Y si alguien se lleva mi laptop mientras estoy hablando con Nicholas?
Aquí dejo esto. Gandhi está casi desierto y las necesidades apremian. Un brownie y una coca no están mal por tres horas de internet, ¿verdad? La próxima sólo pido un té. Aunque debería estar estudiando que el mercado, que el capital y cómo hacer chalacas en la economía estatal. Y lareputamadre. Fuck it. Me voy a la residencia, a descansar un rato y a revisar las bases kuhnianas de un cuento-desafío que tengo que escribir para fines de mes. La próxima semana huiré a Uruguay y asunto arreglado. Se pueden meter su economía por el orto, guachos.

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