miércoles, 24 de diciembre de 2008

Postales

En el departamento de H y F.

H: Hay un violador en la zona. Hasta ha salido en la tele. Ya son cuatro las chicas a las que ha violado.
F: Hace un rato se me acabaron los cigarrillos y te juro que me daba miedo salir a la calle a comprarlos.
H: El tipo ese necesita una novia.
F: ¿Una novia? Un burro es lo que necesita.

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Perdidos en medio de la nada. En un restaurante de camioneros, tras haber perdido las esperanzas de hallar algo interesante que hacer en semejante pueblucho.

J (A la camarera): Disculpe, ¿no sabrá cuáles son los mejores boliches que hay por aquí?

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Hablando de A, un anticomunista extremo, en la pieza.

K: Yeah, I know. Just imagine: A being raped by Che Guevara.

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Sobre los 29 años de W.

W: Well, it's a bunch of kids left alone in the same place. There's no adults here.
Yo: Yeah, well. Except for you.
W: (...) Zing!... I'm not that old, dude.

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Una noche de sábado, frente al edificio.

K: You've got to learn more about women.

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En Mendoza, caminando.

Yo: Sí, aunque no lo parezca, suelo ser demasiado tímido con las mujeres. Es curioso que no suceda lo mismo con ustedes.
K: Yeah, we've being desexualized by you.

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En Mendoza.

J: ¿Qué preferirías: una mendocina o DIEZ medicinas?
Yo: ¿Qué? What the fuck are you talking about?
J: Son diez medicinas, amigo.
Yo: Una mendocina.
J: You're crazy, mate.

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Hablando sobre la igualdad de género en la búsqueda de mero placer.

A: Ese tipo de mujeres... son unas putas.
K: ¡A!
Yo: Jajaja.
K: Women enjoy sex too, A.
A: Son unas putas.

Lección doliniana

De La venganza será terrible del 23 de diciembre:

DOLINA (leyendo un mail): Ezequiel... dice: "Esta misma noche fui rechazado rotunda y amablemente por una señorita. Pasó por la vereda de mi casa, la llamé y me acerqué. Dijo, mirándome a los ojos y sonriendo, "no, gracias, no", y dio la vuelta. (...) (Con énfasis) Algo en sus ojos me decía que no estaba todo dicho..." (toca un Do grave en el teclado)
BARTON: Si le dijo no...
SILI: No insista, no insista...
DOLINA (pesadamente): No ponga en sus ojos algo... (y luego, burlón:) "Mientras me escupía en la cara, algo en sus ojos me decía..."
(Risas y aplausos)
BARTON: Además dijo que lo rechazó rotunda y amablemente...
DOLINA (lapidante): Déjese rechazar.
SILI: Ya está.
DOLINA: ¿Por qué es esto de no dejarse rechazar?
SILI: Cambie de vereda.
DOLINA: Claro. A mí cuando me dicen: "mirá, no te quiero ver más, andate de acá", ¡me voy! (...) No digo que (balbucea), no: chau.

martes, 16 de diciembre de 2008

Y que se callen todos, porque va a cantar Pape





Tristan und Isolde
Acto II: Escena del Rey Marke
Solista: Rene Pape
Conductor: Claudio Abbado
Orquesta del Festival de Lucerne
Lucerne, 2004.

domingo, 14 de diciembre de 2008




Il resto nol dico.

