sábado, 10 de enero de 2009

El beso de la mujer araña

Hace poco vi una pela llamada Max que, en pocas palabras, trataba de un pintor mutilado en la Primera Guerra Mundial y su relación con un joven y sobreactuado Hitler. El joven Hitler ya se encuentra persuadido de las ideas afines a un racismo institucionalizado (Racismo Total, clasifican los antropólogos); quiere, además, con desesperación, convertirse en pintor. Hay una escena en que este le escupe estas ideas a Rothman, el pintor (o ex-pintor), y este último le dice algo así como que "por mi experiencia, todos los seres humanos nacemos, comemos, cagamos y morimos de la misma manera, así que no me vengas con huevadas." La película era mala, pero eso ese otro asunto. Ahora bien, en el programa de El Beso de la mujer araña, en el apartado "¿Por qué el beso de la mujer araña hoy?", Chela de Ferrari escribe:

Dos hombres de naturaleza opuesta están forzados a compartir el espacio desnudo de la celda de una prisión. ¿Quiénes son? Un militante izquierdista y un romántico homosexual. O, acaso, un soldado israelí u uno palestino, un padre homofóbico y un hijo gay, un guardia estadoundense y un prisionero de Afganistán... (...) cuando logran mirarse a los ojos sin prejuicios, se encuentran. Y eso es lo único que hace falta, una mirada profunda para reconocerse, para darse cuenta de que esas diferencias, en el fondo, no existen. Ésta es la premisa de la obra y es, en esencia, la idea que guía este proyecto y el sueño que lo alimenta.

He escrito "ideas"; De Ferrari apunta "prejuicios". Valentín, el marxista, ese personaje sacado de una página sangrienta, acaso llena de entusiasmo excesivo, de la historia argentina -de la historia Latinoamericana, de la Historia Mundial-, mira con recelo a su compañero de celda, Molina, un homosexual "aburguesado", "romántico" como concede la directora, un hombre más bien sencillo que aspira a una vida consagrada a un único amor, a la felicidad. Personajes diseñados para colapsar entre sí. Diferentes concepciones de la vida, de la responsabilidad como seres humanos, de la moral y del sentido de la existencia. Ideas. Prejuicios: la pequeña escena en la que los personajes discuten qué es la hombría; el miedo de Valentín ante su posible homosexualidad; las carcajadas del público ante el amaneramiento de Molina en escena. Poco a poco los personajes se van despojando de sus ideas, de sus prejuicios; poco a poco disminuyen las carcajadas, surge lo esencial. Surge la enfermedad, la soledad, el miedo a la muerte; surge también el amor, la necesidad del calor humano. Y nos damos cuenta de que allí precisamente donde los personajes se despojan de las ideas de las que se hallan persuadidos brota, con la violencia de la cascada, su más inefable, su más cruda humanidad. Ideas. ¿Qué es lo que hace a un hombre? ¿No definimos, tasamos y apreciamos a un hombre por sus ideas, por su coraje al respaldarlas con acciones concretas? Un hombre es aquel individuo que sabe lo que debe hacer, y no duda en ejecutarlo. Un hombre es su moral, su sentido de responsabilidad con lo que él sabe es lo primordial. Un hombre es su lucha. Un hombre es su fuerza y tenacidad en esa lucha. Ideas, todas ellas ideas. Ideas que establecen jerarquías, que separan a los individuos en mejores y peores, vencedores y fracasados, hombres o maricones. He dicho maricones, y no aludo a la homosexualidad, si no a la cobardía. Pero un hombre, ¿no es también sus miedos, su soledad, su enfermedad, su tristeza, su muerte? ¿No somos todos, como decía Rothman (y como creyó el socialismo), iguales? Un mismo cúmulo de sensaciones experimentadas de manera distinta, por razones diferentes. Los hombres no son todos iguales. Los hombres no valen lo mismo. Pero, a la vez, son iguales: iguales en su sufrimiento, su éxtasis, su necesidad de amar, de soñar. El ser humano es tal por su capacidad de forjar ideas, recubrirse de ellas, luchar por ellas. Qué paradoja tan cruel la de hallar que, en el minuto que en aquellos se despojan de lo que los hace hombres, hallemos su más violenta humanidad (1).

