jueves, 2 de diciembre de 2021

Refugio

He tenido que volver porque me ahogo, ya no aguanto, me harté. No es cosa pequeña pero en cierta perspectiva qué cosa no es pequeña. Estas son palabras de consuelo.

Porque llamaría a alguien pero a quién llamar. El grito primordial en medio del bosque, durante el primer terror, de qué sirve aquí. Nadie me va a salvar.

Ni mirar afuera, ni hablar con nadie. Nadie me va a salvar.

Es aquí todo o nada. Me digo no es así, me dicen (incluso) no es así. Pero yo lo sé, es todo o nada.

La persona de la que dependo parece hartarse. Quién la culpa. Me deja fuera de posición, pero qué reclamar. Los días deparan nuevas decepciones, nuevas ansiedades.

Y se trata de insistir e insistir e insistir. Tengo un hueco en el corazón. Dependo de una serie de sombras, conciliábulo de enes revisando expedientes. De eso depende el resto de mi vida.

La alternativa es permanecer, ir rodando de cabo a rabo, envejecer cerrando los ojos. ¿Es tan malo eso? ¿No soy yo el problema?

Olvidar, olvidar. Descansar. Cerrar de plano todos los folios. Renunciar. Convencerme de que hay honor en el fango.

Mütter! Mütter! Gedenke mein!


domingo, 9 de mayo de 2021

Querido Renzo:

No sé por qué me has estado haciendo tanta falta estos últimos días. Quizás porque ayer soñé con mi viejo amor, huésped en una casa circular; quizás porque me he emocionado con ciertos pasajes de una historia que seguramente tú también hubieses adorado. Hoy te he vuelto a leer -te he buscado- y me doy con que no son las imágenes, ni los testimonios, ni siquiera mis recuerdos que se me escapan como arena entre los dedos, sino tus palabras, tu peculiar sintaxis, lo que te trae de nuevo en cuerpo entero y lo que agudiza tu ausencia en este mundo.

Seguramente me dirías huevón, qué chucha vas a creer que mejor hubieses tú que yo. Quizás estés molesto porque me alejé de tu madre y de tu tía. Tu hermana felizmente pudo escapar de esta ciudad que imagino debe ser para ella una suerte de dolor reflejo proyectado a todas partes. 

Perdóname por no haber sabido mantenerme cerca de ellas. Es muy difícil cuando lo único que te une es este dolor inescapable, esta pérdida como hemorragia perpetua.

No es cosa sencilla dar cuenta del paso del tiempo del haberte perdido. Es como una persona ese dolor. Cambia. Poco a poco va demandando menos de ti. Luego sale de la inminencia y vive su existencia de dolor maduro, siempre a la sombra de la conciencia. Puede estar muy lejos, pero basta que extiendas un poco los dedos para sentirlo, su tránsito de tumor cosiendo tus días. A veces, como hoy, retorna a casa y se está un tiempo calentándose el cuerpo debajo de la colcha. 

Renzo, ¿cómo será cuando pase más tiempo y tú te conviertas en una imagen nublada de mi propia juventud? Me aterra verte encerrado, no poder verte envejecer como mi dolor tumor.

Ojalá te aparezcas en sueños y podamos conversar un poco más. 


domingo, 4 de abril de 2021

Es difícil pensar cuánto cambian las personas que dejamos atrás y que se nos han aparecido en la mente, azarosamente o no. Cuánto cambian las personas, la barbaridad de cosas que les pasan.

Si esta persona regresara a mi vida, desde aquel cuadro fijo en el 201x en el que vive en mi memoria, ¿cuánto de nuevo podría ver? Es difícil, también, percibirse a uno en el cambio a través del tiempo. 

Luego pienso: algunos eventos (cartones, viajes, personas) pueden ser hitos de una relación más bien anecdótica, que no hay quien en verdad cambie mucho. ¿Pero puede considerarse en verdad que la memoria es fiel? ¿No sometemos nuestras experiencias a un estricto tamiz que filtra lo peor de ellas?

Pienso en todo lo malo que pasé con esa persona. Me veo a mí mismo fumando (cuando aún fumaba) en una calle desasida, suplicando. Dolor negro derramándose en el pecho. Tengo que pronunciar en silencio las palabras para caer en la cuenta. Las más de las veces, es un ejercicio voluntario recordar lo peor de las personas.