Io non ti vedo più, Susanna mia


Tristeza, evidentemente. Noche de despecho -público, I might add: es como si viviera en Vetusta, por la puta. Noche anterior: los cuatro en mi habitación: el triángulo de cuatro vértices: el cuarto, diríamos, toca la trompeta mientras los demás ejecutamos el baile. ¿Qué hubiera pasado si esta comedia se hubiese prolongado en una convivencia absurda? Hablando de Mozart: y yo haciendo, evidentemente, el papel del Conde. Io non ti vedo più, Susanna mia. El trompeta habla bajísimo con Susanna; la Condesa observa; el Conde se fuma un cigarrillo en la ventana. El Conde, ya un poco bebido, pregunta de qué hablan. El trompeta lo manda a paseo. Susanna lo mira: y en esa mirada, como respuesta a la pregunta anterior, se sintetiza la comedia. En su multiplicidad de lecturas, en el orgullo que ostentan tanto Susanna como el propio Conde. Más tarde se abrazan con frialdad. A la noche siguiente, antes de salir a Tierra-de-Nadie, Susanna se aparece. El Conde piensa: el hecho de ver a la persona de la que ya te has despedido para no volverla a ver unos minutos o una hora después, por pura casualidad, antes de que ésta parta, estropea y hasta ridiculiza las despedidas. Baja, le abre la puerta; se despiden en el tercero. Susanna le promete que se verán en el jardín, o en el sexto, que es lo mismo. Cuando ya está a punto de irse, le manda un mensaje diciéndole que no podrá subir, que ha sido un placer conocerlo ("...en serio"), y que se mantenga en contacto con ella. El Conde le responde que igualmente, y termina, un poco puerilmente, adjetivándola de "querida." Baja las escaleras y se une al grupo de kamikazes. La comedia tendría que haber terminado allí, pero el director zarandea la batuta nuevamente: Susanna baja y ambos personajes se encuentran por última vez, tras el intercambio sesgado de sensaciones, tras mensajes cifrados, tras ese "me rehuso hasta el final a decirte lo mucho que significaste para mí". Un poco perdidos, se miran; Susanna se despide de los payasos que la instan a seguirlos hasta Tierra-de-Nadie, con un grado de desdén que el Conde aprecia; se abrazan por última vez, muy mecánicamente, y acto seguido ella se va. Aquí tendría que haber pasado otra cosa para, como diría Fígaro, "finir la burletta lietamente e all'usanza teatrale": el Conde tendría que haber cruzado la acera, haberla detenido y haberle dado un largo y ridículo beso: allí caería el telón y el final hubiese colmado las expectativas de un público más bien mediocre. Y el Conde lo piensa, mientras su espalda se aleja: lo piensa. Las cosas, sin embargo, ya están dadas: su orgullo se lo impide, además de la ridiculez intrínseca de semejante situación. Las cosas ya están dadas, repito: ya está. Y no se arrepiente de su decisión, no: lo que hace es sumirse de lleno en la jungla y hacer lo que su cuerpo le indica. Y lo hace.
Pero la comedia ha terminado ya. Algo muy literario, que ha exigido de nosotros nuestras mejores actuaciones para estropear tan maravillosamente las cosas. Un juego de silenciosas consecuencias, de mecanismos secretos, de incongruencias innumerables. Uno a uno, han ido cayendo como moscas: y mi número es el siguiente. Personas que no volveré a ver, y viceversa. Y Susanna. Mi adorada Susanna, inalcanzable ya.

Sí, ciertamente la tristeza. No ha sido una comedia tan mala, sin embargo, ¿verdad, caballeros? ¿Verdad, Susannetta cara?

lunes, 8 de diciembre de 2008

Algunas anotaciones sobre el Tristan de Heiner Müller




Anteayer, paseando por El Ateneo en Santa Fe, encontré sin querer queriendo la versión en DVD de Tristan und Isolde dirigida por Heiner Müller, que Deustche Grammophon editó este mismo año. Desde luego, ya había leído numerosas críticas (muchas de ellas positivas) y sabía más o menos por dónde iba la cosa; incluso he mencionado al buen Müller, el dramaturgo alemán radical más respetado desde Brecht, en algún post aquí. Y hasta tengo un librito de Müller por ahí que me falta leer. En fin, la cosa es que compré el DVD: el mismo día vi el primer acto y, ayer, el segundo. Tengo la intención de hacer un post mucho más detallado y organizado sobre esta experiencia, pero también sobre otros montajes que he visto: uno de Levine, en el Met, con Heppner como Tristan (no recuerdo quién era el director), y otro conducido por Barenboim y dirigido por Jean-Pierre Ponelle. Hay una cuarta versión que planeo ver cuando regrese a Lima, que se estrenó el año anterior en el Teatro alla Scala de Milán, conducida también por Barenboim y dirigida nada más y nada menos que por Patrice Chéreau. Ésta última debía editarse en DVD este año, pero según Amazon, y quién sabe por qué, ha sido descontinuada meses antes de su puesta a la venta. En fin, anoto ahora algunas cosas, antes de que se me olviden, y ya.