Para ser sinceros, ver este montaje me ha deprimido bastante. No se me malentienda: el montaje fue genial. Ya, de más está decirlo, Paul Vega es nuestro primer actor nacional. Y Sánchez Patiño -evitaré llamarlo "el amigo Rodrigo" de ahora en adelante: se ha ganado mi respeto- va en camino a volverse un actor de la talla de Vega. Chela de Ferrari ha dirigido con maestría, como siempre, si bien este montaje no sea tan genial como La Celebración, entre otras cosas porque el material no era tan bueno, hablando estrictamente en términos de dramaturgia. Aquellos errores ya los señaló en su debido momento Alonso Alegría, y no vale la pena reproducirlos aquí porque ese momento ya pasó. Carajo, qué orgullo tener a estos actores, a estos directores, a estos teatreros. Qué orgulloso me siento del teatro peruano, mi teatro peruano del Perú. Pero qué honda tristeza, en verdad. Qué tristeza la del ser humano.

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(1) No lo he puesto allí por no caer pesado -porque hablo de esto, creo, en todos mis posts-, pero hay algo de eso, de esa emergencia de la humanidad a través del despojarse de las ideas, en Tristan und Isolde. ¿No es ello lo que buscan los protagonistas al renunciar a la luz del día -las ideas del honor y de la gloria- para volcarse al amor a través de la muerte? En fin.


viernes, 9 de enero de 2009

Moscú

There you have it: me he convertido, sin querer queriendo, en Irina Prozorov.

jueves, 8 de enero de 2009

"Un cóncavo minuto del espíritu"

Un cóncavo minuto del espíritu
que una noche impensada,
al azar
y en cualquier escenario irrelevante
-en el terco repaso de la acera,
en el bar, entre dos amargas copas
o en las cumbres peladas del insomnio-
ocurre, nada más, madura, cae
sencillamente,
como la edad, el fruto o la catástrofe.

José Gorostiza, Muerte sin fin.


Exactamente. Pensaba en esos versos de Gorostiza mientras, en un micro (bien hubiera querido que en algún bar, frente a un Ruso), tuve la pequeña, pueril epifanía de que existía toda una carga (¿cómo llamarla?, ¿cultural?, aquello a lo que aludo excede esta palabra) que trascendía el recuerdo de la mera persona, la ella-en-sí. Pero desde luego que he estado sufriendo bastante por ello, metiendo el dedo en la llaga a través de la memoria o la imaginación, o la combinación de ambas -lo que, en fin, puede llevar a alguna persona con un problema mucho más grave que el mío a la locura o el suicidio. Memoria + Imaginación = Conjetura. Sí, sí. ¿Por qué debería estar sufriendo aún por cosas que sucedieron (o que no sucedieron) hace ya meses? Carajo, tampoco era una cosa que "puta, era la mujer mi vida" o algo así. ¿Entonces? Pues bien, se me ocurrió que ella misma no era la causa directa, si no, más bien, lo que había detrás: la apertura, como lo llamé en algún momento, la apertura a aquel Mundo del que quiero, con todas mis ganas, participar. La orquesta que dirigió alguna vez Sir Georg Solti, la universidad de Newton, el escenario giratorio de Proof. Y ya más lejos el Quartier, el David del Michelangelo, etc. etc. Como si ella representara todo eso que se me escapa de las manos. Como si su rechazo hubiese sido el rechazo de ese Mundo. Como si yo hubiese probado no ser lo suficientemente bueno de ser aceptado como miembro activo. Y sí, como dice nuestro carnal, ocurre, nada más, como la catástrofe. De allí que me haya golpeado tan duro, que sigan brotando las hileras de sangre. La idea de apertura. Aplico ahora -o lo intento con todas mis fuerzas- las medidas que alguna vez, con un mohín de satisfacción nerd, llamé "reformas institucionales". Ahí están: todos los días termino exhausto, sin tiempo para deprimirme y ese tipo de cosas. No wonder how la gente se desmorona cuando no tiene nada que hacer. O cuando tiene mucho que hacer o cuando lo que hace no le satisface, en fin, la gente se desmorona siempre y ya. Estoy tan cansado que ni siquiera soy capaz de causar gracia, ni a mí mismo. Ojalá pudiera voltear la tortilla como suelo hacerlo, con una elegancia fingida que pretende emular a Lord Henry. Instead, me toca escribir al menos 60 palabras por minuto, y eso. Me duele la mano como si me hubiese masturbado con la zurda por tres horas seguidas. Pero bueno, todo esto es necesario. Y aún ni siquiera comienza lo más difícil. Vaya si la vida es desalentadora. En fin, me voy a dormir.