Entonces, esa memoria es un jirón fantasmático de un recuerdo mal conjurado. Una frase a medias convenientemente interpretada. También la interpretación de los recuerdos cambia con el tiempo. Ciertamente, algunos de ellos se vuelven más inofensivos conforme se nos pasa la vida, justamente por ese olvido involuntario que es al mismo tiempo una forma de supervivencia.


(4/4/21)

sábado, 3 de abril de 2021

No tengo especial valor, ni vocación de mártir. No me gusta el dolor. He escapado varias veces de confrontaciones. Las más, no me compro el pleito.

Sí es cierto que tengo proclividad al autosabotaje. Cuando me castigo, el dolor es por lo general una idea en el futuro. No creo que tener valor para mutilarme. Pero no puedo decir que duerma bien nunca.

Mi vida es muy pequeña y está repleta de culpa.

Lo que tengo (siempre he tenido) es rabia. Rabia por mí. Rabia por los demás. Rabia rabia rabia, inagotable, inservible, pletórica y alucinante rabia. Una rabia que es una falsa promesa de redención de la que no me puedo espantar.

domingo, 28 de marzo de 2021

nueva página

Esta página está quizás bien muerta pero no tanto así mis ánimos de escribir. Ya casi no escribo, a decir verdad. Y si bien no sería exacto decir que dejé de escribir con la última entrada de este sitio, lo cierto es que da igual porque se siente así.

"sin orietur" (una mala traducción de un verso de Rimbaud) puede preciarse de cierta originalidad en el nombre (lo he googleado y además de este este sitio hay por ahí algunas páginas sobre el ya mencionado poema, poco más), pero no mucho más que de eso. Originalmente, su premisa era la de ser un vertedero de basura con la excusa de una pretendida escritura automática. Recuerdo haber escrito barbaridades en este sitio, líneas que no podría endosar y que son un producto biliar antes que algo mínimamente razonado. Poco tiene algún valor, y diciendo esto no adopto una pose borgeana, creo que decir la verdad. Este era, en suma, un diario de adolescente.

Otra arista es que este sitio nunca quiso lectores. Poco más que mi apellido aparece en la firma. Hace quizás 10 u 11 años le confié su lectura a algún que otro amigo; el mejor de ellos murió en 2015 y, en 2016, en un arrebato de tantos de ese periodo ciego de dolor, lo consigné en unas postulaciones que hice a ciertas universidades extranjeras que me rechazaron con unanimidad. No sé si alguno de esos examinadores leyó este blog, pero si fue así fueron de los pocos lectores no azarosos de este lugar.

No creo merecer lectores, y en todo caso el margen permite cierta impunidad. Quiero que este espacio siga habitando ese surco borroso entre lo privado y la publicidad. Entonces, con algunos cambios, me voy a permitir empezar una vez más. Una nueva página en mi libreta de condenado. Quiero (espero) que este nuevo ejercicio goce de cierta continuidad.


Escrito en Lima durante un mediodía caliente del 28 de marzo de 2021.



viernes, 10 de febrero de 2017

Tras la lectura de Infinite Jest


DFW. Gawker

Por más que trato, no logro recordar cómo llegué a la obra de David Foster Wallace. Con certeza, hasta donde es posible, puedo afirmar: no fue la recomendación de un amigo. O de un autor. O de una página web, o de otro libro. Creo poder decir sin mentir que llegué a Infinite Jest (1996, Little Brown) por puro azar. Y solo poco después de comenzar a leerlo me enteré de que es un considerado poco menos que un libro "ilegible" (o imposible de acabar) en la literatura estadounidense.

Lo que debería confesar, si cabe, es que lo que me empujó a la lectura de IJ fue la noticia del suicidio de su autor en 2008, y la manera en que DFW, en varias entrevistas, puntuaba sus opiniones sobre distintos temas con una mueca de dolor o vergüenza (wince se diría en inglés), como si lo que hubiese terminado de decir hubiera sido una reverenda tontería, cuestionándose cada pensamiento expresado a sus interlocutores y reprochándose sobre ello. Ahí estaba este tipo en frente de Charlie Rose con una bandana y una camisa pálida y una corbata con el nudo suelto diciendo cosas inteligentes e interesantes e inmediatamente cuestionándose su expresión, hasta el punto en que Rose en determinado momento cree conveniente decirle que no se preocupe tanto, que lo está haciendo muy bien. Me conmovió. Más aún después de saber de sus problemas con la depresión, y su triste felo de se; yo en ese momento estaba pasándola muy mal, y creí encontrar en Wallace, aún antes de haberlo leído, a un compañero, a alguien que comprendería. Es raro escribir esto, y no tengo manera de explicarlo racionalmente. De pronto tuve la esperanza de hallar en IJ un refugio.