Primero, el hecho de que Patrice Chéreau declinó la oferta que Wolfgang Wagner le hiciera para dirigir esta versión de Tristan. Estamos en los noventa, y Chéreau prácticamente acababa de montar la tetralogía completa de El Anillo del Nibelungo para el Festival de Bayreuth: con una elegancia que quería maquillar su justificado cansancio, declaró: "Tristan no puede ser montado; es una radio-play." Entonces Wolfgang le ofreció el trabajo a Müller. De La Scena Musicale saco la siguiente información:

He thought I was crazy since he had no experience of staging opera, little knowledge of music in general and of Wagner in particular… he was much more of a visual person than I had expected, and together with Erich Wonder, he developed a presentation of the work which heightened the claustrophobic nature of the drama to a remarkable level. Muller’s realization gave the impression that there was no way out… no way to escape the chromaticism of the score, itself a musical maze of half resolutions ad infinitum.

que el blogger extrajo de la autobiografía de Barenboim. Resaltemos su nula experiencia en montar óperas, su carácter de "persona visual" y lo de la claustrofobia.

Lo otro es la famosa cita de Müller al respecto de su montaje. Intentaré citar de memoria. Alguien le pregunta por el asunto del Liebestod en Tristan, esto es, la realización del amor en la muerte, a lo que Müller responde: "Tonterías. Romanticismo en el peor de los sentidos. Es cierto que existe un deseo por la muerte en la ópera, pero esto no es otra cosa que un deseo de seguir viviendo. Nadie realmente anhela la muerte." Resaltemos también esa frase.

Otra cosa: el famoso segundo acto, y en particular la Noche sagrada del amor. Tristan e Isolde, en la versión de Müller, no se tocan (salvo una vez, en que Isolde pone su mano encima de la de Tristan, sin que él se inmute). Y esto ya es una cosa inaudita: ésta es la escena en la que ambos se declaran su amor y en que hacen el pacto de muerte. Recordemos también lo que decía Yamamoto, su encargado del vestuario (cito también de memoria): "Müller quería crear una nueva forma de montar óperas. Me ordenó que rompiera todas las reglas, y yo hice mi mejor esfuerzo en cumplir su deseo."