jueves, 1 de enero de 2009

Post n° 101

Me acabo de dar cuenta de que el post anterior fue el número 100 de mi triste, solitario pero siempre honesto blog. ¡Qué logro! Logro, sí, puesto que yo soy un peruano en toda regla: así como el Estado -y esto es síntoma de un mal social- es incapaz de llevar a cabo un proyecto a largo plazo, sea el que sea, así yo mismo, peruanito refugiado en mi casa, carezco del mismo impulso, la misma disciplina, para llevar hasta las últimas consecuencias una empresa medianamente amplia. Y, claro, poseo la misma carencia de memoria. ¡Ah, la memoria de los peruanos! Pero ya, si revisamos mis antecedentes (al menos cuatro intentos de blog, que terminaban a la semana de empezados, e innumerables intenciones de proseguir un diario, una y otra vez), éste es un logro del que me debería sentir más o menos orgulloso. ¡Cien entradas! Después de todo, el propósito de este blog siempre fue el autoescrutinio: la clásica de "a ver qué mierda escribía de esqüincle hace cuatro o cinco años, cuando creía saber algo cuando no sabía nada". Una carta hacia el futuro, una bitácora de un yo que jamás volverá a ser, pero que fue, y cuyo estar-siendo en un presente ya convertido en pasado fue necesario para que el yo del presente, ahora futuro, fuese ese yo y no otro huevón, acaso más feliz y más imbécil, or the other way around. ¿Se entiende? Qué importa, la cosa es que el yo del futuro lo entienda. Y si no está cagado del cerebro por las drogas, o enfrascado en un amor aburrido, o ya enteramente muerto, pues, supongo, sabrá apreciarlo con una sonrisa. En fin, éste es mi post n° 101, el primero en el primer día del 2009. Y aunque esas cosas más bien me llegan al vello púbico más chiquitito del esfínter, pues, de algo valdrá. Después de todo, me alegra que el anterior haya sido el post cien. No fue tan malo como los otros, y eso ya es un avance. Para quien crea que el nuevo año trae nuevas oportunidades de cambio para bien -no como nosotros, que consideramos, con el buen Kundera, que la gente nunca cambia bajo ninguna circunstancia-, ¡felicidades! Y para el resto, pues, niente. Prosperidad y felicidad a raudales, críos. Que sólo vale la pena emborracharse en este mundo. ¡Prosperidad y alegría!

lunes, 29 de diciembre de 2008

Post largo de amanecida etc. etc.