Como iba diciendo, solo poco después de comenzar IJ me enteré de que era una lectura considerada como sumamente abstrusa entre el público norteamericano, y que mucha gente la abandonaba a las pocas páginas (mientras que los que sí la terminaban se ufanaban de ello como si hubiesen logrado una hazaña, hasta el punto de que algunos sólo la acababan para poder decir sin mentir "Yo terminé de leer IJ").

Primer punto de esta entrada, entonces: la de IJ es una lectura difícil, sí (más aún para alguien cuya lengua materna no es el inglés): está llena de referencias obscuras, de juegos de palabras, de alusiones matemáticas y químicas y, en general, está escrita en un lenguaje inusual, pero, ante todo, es una lectura entretenidísima. Una page-turner. Lo cual es un logro en sí mismo. En muchas ocasiones Wallace criticó las novelas norteamericanas consideradas de vanguardia (Pynchon, DeLillo y co.) por no dar un balance adecuado entre el trabajo al que sometían al lector y la recompensa de engancharlos a continuar la lectura. DFW tenía muy claro que en todo momento el escritor debe pensar en su público, en cómo se leerá su novela, y que si bien un libro debería retar a sus lectores, no por ello debía evitarles el gozo de una historia conmovedora y bien contada. Llamarla entretenida quizás pueda ser paradójico dentro de las coordenadas de IJ. Yo me quedo con la idea que Wallace tenía de su novela: es un libro escrito por un tipo lo suficientemente solitario para poder haber escrito sus mil-y-pico de páginas para un lector lo suficientemente solitario como para recorrerlas.

Segundo punto: IJ es una novela conscientemente subversiva. Desde el principio parece trazarse el objetivo de romper todas las reglas de la narrativa tradicional. Citaré tres ejemplos para ser conciso. El primero: nos relata toda una peripecia de uno de sus personajes antes de retratárnoslo a cabalidad. En los dos primeros centenares de páginas acudimos a la curiosa escena entre la USS Millicent Kent y Mario Incandenza, vemos cómo Mario, de quien sabemos apenas que tiene una conducta un tanto infantil a sus diecisiete años, se ve objeto de un torpe lance amoroso por parte de Millicent Kent, el cual no disfruta en lo más mínimo y parece no comprender del todo. Pero es sólo después de otro centenar de páginas, y tras la lectura de numerosos pasajes sin demasiada relación con este y con personajes muy distintos, que nos enteramos del por qué de la conducta tan peculiar de Mario: sólo entonces Wallace nos comunica sus deformidades, la extraña circunstancia de su nacimiento, su posible retardo mental. Y comprendemos a cabalidad la escena anterior. Y un poco después comprendemos que comprendimos la escena anterior sin tener a la mano la descripción de nuestro personaje, lo cual nos hace comprender, a su vez, que Wallace se las arregló para narrarlo (esto es, comunicando perfectamente la esencia de la escena) sin describir a su protagonista. 

Segundo ejemplo: el híbrido entre la narración en tercera persona y el monólogo interior. Wallace desdibuja los límites entre el narrador omnisciente y el monólogo interior, narrando en tercera persona de modo que la materia narrativa esté infundida de la voz de sus personajes. Me explico. Las escenas de Don Gately, un personaje poco educado y criado en un ambiente hostil, están plagadas de errores gramaticales ("She must of known", "transvestals" en vez de "transvestites") y de jerga racista, pero están narrados en tercera persona, de modo que la materia narrativa es la expresión de la voz interior del personaje o, mejor aún, de su visión del mundo, sin ser totalmente la expresión puntual de sus pensamientos. Esta técnica, que, con el perdón de mi ignorancia, yo no he visto en otro libro, flexibiliza la narración, a la vez que permite que el lector pueda diferenciar fácilmente las historias de uno u otro personaje.