Lo que nos lleva al vestuario y al escenario. Éste último es de un minimalismo exquisito: tendrían que verlo para saberlo. Vestuario y escenario se funden en uno, junto al movimiento, como si de un cuadro vivo se tratara. La esencia de cada acto (según la entiende Müller) se captura a través de colores: en el primero predomina un anaranjado como de atardecer; en el segundo, el azul; en el tercero, el gris. Los vestuarios y hasta el color de cabello de los personajes mutan con respecto a las tonalidades de cada acto. Cada color posee un concepto: el anaranjado del primer acto representa la luz del mundo, que vuelve ciegos a los hombres y los conduce a la conquista de lo vano (en especial, el honor y la fama); el azul representa la noche, la noche en la que Tristan e Isolde descubren el verdadero mundo, desvanecido ya el obstáculo que representa la luz, la verdadera vida fundamentada en el amor; el gris representa la pulverización: la muerte de Tristan e Isolde. La característica más sobresaliente de los vestuarios -para los hombres, una especie de abrigo largo y negro (a lo Matrix), y para las mujeres un vestido también largo y negro, ambos con hombreras enormes, típicas de la moda de los 90- es esta especie de tubos delgados de plástico sobre los hombros y a la altura del mentón, que rodean sus cabezas a modo de una aureola caída. Y en efecto: alguien ha visto (no recuerdo quién) en estas cosas una aureola caída que representa la ruptura de Müller con la tradición romántica. Me gusta esta lectura, y a ella, sin negarla, le sumaré una más evidente: esas "aureolas" representan el honor de los personajes. Y aquí está la clave de la interpretación de Müller: el honor. Esto lo deducimos cuando notamos que cada vez que los personajes expresan su vergüenza (Isolde en el primer acto, Marke en el segundo), los actores envuelven con ambos puños estas aureolas, (lo que en sí mismo conforma un leit motiv visual, ¡bravo, Maestro Müller!, ¡y usted que decía que no sabía nada de la música de Wagner!) la cabeza baja, como si estuvieran aferrándose a su honor; lo deducimos, además, al ver la aureola de Melot en el segundo acto, totalmente deformada y de un color rojo sangriento, y la de Brangäne, no deformada pero pequeña en comparación con la de los demás. Es significativo que apenas la pócima del amor hace efecto en el primer acto, Tristan e Isolde se quiten los abrigos y, con ellos, se desprendan de sus aureolas: han sobrepasado el mundo de los hombres normales, los hombres que viven en el mundo del día y que están sometidos al engaño de la luz (esto es fenomenal, como una inversión del mito platónico de la caverna), para remontarse al de la noche, el mundo carente de engaño en donde reina únicamente el amor. El honor ya no es nada para ellos, de manera que las aureolas desaparecen para no volver. También está presente el honor en ese desconcertante cúmulo de armaduras vacías. En efecto, en el segundo acto vemos que Müller, para representar el jardín a las afueras del palacio de Marke ha utilizado un conjunto de armaduras vacías (petos, para ser precisos), ordenadas en varias filas, como si fuera un bosque de armaduras. No es difícil darnos cuenta de lo que esto significa: el jardín ha sido trocado por un cementerio. Precisamente, un cementerio del honor, el honor que los hombres -como el Tristan del primer acto- ganan a través de numerosas batallas.

En fin, creo que eso es todo lo que he descubierto hasta ahora. Me resta aún ver el tercer acto, ya lo haré pronto. A decir verdad, tampoco he visto el tercer acto de la versión de Ponelle. En fin, nos veremos, chavales del inframundo.