Buscando empleo. Noche en vela: me pasé toda la madrugada pensando en dentaduras. Moviéndome de aquí para allá. Como en un cuento de Poe, o un poema de Bécquer. Cuando leímos ese poema -ya no recuerdo cuál- en la clase de Wiesse, recordé el cuento pero me dio vergüenza levantar la mano y decir: "carajo, ese poema se parece a tal cuento de Poe". "Qué interesante". Escuchando Time out of mind, de Bob Dylan. Meses sin escucharlo. I step outside, back to the busy street, but nobody is going anywhere. Esa canción me fascina. Ese disco me fascina. Solía escucharlo metido en un catre hundido en Palermo, completamente solo, escuchando la algarabía de un montón de anónimos parting their lives away, y me echaba a llorar. But nobody is going anywhere. Luego salía y si me aferraba al paraguas lo suficiente el viento me llevaba hacia Plaza Italia y luego hacia Las Heras, la Biblioteca, los libros, la soledad. Luego conocí a un montón de gente extraña que me cambió la vida. Hasta guardo fotos de esas personas. ¡Fotos! Me da miedo mirarlas. Como si ya estuvieran muertos. Como si fuese algo antinatural el que su imagen me rodease y no sus presencias, sus voces, sus cuerpos. Allí están, rígidos, inalterables, congelados en un momento expirado ya. ¡Y qué antinatural, qué sórdido se me antoja ese aferrarse al tiempo perdido de esas imágenes, ese estrechar de puños hacia lo ya perdido! Dios, necesito dormir. Para pasar el tiempo vi un episodio de Grey's Anatomy (larguísimo, de 1 hora y media) y dos de 30 Rock. Y la última película de Woody Allen: Vicky Cristina Barcelona. Qué fiasco. Pensaba: el anciano de Allen ha filmado esa película sólo por la escena erótica entre Johannson, Cruz y Bardem. Y, mierda, esa escena ni siquiera es la mejor: mucho mejor lograda está aquella otra entre Hall y Bardem. Nada allí parece funcionar del todo. Ni el paralelo entre las dos historias (que cae en desequilibrio: la del personaje de Johannson termina pesando más que la del de Hall, de la que terminamos perdiendo el interés), ni los personajes (que salvo las protagonistas, si bien exóticos resultan frívolos y carentes de profundidad), ni la aproximación a la locación (que parece más la de un turista japonés que la de una persona que realmente quisiera apropiarse de Barcelona, como tantos artistas, en diferentes disciplinas, han logrado con, por ejemplo, París), ni la realización fílmica (carente por completo de interés y hasta, ¿lo diré?, hasta a veces de mal gusto), ni la trama en sí misma (llena de clichés e historias recicladas que uno puede encontrar en casi cualquier parte). Una desilusión, en especial después de esa maravilla que fue Cassandra's dream, la penúltima de Allen y de sus películas mi favorita junto a Hannah and her sisters y Deconstructing Harry. Hace unos días vi también la última de los hermanos Coen, Burn after reading. Esta sí me encantó. ¡Qué maravilla de humor! Alguna vez vi una entrevista en la que los Coen decían que preferían trabajar con menor presupuesto si eso implicaba tener más poder sobre la cinta. Ahora, bajo la sombra de No country for old men (que estoy considerando seriamente volver a ver), sospecho que la presión ha aumentado y que ésta no es tanto su cinta como lo fueron las anteriores. Para comenzar, por el reparto: George Clooney, Brad Pitt, Frances... bueno, Frances McDormand es bien famosa, pero no es un sex symbol como los otros para los que basta sólo sus nombres para que la pela venda. Pasa lo mismo, supongo, con John Malkovich. Pero, ¿qué iba diciendo? Ah sí, que al verla, me pareció que algo no cuadraba bien. En especial por la música non-stop. Uno ve, por ejemplo, The big Lebowski (una de mis pelas favoritas), y, puta, cada cuadro, cada escena, planeada a la perfección, cada canción y cada imagen encuadradas de tal forma que si se alteraran un poquito... En fin, algo estaba fuera de lugar. Como sea, la película fue maravillosa, llena de un humor despiadado y, repito, con un guión escrito con pulso de neurocirujano. Pero hablando de las películas que sí he visto, que son más bien pocas, pienso en las que no he visto, que son demasiadas. También pienso en Katherine, que una vez me preguntó cuál era mi película favorita y, cuando le respondí (porque fue la primera que se me vino a la mente) que 2001 (que, dicho sea de paso, sí es una de mis pelas favoritas, aunque sea cliché y pueda, acaso, parecer un poco snob tenerla como parte de las preferidas), me dijo: "¡Julio! Me decepcionas. Ninguna película cuyo título consista en números puede ser buena." Y al pensar en esto, digo, en las películas que me falta ver, recuerdo la última novela de Auster (carajo, esto ya parece el rincón de las novedades), Man in the dark, que leí gratis en el Ateneo, congelándome bajo el aire acondicionado. Durante la primera mitad Auster repite la gracia que ya había hecho en Oracle night hasta tal punto que resulta vergonzoso: el protagonista es, ambas novelas, un convalesciente (Oracle night: un hombre que ha salido del hospital y se recobra en su casa; Man in the dark: un hombre que ha sufrido un accidente automovilístico y se recobra en su casa; granted, en la segunda el protagonista es más bien anciano y la pierna que tiene destrozada ya no se recuperará, aunque creo recordar que en la primera había otro personaje que también era viejo y tenía una pierna destrozada que al final termina infectándose y matándolo, aunque no era el protagonista), y en ambas, el protagonista se enfrasca en crear una historia (Oracle night: un escritor que escribe en un cuaderno su relato; Man in the dark: un crítico literario que imagina una historia para poder distraerse del insomnio) que tomará el primer plano -a la usanza metaliteraria de nuestros días- hasta más o menos la mitad del libro. También, en ambas novelas esta historia carece de interés. Y si el relato que escribía el protagonista de Oracle night acaba con el personaje principal metido en un hoyo, la historia que se imagina el crítico de Man in the dark comienza con un personaje metido en un hoyo. Ninguna de las dos se concluye. El chiste en ambos libros reside en rastrear en la memoria (no voy a decir en una relectura: por Dios, no), a través de la lectura de la segunda parte de la novela, aquellos rasgos psicológicos y autobiográficos que los personajes plasman de sí al crear sus respectivos relatos. Qué cosa han dejado ellos en sus historias; y luego, por pura auto-proyección, esto nos debería llevar a la reflexión (¿así lo habrá intended Auster?) de cuánto de ellos dejan los escritores al crear un texto en éste. En fin, ese es uno de los chistes de esta estructura. El otro chiste es que en ambos casos, básicamente, el libro se convierte de mediocre a grandioso de un momento para otro: exactamente cuando se acaba la metaliteratura y Auster nos cuenta de sus propios personajes. No recuerdo con mucha simpatía la segunda parte de Oracle night, pero hay que confesar que la lectura que le di fue más bien apresurada y, diríamos, por-encimita-nomás. En lo que concierne a la de Man in the dark, tengo que decir que fue tremendamente conmovedora. Por momentos -cuando debía serlo-, escalofriante, llena de un espanto colmado de asco e indignación. En otros tierna, sensible, asombrosamente lúcida y sabia. La prosa de un hombre al que la vida ha golpeado duro y que, a través de un relato más bien simple, con personajes cotidianos, nos da un asomo de lo maravillosa y lo hondamente dolorosa que puede ser la vida. Mierda, debo dormir. No diré que ha sido un libro genial, porque no lo es (Thays anotaba en su blog que había un antes y un después de la lectura de ese libro: allá él), pero vaya, de la mitad para abajo es un muy buen libro. Un damn good libro. Carajo, pero yo hablaba de Man in the dark porque hay una escena (desde luego, en la segunda mitad) en la que el protagonista discute algunas películas con su nieta, y Auster narra con tal maravilla esas escenas, escogidas de esas pelas que, se supone, son clasicazos del cine, las narra con tanto fervor y tanta maestría (en efecto: la mejor parte de la novela es ésta, junto con el final) que uno sospecha, un poco tristemente, que las películas que describe no podrán asemejarse en belleza a semejante descripción. Una de ellas, recuerdo, era Ladrón de bicicletas. Había otra que era francesa y una más, japonesa. Ya lo averiguaré por allí. Quiero ver esas películas, ya que he olvidado casi todo acerca de lo que dijo Auster de ellas. Y también quiero dormir, pero son cerca de las diez y si me duermo despertaré, qué,... ¿a las 5 pm? La puta madre. Mejor sigamos escribiendo. Tengo que hacer un puto currículum. Nunca he trabajado en mi puta vida: a este paso voy a acabar como Martín Adán, pero sin talento y sin Barranco. Tengo amigos que a estas alturas han tenido millones de trabajos. Encima bien remunerados: chicos que viajaban a la Argentina con ahorros de mesero o de cualquier cosa, y se pasaban seis meses comiendo afuera tres veces al día, y emborrachándose innumerables. Pero estos chicos vivían en el Primer Mundo, claro. Y yo, pues, no. En fin, sé que, si acaso encuentro alguno pronto, no me pagarán nada y ya, pero, carajo, tengo que tener algo para siquiera poder llenar los espacios vacíos de mi CV. Tengo que tener mi conciencia tranquila, poder acostarme en las noches y pensar: "estoy haciendo algo por salir de este puto lugar", y dejar de soñar con dentaduras. "¡Profe!, ¿sabe a qué me recuerdan esos versos de Bécquer? No, eso de "himno gigante y extraño" no, aunque