Tercer y último ejemplo: el final de la novela. Leyendo algunas opiniones por Internet (particularmente la ejemplar Infinite Summer), me entero de que muchos lectores se sintieron insatisfechos por cómo termina IJ, sin resolver muchos de los hilos narrativos de sus personajes. El final, sin embargo, y más allá del comentario obvio de que una novela como IJ no podía terminar de otra manera, da ocasión de ver otra de las subversiones de Wallace. IJ comienza por el final, esto es, con la escena protagonizada por Hal Incandenza ante el jurado de admisión de la Universidad de Arizona, la cual, dentro de la línea temporal de la novela, corresponde a la última acción que en ella tiene lugar (Year of Glad, el último año del tiempo subvencionado por el gobierno de la ONAN). La mayor parte del resto de la novela tiene lugar en el Year of the Depend Adult Undergarment, un año antes del Year of Glad. Con ello quiero decir que desde su inicio la novela infunde en el lector dos expectativas: 1) que el protagonista de la novela será el joven Hal Incandenza y 2) que el resto de la novela, al desarrollarse durante el año inmediatamente anterior al de los hechos relatados en el primer episodio, expondrá los sucesos que dieron lugar a éste, esto es, que hallaremos la explicación del comportamiento tan extraño de Hal que desata la ira y confusión del jurado de la Universidad de Arizona. Spoiler alert: ninguna de las dos expectativas es satisfecha. Acabado el libro no podemos decir a ciencia cierta qué es lo que le ocurrió a Hal durante su entrevista de admisión (si bien nos podemos hacer una idea, nunca definitiva sin embargo), y, lo que es más sorprendente aún, nos topamos con que el protagonista no fue nunca Hal, ese sad kid de memoria prodigiosa pero vacío por dentro, sino el torpe y sensible Don Gately, personaje que aparece en la novela después de las primeras cien páginas pero que, a lo largo del resto de ella, se roba decididamente su centro de atención. No puedo dejar de relacionar esto con el final de Tristan und Isolde: el famoso acorde Tristán, después de toda una serie de juegos al borde la atonalidad, termina no en la clave en la que se desarrolla gran parte de la partitura, sino una clave diferente.

No sé si hay un tercer punto. IJ es una novela larguísima y, como tan fácil puede sucederle a una empresa de tal magnitud, por ratos irregular. Gran parte de ella es magnífica. Y por momentos es de lo mejor que yo, personalmente, haya leído nunca: resalto el episodio de la pelea de Don Gately, maravilloso, pero por sobre todo la escena en que Hal, Pemulis, Axford y Ann Kittenplan esperan a ser llamados por Charles Tavis después de los eventos del Eschaton, la cual es una pieza jodidamente magistral, una narración perfecta

Por supuesto que hay muchas otras cosas de que hablar, como los lazos con Hamlet, el trasfondo político de la novela, el tema de la adicción a las drogas frente al entretenimiento televisivo (y cómo la novela parece decirnos que pueden ser aterradoramente parecidos), la constante fuga de la realidad en que parecen estar atrapados todos sus personajes... pero lo dejo para otra ocasión. Vemos.

De diciembre de 2016 a febrero de 2017, Infinite Jest fue para mí un refugio. Y DFW se convirtió, de aquí para adelante, en un compañero, a fellow of infinite jest, una voz siempre bienvenida. Carajo: se convirtió en un maestro.

jueves, 5 de enero de 2017

Greatest hits

Es una manera de decirlo. Este blog, casi secreto, quizás solo tuvo un "hit" en su historia, la entrada sobre el poema "Oraison du soir" de Rimbaud (fue el que más visitas tuvo de lejos según Blogger), el cual yo también creo que es uno de los mejores posts. A pesar de ello, me dieron ganas de recopilar las entradas que más me gustan, las que creo rescatables dentro del mar de niñerías y obviedades de que está plagado este blog. Es una bonita forma de comenzar este 2017. Constituye, además, una bonita fantasía de proseguir con este esfuerzo que, con sus baches, es verdad, tiene ya casi nueve años.

4/01/2008: ¿Cuánto tiempo ha pasado...? Poemita que ocupa la primera entrada del blog.

30/03/2008: Rimbaud: Conte. Comentario sobre el poema en prosa de Rimbaud.

05/06/2008: Estrella salvaje. Comentario sobre la novela de Bolaño.

26/06/2009. Fragmento de Facundo.

30/07/2009. Otro fragmento de Facundo.

25/02/2010. Comentario sobre el poema "Oraison du soir" de Rimbaud.

A esta lista añadiría la cuarta entrada sobre Proust, la que no enlazo ya que es el último post que antecede inmediatamente a este.

Que este sea el año de la esperanza.