martes, 2 de diciembre de 2008

Sacralidad. Pienso en Tristan und Isolde, la noche sagrada y el Liebestod. Pienso en el sacrificio de Elisabeth en Tannhäuser, en los cánticos de los peregrinos a la luz del alba y el grito eufórico de Heinrich. Pero también pienso en la idea del honor, en el seppuku planeado y ejecutado por Yukio Mishida, en la nobleza del honor, en el lamento de Friedrich al perder la batalla contra Lohengrin; en la muerte un poco ridícula del marido de Irina en Tres hermanas, o más bien, en la frase despojada de cualquier sentimiento del tío, como quien dice que va a llover, "Mataron a tu marido en un duelo".
Vaya, pero yo estaba pensando en lo sagrado. La sacralidad. Ya conocemos los entretelones del giro copernicano y el antropocentrismo, si la palabra existe. Después (¿vino algo antes?) llegan los románticos, apuntando su brújula al Oriente: de súbito, lo sagrado se haya en la naturaleza. Sagrado: misterio. Sagrado: un más allá del hombre. Algo humano, pero a la vez mayor, algo que lo trasciende. Arden las iglesias; las cabezas de los talleres se desplazan a las fábricas; un lúgubre narrador relata los mil oficios de la gente de la noche, gente que draga las inmundicias de los barrios londinenses bajo la complicidad de la luna. Dos guerras más tarde, caído el gran Muro, bajo la ficción del turbocapitalismo y con un único mito global estampado en un papel verde, ¿dónde ha quedado la sacralidad? Un amigo me respondió "el dinero", pero si bien nuestra sociedad le rinde culto al dinero, éste carece de ese trascender-al-ser-humano; nada más material que el dinero, después de todo. Sacralidad: misterio; en el dinero no hay misterio (aunque sí hay fe). Aventuro una respuesta: el amor. Debo haber citado más de una vez al buen Tomás Segovia y a su prólogo a la traducción de la obra de Nerval: carajo, si en algo persisten los mitos románticos es en esto, en el amor. Romeo y Julieta, Tristán e Isolde: ¿no suena a toda esa mierda gringa del the one? No creemos en Dios, pero creemos -o aún queremos creer, que acaso sea más significativo- que existe alguien out there que nos espera y bla, bla. Que el sentido de nuestras vidas se encuentra el amor; que nuestras vidas tienen, efectivamente, un orden dispuesto por una ley que trasciende este mundo, el orden universal del amor, etc. ¿O es sólo, acaso, que creemos que el amor nos conducirá a la felicidad? ¡Ah! Necesito leer más, saber más. Estoy tan cansado. Mi búsqueda sólo refleja mis carencias, desde luego. Hay que encontrar una forma de ordenar todo esto y darle cierta persuasión. Hay que explicarle a una chica que le escribí ese mensaje borracho, totalmente borracho. Hay que volver a abrir los libros de economía. Si te soy sincero, mi querido y nunca bien ponderado 'Julito' (¡ach!), estoy agotado de esta ciudad. Exhausto de compartir mi cuarto, de tener que ver las caras de tantas personas todos los días, de tener que despedirme de mis amigos para siempre. Desde luego, hemos recuperado cierto equilibrio: ya no tenemos que estar borrachos todos los días para no sentirnos miserables. Podemos mantener el buen humor: la válvula de la pena negra parece haberse cerrado casi del todo. El recuerdo nos sigue autosaboteando, ciertamente, pero, ¿cómo estar molesto, si sólo recordando sus cositas sonrío como un infeliz? Ah, pensar chi'io non ti vedo più, Susanna mia. Felice te che puoi vederla quando vuoi. Y eso. A decir verdad, ya no veo la hora de regresar a esa ciudad de mierda que es Lima. Minuto de confesiones: estoy cansado. Necesito mi cuarto, mi bici, el parque ese que queda en Miraflores y su pequeña biblioteca, carajo, un refugio, un lugar de descanso para poder aplicar las reformas que tengo en mente. Y, ¿lo diré? Mis amigos. Pero a la vez lo que deseo lo deseo por un brevísimo tiempo, unas semanas que me ayuden a recomponer el desastre que fui hace unos días y que, claro, aquí no puedo ordenar con rigurosidad. Extraño mis cosas y a ciertas personas de Lima con una nostalgia de tiempo limitado, con fecha de vencimiento. Planeo comer mucho, ser muy feliz con mis amigos y mi familia, leer a montones (todo lo que no leí aquí, mientras me iba a la mierda, mientras amaba, mientras estaba ebrio o drogado, mientras estudiaba con frenesí, mientras era feliz en una cabaña en medio de la nada, mientras una mujer me rechazaba reiteradas veces, mientras le decía "pato" a un apostador inglés y él respondía "me estás cargando, amigo", mientras imitaba los sonidos que hacía un amigo, mientras desdeñaba a medio mundo o caminaba perdido por el centro, buscando un ruso blanco o un superpancho, mientras visitaba museos, mientras lloraba en las plazas, mientras viajaba en subte, mientras escuchaba a Dolina en Paseo La Plaza, mientras fumaba en los balcones, mientras bailaba sin gracia en los boliches, mientras hacía las colas en el supermercado, mientras cocinaba para mis amigos, mientras me amanecía sin razón alguna, y etc., etc., etc.), aprender cosas nuevas y, cuando haya terminado la pequeña curación, volver al viaje, conocer más. Sí. Pero ahora me voy a dormir.