sí, pero se lo cuento después. Ese poema de los dientes, ¿sabe a qué?, ¿a qué? ¡Y los últimos versos de "Non so più cosa son, cosa faccio", usted sabe, de Las bodas de Fígaro, me recuerdan a "Le coeur volé", de Rimbaud! ¡Y Rimbaud habla de Cherubino, precisamente, en una de sus Iluminaciones! ¡Profe, ¿es que me estoy volviendo loco?!" Escuchando a Gershwin, sospechando que no voy a poder mantenerme despierto hasta la noche. Bajando otro capítulo de Grey's Anatomy. Ese broder al que han puesto para reemplazar al otrora Dr. Burke (al que sacaron del elenco por insultar de maricón al que hace de George, que, efectivamente, es maricón, not that there's anything wrong about it) la pone, para qué. Me pregunto si eventualmente harán morir o mudarse o cualquier cosa al personaje de Heigl para eliminarlo, después de todo. Ya se verá. Hay algo extrañamente fascinante en la intimidad de los doctores, aunque la vida privada de éstos sea más bien frívola y absurda. Pero bueno, hay algo extrañamente fascinante en todo cuando llevas más de veinticuatro horas sin pegar un ojo y, encima, pensando en dientes toda la noche. Dientes. He allí algo extrañamente fascinante. Si yo fuera un molar / lo único que haría sería follar. Si yo fuera un canino / ¡acaso encontraría mi destino! Y si yo fuera carie / ¡nadie habría que me agarrie! Jajaja. Escuchando "Dios de la adolescencia". ¿A quién me recuerda esa canción? Probablemente a nadie. Una cionca compuesta especialmente para una mujer argentina, experta en servir de musa neurótica e histérica -desde niñas las crían así, por Dios- para cualquier artista. Claro que hay chicas buenas en Argentina. Lo que no te dicen nunca es que todas están locas. Todas. Jefferson Airplane. ¡Cómo me hubiera gustado tirarme a la vocalista! Digo, no ahora, que tendrá tantos años como mi vieja (pequeño momento freudiano), si no antes, en los setenta, cuando la gente aún creía que Jefferson Airplane era chévere cuando, en realidad, eran una bola de huevones sin mucho talento. Pero tenían a una vocalista que estaba buena, y eso hacía la diferencia. Ahora, si están vivos, estarán sentados en algún parque, pensando lo mismo que Bob Dylan: "la reputa, estas muchachas sí que están para tirárselas". Y luego: "en su momento me tiré a tipas tan buenas como éstas, fui como un Dios. Ahora, ¡miradme! Podrido, sentado en un parque, deseando a chicas que podrían ser mis hijas (momento freudiano). La vida es verdaderamente una mierda." O quizás no se sienten en los parques y piensen: "la vida es categóricamente una mierda". Lou Reed. Le canté esta misma canción a una chica y, sin querer, le revelé mi alma. The Mars Volta. ¿Qué hago con The Mars Volta en mi compu? La revista Rolling Stone los llamó alguna vez "los nuevos Led Zeppelin". Y sabes que cuando te llaman el nuevo "algo", cagaste. James me incitó a escucharlos alguna vez, mientras salíamos de ver a los STP. Merodeamos por varias horas buscando un taxi. Escucharlo decir "qué boludo" (qué boludou) era más que eficaz para cagarme de risa. "Qué cagada". Dios. ¿Qué pasa con los grupos de rock actuales que suenan todos iguales? ¿Se han confabulado todos para usar los mismos acordes, la misma progresión de notas, la misma manera de cantar, o es que el rock se ha ido ya a la reverenda mierda? Patti Smith. Carajo, yo estaba enamorado de esa mujer. La mujer que se parecía a Joey Ramone. La mujer que cantaba como Joey Ramone. O no, pero a quién le importa. Escúchenla gemir, nomás. Escúchenla gritar, y luego imagínense a Joey Ramone, pero con vagina y más actitud, mucha más actitud. Yo me volví fanático de las mujeres por esta mujer. Por ella y por Rimbaud, vale. Yo era misógino hasta que conocí a Patti Smith. Jesus died for somebody's sins, but no mine. Os digo: con vagina y mucha más actitud. A Perfect Circle. A éstos los descubrí casi por casualidad. Hicieron un álbum espectacular y luego se fueron a la mierda. Pero qué álbum. Sólo ahora descubro que acaso lo más excitante del sonido, ese sonido tan peculiar y novedoso del primer APC, era esa sacralidad que intentaron, con cierto éxito, rescatar. A través de la guitarra de Howerdel, a través de las líricas, de la voz maravillosa de John Maynard Keenan. El amor como bálsamo, panacea sagrada. La mujer como receptáculo de esa sacralidad. La mujer, a la vez altar y Diosa. I'd sell my soul, my self-esteem a dollar at a time, for one chance, one kiss, one taste of you, my Magdalena. Imagínense nomás los estragos que esas frases hicieron en un pobre adolescente, solitario y esquincle. Uno después se encuentra con mujeres de dudosa moral, de inteligencia prodigiosa, de encanto inefable, y entra en una crisis de moral. Muy paganos, ahora que lo pienso, negando por un lado la fe cristiana ("Fuck your Christ!": me daban escalofríos de placer sombrío cuando escuchaba estas frases hace ocho años), y por el otro loando por sobre todo la belleza de la mujer, la sacralidad del amor y del placer. Red Hot Chili Peppers. ¿Qué compositor decía eso de que si poníamos la palabra frente a la melodía, la melodía siempre vencería? Acaso no lo dijo nadie, o lo digo de otra forma. De cualquier manera, los RHCP lo prueban con concha. Curioso, si nos ponemos a pensar en la grandiosidad de la música como instrumento de control ideológico. Si podemos poner a toda una generación de huevones -incluyéndome a mí- a cantar "Feelin' good, my brother gonna hug me / drinkin' my juice, young love chug-a-lug me" sin que se detengan un momento a pensar: "puta, esta huevada no tiene sentido, y si lo tiene, hay mucho de incestuoso y estúpido en ello", ¡imagínense el control al que podríamos someterlos, si nos organizáramos, toda una mafia musical mediante, para controlar a la sociedad! ¿Se puede ser incestuoso y estúpido a la vez? Vaya, yo alguna vez tuve una banda llamada "Incesto": he allí nuestra respuesta. The Velvet Underground. La canción más quemada que he escuchado en mi vida. Pero no escucho esa, sino "White light / white heat". Ese disco es horroroso, y a la vez genial. Ya presagiaba lo que Lou Reed haría años después, drogado y harto de su sello discográfico, como el más grande "Fuck you" de la historia del rock: ese disco unlistenable llamado Metal Machine, que algunos citan como el comienzo del metal. Claro, esos wones están tan drogados o son tan estúpidos como el Lou Reed que grabó esa porquería, pero en fin. Yo digo que la música industrial comenzó con el final del primer acto de Siegfried, de Wagner. Crucifíquenme por eso, putos. "Lady Godiva's operation". Pero este no es ese Lou Reed, no: aquí tenemos a lo mejorcito del gringo ese. Esas líricas son todo un acontecimiento en la música. He aquí a un huevón que nos habla de operación de cambio de sexo ¡en plenos años sesenta! Hablando de vanguardia. Tan vanguardia como el Luis Alberto que grabó Artaud en los setenta, en plena Sudamérica. Vanguardia. Avant-garde. ¡Qué hembra! The Who. ¿No les molesta que mucho de lo que hoy tomamos for granted haya nacido en ese país de mierda llamado Inglaterra? La democracia constitucional, el rock & roll (bueno, no, pero you get my point), el fútbol. En alguna conversación le hablaba de algo parecido a Katherine: "¿Por qué carajos aún tienen reyes? Y ustedes que fueron los que adoptaron primero el sistema de monarquía constitucional", "Sí, no hemos avanzado mucho desde entonces, ¿eh?". Spinetta & Páez. Vanguardia, otra vez. En Latinoamérica, vanguardia. Vanguardia ochentera. Vanguardia anticipada por el mismo Spinetta y por los Beatles criollos, Serú Girán, y sus letras huidobrianas. El mismo Páez tiene sus aventones vanguardistas en esta década: recuérdese ese prodigio rabioso que es "Fuga en tabú". Soda Stereo. ¡Cómo suspiraba escuchando esta canción hace unos cuantos años, solamente! "Las tazas sobre el mantel, la lluvia derramada. Te vi que llorabas por él." Literal. Bueno, sin el mantel y sin la lluvia. Los triángulos amorosos son verdaderamente agotadores. Hasta ahora estoy cansado de esa huevada. "No hay nada mejor que casa". Váyase a cagar, Sr. Cerati. Smashing Pumpkins. Una de mis cioncas preferidas de todos los tiempos: "Lily". Hay que escuchar la ternura con la que la canta Billy Corgan. "And through her window shade I watch her shadow move. I wonder if she... could only see me." Y al final, con regocijo, con alivio: "Oh Lily, I know you love me. 'Cause as they're dragging me away, I swear I saw her raise her hand and wave 'good-bye'". Qué pureza en lo retorcido. Qué espantosa la imaginación, que pone cosas donde no las hay, que crea las cosas que quiere ver. "Mientras me escupía en la cara, algo en sus ojos me decía..." Exactamente eso.
Pero ya está güeno, wey. Ya no tengo tanto sueño, aunque mi cerebro sigue frito. Y me toca seguir recorriendo la página de empleos. Carajo, qué fiaca. Escucho ahora al buen Richard Cheese. "Gin & juice", cover de Snoop Dogg. "With my mind on my money and my money on my mind." Francisco me decía: "Dios es el dinero", haciéndose eco de la opinión general. Sigo diciendo que el dinero no es sagrado, no en el sentido estricto de sacralidad que intenté esbozar la vez pasada. Acaso se trate de una mutación del término: después de todo, "el dinero es sagrado" no suena tan descabellado. Y si no es así, debe ser por algo, como cuando dicen "que se derrame la sangre, pero no el trago. El trago es sagrado" y uno piensa instantáneamente: sabiduría popular, carajo, que tiene razón este huevas. Y la tiene. Pero ya, me quito. A ver si duermo un poco.

