domingo, 9 de mayo de 2021

Querido Renzo:

No sé por qué me has estado haciendo tanta falta estos últimos días. Quizás porque ayer soñé con mi viejo amor, huésped en una casa circular; quizás porque me he emocionado con ciertos pasajes de una historia que seguramente tú también hubieses adorado. Hoy te he vuelto a leer -te he buscado- y me doy con que no son las imágenes, ni los testimonios, ni siquiera mis recuerdos que se me escapan como arena entre los dedos, sino tus palabras, tu peculiar sintaxis, lo que te trae de nuevo en cuerpo entero y lo que agudiza tu ausencia en este mundo.

Seguramente me dirías huevón, qué chucha vas a creer que mejor hubieses tú que yo. Quizás estés molesto porque me alejé de tu madre y de tu tía. Tu hermana felizmente pudo escapar de esta ciudad que imagino debe ser para ella una suerte de dolor reflejo proyectado a todas partes. 

Perdóname por no haber sabido mantenerme cerca de ellas. Es muy difícil cuando lo único que te une es este dolor inescapable, esta pérdida como hemorragia perpetua.

No es cosa sencilla dar cuenta del paso del tiempo del haberte perdido. Es como una persona ese dolor. Cambia. Poco a poco va demandando menos de ti. Luego sale de la inminencia y vive su existencia de dolor maduro, siempre a la sombra de la conciencia. Puede estar muy lejos, pero basta que extiendas un poco los dedos para sentirlo, su tránsito de tumor cosiendo tus días. A veces, como hoy, retorna a casa y se está un tiempo calentándose el cuerpo debajo de la colcha. 

Renzo, ¿cómo será cuando pase más tiempo y tú te conviertas en una imagen nublada de mi propia juventud? Me aterra verte encerrado, no poder verte envejecer como mi dolor tumor.

Ojalá te aparezcas en sueños y podamos conversar un poco más. 


No hay comentarios: