Amor, obsesión y arte
(...) creer que una persona participa de una vida incógnita cuyas puertas nos abriría su cariño, es todo lo que exige el amor para brotar, lo que más estima y aquello por lo que cede todo lo demás (Swann 125).
(...) to ensure that Marcel, in his childhood at Illiers, should see the French nobility as living symbols of a mediaeval past, miraculous survivors of a glowing window in a gothic church and the nursery-tales flashed in green and scarlet on his bedroom wall (Painter 42)
Más llama mi atención exponer cómo funciona el enamoramiento proustiano, cuyo origen tanto me he demorado en exponer. Debería regresar al episodio del beso de la madre, ya que mencioné que a mi parecer éste funcionaba como obertura de los enamoramientos que tienen lugar posteriormente en la novela. Rápidamente: siendo aún pequeño, el narrador tiene una suerte de pacto con su madre, que consiste en que ella, todas las noches, suba a su cuarto a despedirse de él dándole un beso de buenas noches. Este pacto se ve roto ocasionalmente; en Combray, se rompe siempre que llega a casa Swann de visita, ya que los padres deben servirle de anfitriones hasta pasada la hora de dormir del narrador. Entonces, la sola presencia de Swann llena de angustia al narrador, porque ya sabe, de antemano, que ese día deberá irse a dormir sin ese beso; es una angustia que roza la desesperación, y que obliga al narrador a ingeniárselas, incluso a riesgo de un castigo riguroso, para obtener ese beso a toda costa.
En el sentido que las visitas de Swann prefiguran la angustia amorosa que sentirá el narrador al enamorarse de Gilberta, y que la estructura del mismo, que se nos expone mediante los amores de Odette y Swann, se traslada posteriormente a los de Gilberta y el narrador, la traducción del título en "Por el camino de Swann" es acertada al expresar a cabalidad la intención de Proust de hacer funcionar a Swann como enamorado modelo, y sus amores como "camino" que ha de recorrer el narrador una vez que crezca.
El amor de Swann por Odette surge con el reconocimiento que hace él en el rostro de Odette de características similares a las de una modelo de un fresco de Botticelli. En cierto modo, ello la da "legitimidad" a una belleza que, sin este parecido, sería ordinaria o inclusive no llegaría a ser tal. Sólo tras este reconocimiento Swann puede admirar a Odette como una mujer bella; puede comenzar a desearla. A pesar de ello, creo que el punto crucial para que esta admiración se convierta en enamoramiento es el de la aparición e incorporación a su amor del pasaje de la sonata de Vinteuil. Es esta pieza la que, al unirse a la belleza de Odette, inspira a Swann ese presentimiento que tanto hemos discutido, la promesa de acceso a una realidad trascendente:
...Swann descubrió en el recuerdo de la frase aquélla, en otras sonatas que pidió que le tocaran para ver si daba con ella, la presencia de una de esas realidades invisibles en las que ya no creía, pero que, como si la música tuviera una especie de influencia electiva sobre su sequedad moral, le atraían de nuevo con deseo y casi con fuerzas de consagrar a ella su vida (Swann 254)Adicionalmente, ésta tiene el efecto en Swann de recordarle su pasión juvenil por el arte, abandonada hoy por la vida estéril que lleva de fiesta en fiesta. Botticelli y Vinteuil construyen en el amor por Odette aquella "vida incógnita" de la que habla Proust en la primera cita, sientan sus bases; en ellos éste cristaliza. En el caso del narrador, esta posición la ocupa Bergotte, pero esto ya lo discutimos líneas arriba. Podemos observar que los amores de ambos requieren el aliento de la conmoción artística para madurar.
Y ambos, asimismo, recorren el mismo sendero de dolor y desembocan en un final por alejamiento. Swann sufre por los secretos que le guarda Odette: conoce su fama de cocotte (se dice de ella que es mujer fácil, que se ha acostado con mujeres, que se prostituye), vislumbra las contradicciones en que incurre cuando le miente, ¡hasta le llegan a mandar una carta anónima con una lista de todos los amantes que Odette ha tenido recientemente!, pero todo ello no tiene el poder suficiente de convencer a Swann de su realidad, de transformar la imagen que él tiene de Odette como mujer dulce, ingenua y bienintencionada, en la que, hacia el final del relato, encarna: la de una mujer egoísta, cruel, mentirosa, codiciosa, irresponsable. Sin embargo, como la realidad es tan obvia y se manifiesta reiteradamente en las narices de Swann, éste sufre a fuerza de imaginar la vida para él secreta que hace Odette cuando no está a su lado, y lamenta no poder poseer, a cabalidad y en todas sus circunstancias, a la persona que ama:
De todas las maneras de producirse el amor y de todos los agentes de diseminación de ese mal sagrado, uno de los más eficaces es ese gran torbellino de agitación que nos arrastra en ciertas ocasiones. La suerte está echada, y el ser que por entonces goza de nuestra simpatía se convertirá en el ser amado. Ni siquiera es menester que nos guste tanto o más que otros. Lo que se necesitaba es que nuestra inclinación hacia él se transformara en exclusiva. Y esa condición se realiza cuando -al echarle de menos- en nosotros sentimos, no ya el deseo de buscar los placeres que su trato nos proporciona, sino la necesidad ansiosa que tiene por objeto el ser mismo, una necesidad absurda que por las leyes de este mundo es imposible de satisfacer y difícil de curar: la necesidad insensata y dolorosa de poseer a esa persona (Swann 277)Pero como Swann ha asistido, a modo de Daniel A. Carrión al inocularse la verruga, al espectáculo del origen y desarrollo de su amor, su angustia no sólo reside los celos que incendian su imaginación, sino también en lo que él reconocería como cura potencial para su mal:
(...) dudaba mucho Swann que lo que así echaba de menos fuera una paz, una calma que quizá no serían atmósfera muy favorable a su amor. Cuando Odette dejara de ser para él una criatura siempre ausente, deseada, imaginaria; cuando el sentimiento que Odette le inspiraba no fuese ya del mismo linaje de la misteriosa inquietud que le causaba la frase de la sonata, sino afecto y reconocimiento; cuando se crearan entre ellos lazos normales que acabaran con su locura y su tristeza, entonces los actos de la vida de Odette ya le parecería de escaso interés en sí mismos (...) Juzgaba su enfermedad con la misma sagacidad que si se le hubiera inoculado para estudiarla, y se decía que una vez curado, todos los actos de Odette le serían indiferentes. Y desde el fondo de su mórbido estado temía, en realidad, tanto como la muerte semejante curación, porque habría sido, en efecto, la muerte de todo lo que él era en ese momento (Swann 355)Es destacable el lenguaje casi médico con que Proust juega al hablar del enamoramiento, al que se juzga como "enfermedad", con su lista definida de síntomas, al enamorado como enfermo en un "mórbido estado", y al desenamoramiento como "curación"; recordemos que el padre de Marcel, Adrien Proust, fue un doctor laureado y famoso por el cordón sanitario que creó para contener el avance del cólera.
Esta angustia que experimenta Swann, que le lleva a torturarse a sí mismo imaginándose las infidelidades de Odette, tramando para conseguir invitación a las fiestas a que ella acude sin él, fatigando a Charlus para que le sirva de chaperón, arreglándoselas para que otros amigos en común le cuenten qué hizo Odette tal y cuál día, además de la contemplación de su propio estado y las posibilidades que tiene éste de mutar, sea hacia el empeoramiento o hacia la paz de la indiferencia, lo tiene tan exhausto, que hace que fantasee con aquellos dos escenarios en que el fin de su mal estaría fuera de sus manos: la muerte de Odette o su propia muerte:
Tan cruel le era aquella necesidad de una actividad sin tregua, sin variedad, sin resultados, que un día, al verse un bulto en el vientre, sintió una gran alegría pensando que quizá era un tumor mortal y que ya no tendría que ocuparse de nada, porque la enfermedad le gobernaría, le tomaría por juguete hasta que llegara el próximo final de todo. Y, en efecto, si en aquella época se le ocurrió muchas veces desear la muerte, más que por huir de sus penas, era por escapar a la monotonía de sus esfuerzos (Swann 375)La vida y acciones de Odette han ocupado toda la vida de Swann, se han convertido para él en una terrible obsesión de la que no puede escapar. Su final ocurre casi por casualidad. Ya lo mencioné en el resumen: Odette viaja por varios meses con los Verdurin, y esta distancia que la separa de Swann le da a él fuerzas para acudir, después de mucho tiempo, a una reunión ofrecida por una aristócrata, en la cual una interpretación inesperada de la sonata de Vinteuil le hace reconocer el estado tan triste en que se encuentra, el cambio de las actitudes de Odette desde el principio de sus relaciones y la necedad con que había querido cegarse ante sus infidelidades. Entonces reúne ánimos y emprende viaje a Combray. Los eventos posteriores, que nos enteran del matrimonio de Swann con Odette, nos hacen pensar que esa paz de espíritu era necesaria para que Swann fuera capaz de casarse con la de Crécy.
Anotaré rápidamente que el mismo esquema se repite en el relato más breve del amor del narrador por Gilberta. Allí vemos de nuevo, como si de la repetición de un motivo musical se tratase, la angustia del narrador por la vida desconocida que lleva Gilberta cuando no está con él en los Campos Elíseos: la vida que hace en casa de su madre, en la de sus amigas, cuando sale a hacer las compras, cuando sale con Bergotte. No son celos los que experimenta el narrador, pero su angustia, sí, es del mismo cariz, quiero decir: originada en la misma circunstancia de ignorar una parcela de la vida de la amada, y hecha del deseo tenaz de ocupar todas sus regiones. Las ausencias de Gilberta, como las de su madre para Swann, son motivo de mucho sufrimiento para el narrador. Finalmente, el término de sus amores es similar al del relato de Swann: se da cuando Gilberta, por una serie de compromisos a los que debe asistir, le confía al narrador que no volverá por mucho tiempo a jugar a los Campos Elíseos.