miércoles, 24 de diciembre de 2008

Postales

En el departamento de H y F.

H: Hay un violador en la zona. Hasta ha salido en la tele. Ya son cuatro las chicas a las que ha violado.
F: Hace un rato se me acabaron los cigarrillos y te juro que me daba miedo salir a la calle a comprarlos.
H: El tipo ese necesita una novia.
F: ¿Una novia? Un burro es lo que necesita.

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Perdidos en medio de la nada. En un restaurante de camioneros, tras haber perdido las esperanzas de hallar algo interesante que hacer en semejante pueblucho.

J (A la camarera): Disculpe, ¿no sabrá cuáles son los mejores boliches que hay por aquí?

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Hablando de A, un anticomunista extremo, en la pieza.

K: Yeah, I know. Just imagine: A being raped by Che Guevara.

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Sobre los 29 años de W.

W: Well, it's a bunch of kids left alone in the same place. There's no adults here.
Yo: Yeah, well. Except for you.
W: (...) Zing!... I'm not that old, dude.

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Una noche de sábado, frente al edificio.

K: You've got to learn more about women.

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En Mendoza, caminando.

Yo: Sí, aunque no lo parezca, suelo ser demasiado tímido con las mujeres. Es curioso que no suceda lo mismo con ustedes.
K: Yeah, we've being desexualized by you.

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En Mendoza.

J: ¿Qué preferirías: una mendocina o DIEZ medicinas?
Yo: ¿Qué? What the fuck are you talking about?
J: Son diez medicinas, amigo.
Yo: Una mendocina.
J: You're crazy, mate.

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Hablando sobre la igualdad de género en la búsqueda de mero placer.

A: Ese tipo de mujeres... son unas putas.
K: ¡A!
Yo: Jajaja.
K: Women enjoy sex too, A.
A: Son unas putas.

Lección doliniana

De La venganza será terrible del 23 de diciembre:

DOLINA (leyendo un mail): Ezequiel... dice: "Esta misma noche fui rechazado rotunda y amablemente por una señorita. Pasó por la vereda de mi casa, la llamé y me acerqué. Dijo, mirándome a los ojos y sonriendo, "no, gracias, no", y dio la vuelta. (...) (Con énfasis) Algo en sus ojos me decía que no estaba todo dicho..." (toca un Do grave en el teclado)
BARTON: Si le dijo no...
SILI: No insista, no insista...
DOLINA (pesadamente): No ponga en sus ojos algo... (y luego, burlón:) "Mientras me escupía en la cara, algo en sus ojos me decía..."
(Risas y aplausos)
BARTON: Además dijo que lo rechazó rotunda y amablemente...
DOLINA (lapidante): Déjese rechazar.
SILI: Ya está.
DOLINA: ¿Por qué es esto de no dejarse rechazar?
SILI: Cambie de vereda.
DOLINA: Claro. A mí cuando me dicen: "mirá, no te quiero ver más, andate de acá", ¡me voy! (...) No digo que (balbucea), no: chau.